Salmo 1

Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche.  Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará.   No así los malos, que son como el tamo que arrebata el viento. Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio, ni los pecadores en la congregación de los justos.  Porque Jehová conoce el camino de los justos; mas la senda de los malos perecerá.

La Biblia promete una larga vida, próspera y saludable para todos aquellos que siguen los caminos del Señor. Hay un valor intrínseco en hacer eso con el cual aun los incrédulos se benefician. Pero los creyentes tienen la tendencia de ser atraídos a uno de dos extremos en cuanto a la Ley de Dios se refiere, y ambos son incorrectos.

El primer extremo es el legalista, que es la persona que cree que siendo “justa” se está ganando el favor de Dios; y la segunda toma la gracia de Dios como una licencia que le libera de las consecuencias de su comportamiento, no importa cuan pecaminoso sea.

El legalista pierde de vista el gozo de su salvación, esforzándose a través de una vida de lo que “debe” y “no debe” hacer. Esta persona no disfruta de la libertad que fue comprada para ella en la cruz al confinar su comportamiento a través de una norma angosta de reglas que ella misma se ha fabricado, sin darse cuenta que está viviendo en una prisión de su propia hechura.

Su contraparte, a quien llamaremos el permisivo, se pasa la mayoría del tiempo alejada de la comunión con Dios, sin darse cuenta de que sus pecados no confesados son una fuente de culpabilidad que coloca una cuña entre los dos. Este fracaso de no poder reconocer su comportamiento como pecado y confesarlo le hace presa fácil del enemigo el cual se deleita en atormentarla, y su vida se transforma en un ejemplo para ser evitado ante los ojos de quien la rodean.

Una de estas personas está enfocada solamente en lo que debe de hacer para ganarse el favor de Dios, y la otra en lo que Dios debe de hacer por ella. Ninguna de las dos entiende que nuestro comportamiento, ya sea bueno o malo, no puede afectar a Dios. Nuestros pecados solamente nos hieren a nosotros y a aquellos a nuestro alrededor, tal y como nuestras buenas obras solamente nos afectan a nosotros y a los que nos rodean (Job 35:6-8).

Pero nuestra relación con Dios se enriquece grandemente cuando, de manera voluntaria, actuamos de una forma que solamente le agrada a Él, y no en un esfuerzo para ganarnos la bendición que esperamos recibir, sino como una forma de decirle gracias por las bendiciones que ya hemos recibido. Y como en todo lo demás referente al Señor, somos juzgados por nuestros motivos, no por nuestros resultados. Dios no espera la perfección, sino que solamente está esperando una actitud de agradecimiento.

Oración. Señor, te ruego me ayudes en poderte expresar mi gratitud por todo lo que has hecho por mí al vivir mi vida de una manera más aceptable a Ti. Abre mis ojos a las oportunidades para decirte gracias por la forma como vivo y por las cosas que hago. Amén.  10 de Febrero de 2010