Salmo 76

Dios es conocido en Judá; en Israel es grande su nombre. En Salem está su tabernáculo, y su habitación en Sion. Allí quebró las saetas del arco, el escudo, la espada y las armas de guerra.

Glorioso eres tú, poderoso más que los montes de caza. Los fuertes de corazón fueron despojados, durmieron su sueño; no hizo uso de sus manos ninguno de los varones fuertes. A tu reprensión, oh Dios de Jacob, el carro y el caballo fueron entorpecidos. Tú, temible eres tú; ¿Y quién podrá estar en pie delante de ti cuando se encienda tu ira? Desde los cielos hiciste oír juicio; la tierra tuvo temor y quedó suspensa?

Cuando te levantaste, oh Dios, para juzgar, para salvar a todos los mansos de la tierra. Ciertamente la ira del hombre te alabará; tú reprimirás el resto de las iras.

Prometed, y pagad a Jehová vuestro Dios; todos los que están alrededor de él, traigan ofrendas al Temible. Cortará él el espíritu de los príncipes; temible es a los reyes de la tierra.

En esta Era de la Gracia nos hemos familiarizado muy bien con el Señor. Pero dicen que la familiaridad acarrea el desdén. En nuestro caso, eso lo hace ser menor a lo que en realidad es. La “leche en polvo” con que nos alimentaban sobre el Gentil Jesús, el “trabajador social en sandalias” que caminó en las costas del Mar de Galilea, acariciando a los niños en la cabeza y diciéndole a todo el mundo que pusieran la otra mejilla, estaba bien para los principiantes. Pero también necesitamos saber que Él es el Creador del universo que posee un poder inimaginable. Una generación de teología liberal ha hecho que muchos se olviden de ese poder.

Cuando el rey asirio Senaquerib rodeó a Jerusalén con sus ejércitos para hacerle la guerra, despertó a la mañana siguiente para encontrarse que 185.000 de sus soldados habían muertos la noche anterior (2 Reyes 19:35). ¿Cuándo fue la última vez que usted vio un campo de batalla lleno de soldados enemigos muertos que habían venido a matarlo, muertos por el poder de Dios y nada más? Le garantizo que esa mañana, Senaquerib le tenía un gran respeto al poder de Dios.

En el Antiguo Testamento era Su poder lo que la gente veía más. En el Nuevo Testamento es Su amor. El problema que muchos judíos y cristianos comparten es que solamente leen la mitad del Libro por lo que únicamente han visto una faceta de Su personalidad.

Para los judíos, Dios es un guerrero poderoso que no aguanta a los necios ni un poquito, así que “mantengan su distancia”. Esa actitud los priva de la intimidad que Él quiere tener con ellos. Para nosotros está bien subirnos a los regazos de Papá para consolarnos, pero ¿puede Él en verdad derrotar a nuestros enemigos? Muchos de nosotros no estamos seguros así que ni preguntamos.

La única solución, por supuesto, es leer ambas partes del Libro. Es la única manera de verdaderamente llegar a conocer al Autor. Cuando usted lo haga salga a pedir algo grande, y cuando lo reciba, recuerde que fue Su amor lo que hizo dárselo y fue Su poder lo que lo logró. Sin ambos, Él no sería Dios.