Apocalipsis 19-20

Un Estudio Bíblico por Jack Kelley

La Gran Tribulación ha terminado, Babilonia ha sido destruida, y el Planeta Tierra se encuentra listo para recibir a su Rey. Todo lo que queda por hacer es capturar a esa triada satánica que ha causado toda esta devastación y aniquilar a sus ejércitos. Eso suena como una gran tarea, pero con el Señor dirigiendo personalmente los eventos, eso no tomará mucho tiempo.

Apocalipsis 19

“Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro; porque sus juicios son verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella.

Otra vez dijeron: ¡Aleluya! Y el humo de ella sube por los siglos de los siglos. Y los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron en tierra y adoraron a Dios, que estaba sentado en el trono, y decían: ¡Amén! ¡Aleluya!” (Apocalipsis 19:1-4).

La palabra “Aleluya” está formada por dos palabras hebreas que no se han traducido al español y que juntas significan “Gloria a Dios”. Sus cuatro menciones en Apocalipsis 19 son únicas en el Nuevo Testamento. Puesto que la frase “Gloria a Dios” es casi exclusiva para los creyentes que han nacido de nuevo, para mí es fascinante que su versión hebrea aparezca 24 veces en el Antiguo Testamento, que es el mismo número de los ancianos que le hacen eco aquí. ¿Es esta otra pista sutil de que los 24 ancianos representan a la Iglesia que ha sido arrebatada, como lo sugerí en Apocalipsis 4?

“Y salió del trono una voz que decía: Alaben a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le temen, así pequeños como grandes.

Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.

Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios.

Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” (Apocalipsis 19:5-10).

Por el uso de los verbos en el tiempo pasado al referirse a las bodas, a la esposa y a las vestiduras que se la han dado, parece como si Juan está describiendo un evento que ya ha tenido lugar. Observen que mientras que las vestiduras representan la justificación de la esposa, no son sus propias vestiduras. Estas le fueran dadas a ella. Nosotros no somos justificados por nuestras obras. Nuestra justificación nos es otorgada por el Señor (2 Corintios 5:21). La palabra griega en realidad significa justificación y no actos justos. Nuestra justificación se nos impone por la fe únicamente (Romanos 3:21-22).

Isaías 61:10 describe esta escena con mayor claridad. “En gran manera me gozaré en el SEÑOR, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas”.

Cuando Juan cambia al tiempo presente al mencionar a aquellas personas que han sido invitadas a la Cena de Bodas de Cordero, él se está refiriendo a los creyentes que han sobrevivido a la tribulación y que pronto serán invitados e invitadas a entrar en el Reino, como se describe en la parábola de las diez vírgenes (Mateo 25:1-13). La Iglesia es la Esposa, y la Esposa no es un montón de invitados, ni siquiera un grupo de damas de honor. Como lo es la Iglesia, ella es un solo cuerpo. Y ella no necesita de una invitación para asistir al banquete de su propia boda, porque ella es la figura principal. Sin ella no habría ningún banquete.

El Jinete del Caballo Blanco

“Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre:

REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Apocalipsis 19:11-16)

Aquí vemos al Hombre legítimo en un caballo blanco, no al impostor de Apocalipsis 6. Las coronas que Él usa son diademas, que son las coronas de la realeza. La espada aguda es Su Palabra como lo explica Hebreos 4:12, y Su ropa está teñida en sangre, como lo predijo Isaías 63:1-6. Juan le da el nombre que está en el Evangelio que lleva su nombre, El Verbo (La Palabra) (John 1:1).

“Él las regirá con vara de hierro” es una cita directa del Salmo 2:9, una promesa dada por Dios a Su Hijo, y por el Hijo a los que perseveren en la iglesia de Tiatira (Apocalipsis 2:26-27). Esto significa que Su Iglesia regirá junto con Él. A pesar de que los demás jinetes en caballos blancos que lo acompañan están vestidos de lino fino y son los ejércitos celestiales, Él es el que hace la guerra.

