El Relato de Isaac. Parte 4 – Conclusión

Parte 4 – Conclusión

Génesis 35

Veinte años antes, mientras huía de Esaú, Jacob había acampado una noche cerca de la Ciudad Luz en Canaán, en donde él tuvo un sueño en el que vio ángeles subiendo y bajando por una escalera que llegaba hasta el cielo. En su sueño el Señor le habló a Jacob y le prometió traerlo de vuelta a la tierra que Él le había prometido a mi padre Abraham y luego a mí. Cuando despertó, Jacob levantó allí un altar y le llamó al lugar “Casa de Dios”, y “Entrada al Cielo”. En realidad él le llamó al lugar Bet-el, que quiere decir casa de Dios, y ese nombre ha permanecido hasta el día de ustedes, a pesar de que lo escriben Beit El. Ahora Jacob estaba finalmente regresando, tal y como el Señor había prometido.

Después de las cosas terribles que mis nietos les hicieron a las gentes de Siquem, era obvio que debían de dejar el área lo más pronto posible. El Señor le dijo a Jacob que se volviera a Bet-el y se quedara allí por un tiempo. Cuando se preparaban para salir de Siquem, Jacob hizo que todas las personas que lo acompañaban le entregaran cualquier ídolo o dios extranjero que tuvieran, que se purificaran y vistieran ropas limpias. Entonces sus esposas y sus siervas le entregaron sus pequeñas estatuillas y se quitaron los aretes de las orejas. Jacob enterró todo eso debajo de una encina que estaba junto a Siquem.

Ustedes se podrán preguntar, porqué los aretes. En esos días los aretes eran un símbolo de esclavitud y le era prohibido a una persona del pueblo de Dios ser esclavo de otra, sino solamente de Él. De la misma forma era prohibido para cualquiera de nosotros cortarnos o tatuarnos, o de alguna otra forma desfigurarnos o degradarnos a nosotros mismos. Nosotros éramos hijos del Dios Altísimo y se esperaba que nos comportáramos según esa norma.

Cuando ya se habían purificado emprendieron el viaje de Siquem y el Señor puso el temor en sus vecinos y así nadie los molestó, a pesar de las cosas tan terribles que habían hecho. No era la primera vez que el Señor había producido un escape milagroso de en medio de sus enemigos, y ciertamente no sería el último tampoco.

Cuando llegaron a Bet-el en Canaán, Jacob se detuvo en el lugar en que había levantado un altar antes, y levantó otro. Le llamó El Betel, el Dios de la Casa de Dios. Él recordó que el Señor le había cambiado su nombre por Israel y que había transferido las promesas hechas a Abraham, y luego a mí, a Jacob. Eso significaba que toda la tierra de Canaán algún día pertenecería a los doce hijos de Jacob, y que el mundo entero sería bendecido a través de ellos. (En ese momento Jacob solamente tenía once hijos varones, pero eso pronto cambiaría.)

Siglos más tarde, esa promesa se hizo cierta. De María, descendiente del cuarto hijo de Jacob, Judá, nació el Mesías, el Cordero de Dios que quitó los pecados del mundo. Su muerte removió la barrera que había entre el hombre y Dios y permitió que nuestro acceso al cielo fuera posible. ¿Qué les parece eso como una bendición? El mismo Mesías les afirmaría a Sus discípulos que Él era el cumplimiento del sueño de la escalera de Jacob (Juan 1:51). Así que el sueño de Jacob fue una profecía Mesiánica, mostrando que el Mesías, un día, tendería un puente sobre terrible abismo que existía entre Dios y el hombre, el cual fue producido por la introducción del pecado en el mundo. Luego, todas las personas que lo busquen en fe tendrán acceso a la verdadera Casa de Dios, para morar con Él en felicidad eterna.

Pero Israel (como él era llamado ahora) y su pueblo, aun se encontraban a una cierta distancia de Rebeca y yo, y una vez más empacaron y se dirigieron hacia el sur. Cuando se acercaban a Belén, Raquel empezó a dar a luz y luego de un parto difícil que le tomó toda su energía, nació nuestro nieto número doce. Cuando Raquel moría le puso por nombre Benoni que significa “hijo de mi tristeza”, pero Jacob le puso por nombre Benjamín que quiere decir “hijo de la mano derecha”. Sepultaron a Raquel a la par del camino a Belén y aun en el tiempo de ustedes, en ese lugar se levanta un pequeño santuario que señala el sitio. Llorando la muerte del amor de su esposa, Israel se instaló en un cañón cercano al este de Belén y le llamó Migdal-edar, o Torre del Rebaño.

Un tiempo después Rubén, el primogénito de Israel, convenció a Bilha, una de las concubinas de su padre, a tener relaciones sexuales con él. Esto fue muy presuntuoso de su parte, puesto que después de la muerte de Israel Rubén la heredaría a ella como suya. Así que entre este acto de traición y la forma tan despreciable en la que Leví y Simeón mataron a los de Siquem, tres de mis primeros cuatro nietos se habían descalificado para recibir los derechos de la primogenitura. Y antes de haber terminado, los diez que precedieron a José serían eliminados dejándolo a él como el heredero principal de mi hijo.

Y así, mi hijo Israel tuvo 12 hijos, que serían los jefes de las futuras 12 tribus de Israel y a cuyos descendientes se les daría una porción de Canaán como su tierra en posesión, cuando Moisés y Josué los trajeron de vuelta de Egipto varios cientos de años después. Y en cuanto a mí, viví hasta la edad madura de 180 años e Israel vino a visitarme a Hebrón. Cuando morí, él y Esaú me sepultaron en la cueva de Macpela junto a mi padre Abraham, mi madre Sara y mi esposa Rebeca.

Yo espero que por medio de este relato ustedes puedan tener un entendimiento de mi vida y de los tiempos de ese entonces. Era muy diferente a los de ustedes ahora. A pesar de que nunca vivimos en una casa ni poseíamos ninguna propiedad, por decirlo de esa manera, nosotros éramos más ricos que la mayoría de los reyes de nuestra época. Mi padre y yo habíamos adquirido rebaños y personas así como oro y plata al grado de que muchos reyes nos temían, como ustedes recordarán de mis aventuras con Abimelec. Recibimos estas bendiciones, no por nuestros propios méritos o nuestra justicia, sino porque cuando el Señor nos llamó lo escuchamos y confiamos en Él. Y solamente por eso Él nos bendijo. Yo espero haberles aclarado eso a ustedes, porque no existe ninguna otra explicación lógica. Claro, sí tuvimos nuestra porción de problemas, causados invariablemente por nuestra debilidad humana, pero el Señor siempre fue fiel aun cuando nosotros no lo fuéramos.

Yo creo que si ustedes pudieran sacar solamente una cosa del relato de mi vida es cabalmente esa. Sus misericordias son nuevas cada día y Su fidelidad permanece para siempre. La próxima vez que ustedes se sientan seguritos, piensen en ello. Mientras tanto, que el señor continúe bendiciéndoles abundantemente y así cuando se deleiten en Él, Él les concederá las peticiones de sus corazones.