El Evangelio Según Pablo… Parte 4

Pablo utilizó la mayor parte de tres capítulos de su carta para mostrarnos la necesidad desesperada que tiene el hombre por un salvador. Cualquier justificación que podamos ganar por nuestros propios medios es totalmente inadecuada para ser aceptada según las normas de Dios. Nosotros necesitamos adquirir una justicia igual a la Suya para poder morar en Su presencia. Gracias a Dios esa justicia está disponible. Fue dispuesta así por el mismo Señor y es impuesta en nosotros por la fe en Su obra completa en la cruz.

Capitulo 5

Paz y Gozo

Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado (Romanos 5:1-5).

El sufrimiento normalmente no es una causa para gozarse, pero como creyentes tenemos el derecho de gozarnos aun así porque “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28). “Regocijaos en el Señor siempre”, nos dice Pablo. “Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4).

Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5:6-8).

Observen cómo dice, “Cristo… murió por los impíos”, y “en que aun siendo pecadores, Cristo murió por nosotros”. Pablo no dice, “Porque ustedes lo merecen” o aun “Si ustedes se hacen merecedores”, sino que simplemente dice, “Cristo murió por los impíos… siendo nosotros aun pecadores”. Jesús murió por todos nosotros también, sin tomar en cuenta nuestros méritos o nuestra justicia, ya sea que lo aceptemos o no. ¿Cómo es que aquellas personas que han rechazado ese regalo pueden justificar el haberlo hecho?

Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación (Romanos 5:9-11).

Salvos de la ira de Dios. Aquí encontramos otra vez esa palabra “de”. La vimos primeramente en 1 Tesalonicenses 1:10 en donde Pablo nos dice que hemos sido librados “de” la ira venidera. La palabra griega es “apo”. Esta denota partida y separación, como la separación de una parte del todo, colocando una distancia entre ellas, tanto en espacio como en el tiempo, y de manera abrumadora significa “de” o “fuera de”. Antes de la ira venidera, todas aquellas personas que son salvas serán separadas de las que no lo son. Separadas en el espacio y en el tiempo. Eso quiere decir que no vamos a estar aquí cuando eso suceda. Nosotros hemos sido justificados (hechos justos), hemos sido reconciliados (devueltos al favor de Dios), y hemos sido salvados (rescatados del peligro y la destrucción). ¡Alaben al Señor!

La Muerte por Medio de Adán, la Vida por Medio de Cristo

Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir (Romanos 5:12-14).

Solamente había un mandamiento en tiempos de Adán, y él lo quebró. Esto trajo la muerte y permitió que el pecado entrara así al mundo. A pesar de que los mandamientos aun no se habían dado y, por lo tanto, el pecado no se estaba midiendo, el pecado estaba ahora en el mundo y todas las personas pecaron, por lo que todas ellas murieron.

Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo. Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación. Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia (Romanos 5:15-17).

A pesar de que todas las personas mueren debido al pecado de una sola, la muerte del Señor hace mucho más que simplemente restaurar a las personas a la vida. Innumerables bendiciones se acumulan para aquellas personas que reciben el regalo de la gracia de Dios, tanto en esta vida como en la próxima.

Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.

Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro (Romanos 5:18-21).

La única falta que cometió Adán tendría como resultado la condenación de toda la humanidad. La Ley fue dada para mostrarnos lo pecadores que verdaderamente somos. Pero la muerte de nuestro Señor nos trajo un regalo de gracia lo suficiente como para cubrir todos nuestros pecados y dotarnos con la justicia que es igual a la justicia de Dios, pudiendo calificar así para que tengamos vida eterna con Él (2 Corintios 5:21).

Capitulo 6

Muertos al Pecados, Vivos en Cristo

¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.

Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado (Romanos 6:1-7).

Este regalo de la gracia no es ninguna licencia para pecar. Al contrario, nosotros hemos sido liberados de la atadura del pecado. Ahora es que podemos escoger vivir una vida agradable a Dios, sin ser esclavos sino libres. Conforme nos sumergimos en las aguas bautismales nuestro otro yo murió, y nacimos de nuevo convertidos en una nueva creación, con un nuevo potencial y nuevas posibilidades. ¡Lo viejo se ha ido, y lo nuevo ha llegado! (2 Corintios 5:17). No es que llegará, sino que ha llegado. En los ojos del Señor ahora somos tan justos como Él es, con el poder de vivir una vida que Él siempre ha deseado que vivamos. Una vida que le da la gloria a Él y la paz a nosotros.

Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive.

Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia (Romanos 6:8-14).

Únicamente los creyentes gozan del poder de la elección en sus vidas. Puesto que hemos sido liberados de la atadura del pecado, podemos escoger vivir una vida que los incrédulos nunca pueden esperar vivir, y podemos hacerlo sin temor al fracaso, aspirando a sus niveles más altos, sabiendo que Su gracia es suficiente cuando caemos. No importa cuán grande sea el desastre de ayer, con cada mañana llega un nuevo comienzo, lleno de promesas.

Esclavos de la Justicia

¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.

Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (Romanos 6:15-23).

La canción de Dylan dice, “Puede ser el diablo o puede ser el Señor, pero tú tendrás que servir a alguien”. Nosotros podemos servir al dios de este mundo el cual ofrece la muerte como recompensa, o podemos escoger servir al Dios de Vida y recibir así una porción eterna de Su abundancia. Esos son nuestras dos únicas alternativas. El incrédulo vuelve a ver su vida mundana y anhela otra oportunidad, porque sabe que él tiene todo lo que va a poder tener jamás. El creyente mira hacia delante hacia la vida eterna porque él sabe que eso es lo mejor que está aun por venir. Selah. 27/01/2007.