“Y vi a un ángel que estaba en pie en el sol, y clamó a gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo: Vengan, y congréguense a la gran cena de Dios, para que coman carnes de reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de caballos y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes» (Apocalipsis 19:17-18).

El contraste entre la Gran Cena de Dios y la Cena de Bodas del Cordero, es demasiado evidente. Yo les garantizo a ustedes que los ejércitos de la tierra no se sentirán bendecidos con esta invitación. ¡Ellos son el plato principal!

«Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército. Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre. Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos” (Apocalipsis 19:19-21).

En un cumplimiento del Salmo 2:1-6, y en una increíble arrogancia, los pueblos de la tierra se preparan para pelear contra el Mesías y Sus ejércitos celestiales. Pero sus líderes, el anticristo y el falso profeta, son capturados de inmediato y lanzados vivos en el lago de fuego que arde con azufre. El gran ejército que los había seguido en esta misión suicida, es destruido por nada menos que la Palabra que sale de la boca del Señor, y los cuerpos de los combatientes son devorados por las aves de rapiña. Les dije que eso no tomaría mucho tiempo ¿verdad?

Apocalipsis 20

Los Mil Años

“Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo” (Apocalipsis 20:1-3)

El propósito del Milenio es ahora revelado. Muchos han pensado porqué Dios pondría este período único de 1000 años entre la Segunda Venida de Cristo y la eternidad. Yo creo que es para responderles a las personas por las tres principales excusas que dan en su fracaso de poder vivir complaciendo a Dios.

La primera excusa se originó en el Edén cuando la mujer culpó a la serpiente por la desobediencia de ella. Desde entonces, la humanidad le ha echado la culpa de su mal comportamiento a la influencia engañosa del diablo. Entonces ahora, Dios tiene atado al diablo por un período de mil años, y, por lo tanto, ya no existe esa mala influencia.

La segunda excusa del hombre ha sido en relación al poder de la tentación al pecado que ofrece el mundo incrédulo en nuestro medio. Entonces, como lo indica la narración del juicio de las ovejas y las cabras, con el establecimiento del Reino todos los incrédulos que sobrevivieron serán removidos de la tierra. Solamente los creyentes que han sobrevivido repoblarán la tierra en el comienzo del Milenio (Mateo 25:31-46).

La tercera excusa ha sido la ausencia física del Señor entre Su pueblo durante 2000 años. Algunas personas dicen que no es justo que Él nos dejara solos por tanto tiempo. Así que durante el Milenio, el Planeta Tierra será el centro principal de operaciones del Universo, con la presencia del Padre en Israel, y del Hijo en la cercana Jerusalén.

En unos pocos versículos más adelante veremos si las cosas son diferentes después de la remoción de estos obstáculos que le han servido de excusas a la humanidad para no ser justa. Pero primero veamos la conclusión de la primera resurrección.

“Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección. Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (Apocalipsis 20:4-6).

Jesús les prometió a Sus discípulos que ellos se sentarán en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel cuando todas las cosas se hicieran nuevas (Mateo 19:28). Y ahora su turno ha llegado, cuando a los muertos creyentes de Israel en el pasado, se les da un cuerpo nuevo para unirse a sus conciudadanos en Israel (Daniel 12:1-2). Y a los mártires de la tribulación también se les da un cuerpo nuevo, completando así la primera resurrección que empezó en el Tumba del Huerto 2000 años antes con nuestro Señor siento las primicias de la primera resurrección (1 Corintios 15:20).

Tomen nota que a pesar de que Juan dijo que estos mártires reinarán con el Señor, nunca les llamó reyes. Entonces, en el libro de Apocalipsis vemos tres grupos de creyentes en el Cielo. Está la Iglesia en Apocalipsis 5 la cual es llamada Reyes y Sacerdotes. Está la multitud de Apocalipsis 7:9-17 la cual servirá a Dios en Su Templo pero nunca se le llama sacerdotes, y está el grupo de mártires de Apocalipsis 20 que reinará Con Cristo pero nunca se les llama reyes. Yo considero que esta es una jerarquía de autoridad con la Iglesia en la posición superior, asistida por los demás.

