El Relato de David – Parte 3

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Lunes 25 de julio de 2022

PARTE 3

1 Samuel 21—22

Después que Jonatán y yo nos despedimos, me dirigí a la ciudad de Nob, en donde había sido re-localizado el Tabernáculo después que los filisteos atacaron y derrotaron a los israelitas en Silo. Como ustedes se recordarán, Elí el sacerdote y sus dos hijos murieron ese mismo día y el Arca del Pacto fue capturada por los filisteos. Un poco de tiempo antes de ese momento, Samuel había sido elevado a la posición de Profeta de Israel, y Dios le había advertido que eso sucedería. Eso fue un juicio en contra de Elí por haberle permitido a sus dos hijos burlarse de las ofrendas del Señor. Mientras que el Arca fue devuelta prontamente por los filisteos debido a los problemas que les causó mientras la retuvieron (una historia fascinante en sí) el Tabernáculo había permanecido en Nob (1 Samuel 2—6)

Ahimelec era ahora el sacerdote a cargo y visiblemente tembló cuando me vio a su puerta. Obviamente le habían llegado noticia de mis problemas con Saúl y Ahimelec estaba temeroso de perder la vida. Para protegerlo en caso de que Saúl se diera cuenta que yo había estado allí, inventé una historia de que el rey me había enviado a una misión tan urgente, que no había tenido tiempo para empacar ningún alimento, ni siquiera una espada. Así que le pregunté si tenía un poco de pan.

“Solamente tengo el pan de la proposición que sobró de ayer”, me respondió, “Si tú y tus hombre por lo menos se han mantenido alejados de mujeres, puedes tomarlo”.

Si usted no es judío, necesito explicarle un par de cosas para ayudarle a entender eso. Primero, el pan de la proposición consistía de doce panes recién horneados cada mañana, que se colocaban sobre una mesa en el Lugar Santo. (Ese era el aposento más grande de los dos aposentos del Tabernáculo. El más pequeño era el Lugar Santísimo.) Era un pan para cada una de las doce tribus, una señal permanente de nuestro agradecimiento al Señor por proveernos de nuestro pan de cada día. Cuando se reemplazaba a la mañana siguiente, con panes frescos, el pan viejo quedaba a disposición del sacerdote para que lo comiera. En nombre de la gentileza humana, Ahimelec decidió que podía entregarnos ese pan para que lo comiéramos, a pesar de que, técnicamente hablando, era ilegal hacer eso, siempre que hubiéramos estado ceremonialmente limpios. Años después, Jesús utilizaría este incidente para recordarles a los fariseos de que sí hay excepciones a la ley, aun durante un Sabath (Mateo 12:3-4).

Luego, el tener relaciones sexuales con una mujer nos habría hecho ceremonialmente impuros, puesto que eso involucraba la emisión de un fluido corporal, y nos hubiera descalificado para poder compartir el Pan Sagrado hasta que fuéramos purificados de nuevo, un proceso que tomaba algún tiempo completar. Cuando le aseguré a Ahimelec que no habíamos tenido esa oportunidad, siendo fugitivos perseguidos, él me entregó el pan.

Y, finalmente, desde un principio yo había atraído a unos seguidores debido a mis actos de valor en contra de los filisteos. Estos eran hombres que estaban en problemas, cargados de deudas insoportables, o de alguna forma disconformes con las vidas que llevaban, y que entonces empezaron a unirse a mi creciente banda de guerrilleros.

Antes de alejarnos, le pedí a Ahimelec una espada y me dio la espada que le había quitado a Goliat cuando lo maté. Esta había sido envuelta en un trapo y colocada en el Tabernáculo en honor a mi victoria.

Ese mismo día me dirigí hacia el suroeste, hacia Gaza, llegando a Gat, una de las ciudades filisteas, con la esperanza de poder esconderme allí de Saúl, pero cuando Aquis rey de Gat, me reconoció, pretendí estar loco, para que no me hiciera ningún daño. Mi actuación fue tan convincente que me envió lejos de su presencia para evitar verme. Entonces me escapé de allí y terminé en la Cueva de Adulam, que quedaba como a unos 12 kilómetros al este del lugar, y un poco al sur de Gat. Durante todo el tiempo que estuve allí, los miembros de mi familia llegaron a visitarme, como lo hicieron muchas otras personas. Muchos de ellos se quedaron conmigo, y mi pequeña banda de hermanos creció a más de 400.