Y como lo explica el juicio de las ovejas y las cabras, los sobrevivientes de la tribulación son juzgados en este momento también. Todo esto se hace en cumplimiento de Joel 3:14-21.

La Condenación Final de Satanás

“Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar. Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió. Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 20:7-10).

Ahora pasamos un poco más adelante, hacia el final del Milenio, para ver cómo es que el hombre natural se ha comportado ante la remoción de todos los obstáculos que han sido su excusa para tener una vida justa. Durante los 1000 años precedentes, la tierra habrá sido restaurada a su entorno como era en el Edén. Clima perfecto, paz perfecta, gobierno perfecto, condiciones perfectas. Con el retorno de mayores lapsos de vida (Isaías 65:17-25), los seres humanos naturales sobre la tierra se habrán multiplicado grandemente con hijos nacidos de padres creyentes. Y como toda la humanidad antes de ellos, todos estos descendientes tendrán la oportunidad, y de hecho la obligación, de decidir y permitir que la muerte del Señor haya sido la que compró el perdón por sus pecados.

A pesar de tener padres creyentes, condiciones idílicas y un templo en completo funcionamiento en Israel como un memorial para recordarles lo que el Señor ha hecho por ellos, muchos van a rechazarlo para favorecer sus propios remedios para el pecado. De hecho habrá tantas personas que lo hacen que tan pronto Satanás es soltado, podrá reunir un gran ejército en otro intento para sacar al Señor del planeta. Por supuesto que todos ellos serán derrotados y Satanás será lanzado al lago de fuego para siempre, para unirse a su cuadrilla de esbirros en su tormento eterno.

Entonces, ¿cuál es la razón de los mil años? Es para mostrar que no hay circunstancia, no importa lo favorable que sea, en la que una persona infestada de pecado pueda vivir una vida que complazca a Dios. Aun después de mil años de una vida perfecta, de una paz perfecta, y de un gobierno perfecto, aun quedará suficiente pecado residual en el corazón de la persona natural que se rebelará en contra de Dios en la primera oportunidad que tenga. Y de esta manera la séptima dispensación concluye exactamente como concluyó la sexta anterior, con el fracaso rotundo de la persona natural de poder vivir en paz con Dios, siendo necesario ejecutar un juicio en su contra. Jeremías estaba en lo correcto cuando dijo, “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9).

Los Muertos son Juzgados

“Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:11-15).

Mientras que Juan está describiendo eventos del final del Milenio, ahora vuelve nuestra atención a la resurrección de los muertos, la cual sucede en ese momento también. Todo parece indicar que este juicio se llevará a cabo en algún lado en las tinieblas de afuera, puesto que la tierra y su atmósfera inmediata, en la que la Nueva Jerusalén existe, están ausentes.

Todas las personas que han sido condenadas de todas las épocas, de un momento a otro saldrán a la vida para estar de pie ante el Gran Trono Blanco de Dios. Cada una de ellas podrá ver todos los eventos de su vida desarrollarse ante sus ojos, y como todas las que escogieron ser juzgados por sus propias obras finalmente les habrá llegado esa oportunidad. De nuevo todas ellas verán los momentos en los cuales escucharon el Evangelio y lo rechazaron y cómo fracasaron en poder vivir bajo sus propias normas, menos aun en las de Dios.

Algunas personas entienden la frase fueron juzgados cada uno según sus obras, como evidencia de que Dios determinará el castigo de cada cual por su fracaso en aceptar Su perdón en base a la calidad de sus vidas. Aquellas personas que vivieron una “buena” vida, recibirán, comparativamente, un menor castigo y aquellas cuyas vidas fueron peor recibirán un mayor castigo. Según este punto de vista, una vez que alguna persona ha soportado toda la medida de su castigo, esa persona es destruida y deja de existir de cualquier forma posible. Solamente Satanás, el anticristo y el falso profeta, dicen ellos, son los que están destinados para el tormento eterno. A ese punto de vista se le llama el infierno condicional, y se ha introducido en el principal pensamiento cristiano de manera reciente.