Aquí hay otro de los muchos eventos de mi relato que tiene implicaciones simbólicas. Pensemos que Saúl representa a satanás, el rey que ya había sido depuesto, y que está determinado a pelear hasta el amargo final y llevarse consigo a muchas personas a pesar de su derrota. Yo represento al Señor Jesús, el Rey que Dios ha escogido y cuya victoria está asegurada. La cueva de Adulam es la Iglesia. (El nombre Adulam proviene de la raíz que significa Justicia de Dios.) Y mis 400 seguidores lo representan a usted. Ellos estaban abrumados por las deudas, desanimados y descontentos, como usted puede estarlo. Como ellos, usted puede tener una deuda por un pecado que nunca podrá pagar, usted está desanimado por las condiciones de su mundo impío, sin Dios, y no importa cuánta riqueza o placer puede usted haber experimentado en su vida, usted está tan descontento por no sentir la presencia del Señor, que usted está dispuesto a dejarlo todo con tal de morar en Su presencia. Yo escribí el Salmo 56 para describir mi difícil situación y ayudarlos a compararla con la que ustedes puedan tener ahora.

Me llevé a mis papás a Mizpa en Moab y pude conseguirles asilo político allí. Puesto que la abuela de mi papá Isaí, era Rut, una princesa moabita, el rey de Moab estuvo de acuerdo en mantenerlos seguros, mientras mi vida estaba en tremendo peligro. Al retornar a mi fortaleza en Adulam, el profeta Gad me dijo que volviera a Judá. Gad se había convertido en un socio de por vida y más tarde me ayudaría a orquestar los arreglos musicales para los servicios del Templo. Después de un tiempo como sacerdote, Ahimelec y otro refugiado de la administración de Saúl, se unirían para completar el triunvirato oficial de Profeta, Sacerdote y Rey.

Desde mi tiempo hasta el cautiverio en Babilonia, más de 400 años después, estos tres oficios fueron los que manejaban el gobierno del pueblo de Dios. El oficio de rey fue entonces suspendido, el último legítimo rey de Israel fue Joaquín, o Jeconías como se le llama en el Nuevo Testamento (Mateo 1:11).

(El tío de Joaquín, Matanías, en realidad presidió la derrota de Jerusalén por Babilonia, pero él no era de la descendencia de sucesión real, y por lo tanto, no era un rey legítimo. A él lo puso en el trono Nabucodonosor, que cambió el nombre de Matanías por el de Sedequías en el proceso. 2 Reyes 24:17).

El último legítimo Sumo Sacerdote, Onías III, fue asesinado durante el tiempo del rey asirio Antíoco Epífanes, en el año 171 a.C. (Daniel 8:11 & 11:22). El Profeta Ezequiel escribió que estos dos oficios estarían vacantes de allí en adelante, hasta que llegara el Mesías, a Quien le pertenecen por derecho, y vendría a ocuparlos (Ezequiel 21:25-27). El profeta Zacarías confirmó eso (Zacarías 6:12-13). Mientras tanto, a Jesús le fue dado el oficio de Profeta (Hebreos 1:1-2).

Volviendo a nuestro relato, Saúl descubrió que Ahimelec, el sacerdote de Nob, me había ayudado. Llamándolo a él, a su familia y a los demás sacerdotes de Nob, Saúl los mató a todos, un total de 85 personas. Luego atacó y destruyó la ciudad de Nob. Solamente escapó un hombre, el hijo de Ahimelec I mencionado antes. Cuando me contó lo que había sucedido, quedé devastado y le pedí que se quedara y me ayudara a hacer lo correcto.

Cuántas veces hubiera preferido morir que haber visto a todas esas personas inocentes ser destruidas solamente porque fueron amables conmigo. Pero esa era mi cruz. Yo debía confiar en Dios a través de esto y dejar el resultado en Sus manos.

Yo espero que ustedes estén empezando a ver los claros paralelos entre mi vida y la de ustedes. Como lo fue para mí, un trono también es el propósito de Dios para usted (1 Pedro 2:9-12), una cruz es Su camino para usted (Mateo 10:37-39), y la fe es Su plan para usted (2 Corintios 5:7).