Otras personas sostienen la posición tradicional de que el juicio de los condenados produce el tormento eterno para todos ellos. Puesto que la única obra que Dios requiere es que creyeran en Aquel que Él había enviado (Juan 6:28-29) y puesto que no hay nada que la humanidad pueda hacer para sustituir eso, no tiene sentido que Dios los juzgue bajo cualquier otra calificación. Pero sin importar el punto de vista que usted tenga, este juicio no es ninguna oportunidad para esperar, ni aun por un momento, que se pueda cambiar algo, especialmente cuando un pequeño estudio confirma la existencia obvia de Dios, a lo cual le sigue la decisión de recibir Su perdón.

El Lago de Fuego

El lago de fuego es un lugar de tormento en algún lugar desconocido para nosotros, pero el nombre tiene un paralelo interesante en la historia que nos da un modelo claro y terrible sobre el tormento que los condenados sufrirán. El Mar Muerto está lleno de un agua tan rica en sal y otras sustancias minerales, que el cuerpo humano flota en el agua sin ningún esfuerzo. En otras palabras, usted no puede hundirse en esa agua aunque lo intente. En tiempos antiguos el petróleo salía periódicamente a la superficie y se solidificaba en una sustancia como alquitrán, la cual los recolectores la cortaban en trozos del tamaño de un ladrillo y la vendían en la costa. Cuando se volvía a derretir, hacía un buen adhesivo para cementar los bloques de construcción, y los egipcios también la utilizaban para embalsamar. Esa sustancia se extendía tanto sobre la superficie del agua, que los romanos le llamaron el Mar Muerto (Lago Asfaltus), y de allí se deriva la palabra asfalto en español. De tiempo en tiempo, durante una tormenta eléctrica, un rayo caía en la superficie del agua incendiando el asfalto. Cuando eso sucedía, le llamaban “el Lago de Fuego”.

Imagínense por un momento que usted se encuentra en esa agua profunda. Mientras usted pueda mantener su cabeza fuera de la superficie, usted puede respirar. Pero la superficie está en llamas, entonces usted sostiene la respiración para hundirse bajo la superficie del agua y escapar de las llamas. Pero la densidad del agua lo devuelve a la superficie, como si fuera un corcho, hacia el fuego. Y eso es así de día y de noche. Usted se dobla y gira y se retuerce buscando algún lugar en donde poder respirar, aunque sea por un instante. Usted añorará la muerte y la buscará, pero no puede morir porque no hay escape para este castigo. ¿Captó el cuadro?

No permita que esto le suceda a usted. Saque su Biblia y vuelva a leer pasajes como Juan 3:16; Juan 6:28-29, Romanos 10:9-10, Efesios 2:8-9 y Tito 3:4-7. Asegúrese de que usted es salvo y salva. Ningún ataque en contra de la autoridad de la Biblia se ha podido sostener excepto en la mente de aquellas personas que de forma testaruda rehúsan creer a pesar de toda la evidencia. Una persona incrédula aunque fuera la más rica y privilegiada del mundo gustosamente cambiaría de lugar con el mendigo más incapacitado física y mentalmente, como una alternativa a tener que pasar la eternidad en el lago de fuego. Solamente se necesita tomar una decisión. Asegúrese de que ciertamente usted ha tomado la suya, mientras aun hay tiempo para hacerlo.

En nuestra conclusión, la próxima vez, iremos de vuelta al comienzo del Milenio para tener un vistazo más cercano de nuestro hogar eterno así como de los cambios que el Señor tiene en mente para en Medio Oriente. Nos vemos entonces.

 

Título Original: Revelation 19-20

Traducido por Walter Reiche B.

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