El Relato de Noé. Parte 2

Parte 2

Como lo mencioné antes, la gente de la tierra nunca había visto llover en su vida. Con la bóveda de vapor de agua que el Señor había colocado alrededor de la tierra para crear su atmósfera y proteger a sus habitantes, el clima casi siempre era perfecto, comparable al día más lindo del verano en el tiempo de ustedes, con solamente la más suave de las brisas. Cada noche, el vapor de agua subía de la tierra para nutrir la vegetación, produciendo una neblina muy fina que se posaba sobre todas las plantas y manteniendo todo limpio y fresco. Era verdaderamente un asombroso ejemplo de la atención que Dios puso en los detalles para hacer perfecta Su creación.

Pero ahora, por primera vez en la vida, el agua comenzó a caer del cielo cuando la bóveda de vapor de agua colapsó sobre la tierra. Al mismo tiempo, la suave niebla que subía de la tierra durante la noche se convirtió en grandes fuentes de agua, muy numerosas para contarlas y que crecieron hasta formarse en géiseres de agua de varios cientos de metros de altura. Parecía que el agua brotaba de todos lados. Esto comenzó el día diecisiete del segundo mes, 1.656 años después de la creación de Adán, y continuó durante cuarenta días y cuarenta noches. Nosotros pensamos que eso nunca acabaría. Con el colapso de la bóveda de vapor de agua, los vientos comenzaron a soplar y por primera vez, sentimos el clima huracanado sobre la tierra. ¡Diga si estábamos asustados!

Pero las dimensiones que el Señor nos dio para construir el arca resultaron ser las perfectas para obtener la mayor estabilidad en las aguas turbulentas mientras flotábamos en ellas, y a pesar de que este era nuestro primer viaje (en realidad el primer viaje de cualquier ser humano), nos sentíamos relativamente cómodos a bordo. Después de cuarenta días, toda la tierra estaba cubierta por el agua, aun las montañas más altas quedaron por lo menos a seis metros debajo del agua, y durante 150 días el agua permaneció en ese nivel conforme nosotros flotábamos en este mar sin fin. Aquellas personas que conocen el principio de la hidráulica saben que el agua busca su propio nivel. Si cubre la montaña más alta en un lugar, del mismo nivel tiene que ser en todos los demás lugares, y las montañas en nuestra área tenían más de cinco mil metros de altura. Por supuesto, yo no visité todos los lugares de la tierra durante nuestro largo viaje, pero solamente puedo decirles que durante todo ese tiempo nunca vi ni siquiera un pedacito de montaña que saliera del agua. Para nosotros en el arca, parecía como si toda la superficie de la tierra estaba completamente cubierta de agua. (¿Sabían ustedes que si hoy día se pudiera levantar todo el fondo de los océanos al nivel del mar y se pudieran bajar todas las montañas al mismo nivel, hay suficiente agua en la tierra para cubrirla a una profundidad de casi cinco mil metros?)

Dicho todo lo anterior, estuvimos dentro del arca 370 días. Muchas personas han pensado qué fue lo que hicimos durante todo ese año, pero lo que es verdaderamente milagroso se revela en lo que no hicimos. No hubo ninguna muerte como tampoco ningún nacimiento durante ese tiempo, tanto entre los humanos como entre los animales. Tampoco pasamos nuestro tiempo limpiando los desechos de los animales. El Señor los puso en un estado de hibernación suave, requiriendo únicamente el mínimo de alimento. Eso fue bueno también. Pueden ustedes imaginarse el hedor de estar viviendo en un granero gigantesco con más de 36.000 animales que procesan los alimentos por un lado y los expulsan por el otro, durante más de un año, sin contar con ningún lugar para poner los desechos, y menos enterrar a los animales muertos. El Apóstol Pedro estaba en lo correcto. El Señor sí sabe rescatar de las pruebas a las personas piadosas mientras reserva a los impíos para el juicio (2 Pedro 2:9). En toda la tierra solamente las criaturas que vivían en el mar y nosotros, sobrevivimos. Más tarde, el recuerdo de este tiempo sería recreado en la mente de los paganos con la leyenda del continente perdido de Atlántida.

Pero finalmente, en el día diecisiete del séptimo mes, cinco meses del día en que el Señor cerró la compuerta del arca, el arca se asentó en los montes de Ararat, muy por encima de las fértiles planicies de Mesopotamia al oeste. Cuando escuchamos el sonido del fondo del arca cuando tocaba la tierra firme, supimos que el tiempo de juicio había pasado y que había comentado el tiempo de un Nuevo Comienzo. Siglos más tarde, en Egipto, el Señor ajustó el calendario de mi pueblo haciendo que el séptimo mes fuera el primer mes (vean Éxodo 12:1-2), y 1.400 años después, en el día diecisiete de lo que hoy es el primer mes, nuestro Salvador, el Señor Jesús, salió de Su tumba, indicando también de esa manera que el tiempo del juicio había pasado y el tiempo del Nuevo Comienzo había iniciado. El Nuevo Comienzo final en el aniversario del primero. ¿Alguna coincidencia?

Conforme las aguas empezaron a disminuir, yo empecé a enviar palomas para explorar la situación. Después de que durante varios meses regresaron sin traer nada consigo, una finalmente regresó con una hoja fresca de olivo en su pico. Puesto que los árboles del olivo crecen en lugares de baja altura, supe que el agua finalmente se había retirado. Quité la cubierta del arca en el día primero del mes primero del año 601 de mi vida, y pude ver que la tierra estaba seca. Un mes y 27 días más tarde, el Señor nos ordenó salir del arca y soltar los animales. Habían pasado 53 semanas desde la última vez que habíamos estado en tierra firme, y eso fue una verdadera sensación. Ahora éramos los únicos seres humanos que habitaban en un mundo recién limpiado sin nada más que la promesa por delante.

Después de haber descendido del monte, levanté un altar en agradecimiento, y ofrecí en sacrificio algunos de los animales limpios que el Señor me había indicado para ese propósito. Conforme el Señor aspiraba ese olor agradable, prometió que nunca más maldeciría la tierra debido a las malvadas inclinaciones del hombre, y nunca más destruiría a todo ser viviente de la misma manera. Mientras la tierra permaneciera, habría ahora modelos de estaciones climáticas, cuya regularidad sería un recuerdo de Su promesa. Y entre mi pueblo surgió la tradición de que el lugar en que había erigido ese altar, era el mismo lugar en que Adán había levantado uno a la entrada del Huerto. Era el mismo lugar en que Jacob un día tendría el sueño de los ángeles que ascendían y descendían del cielo por una escalera, y en donde el Rey Salomón colocaría el Lugar Santísimo en el glorioso Templo de Dios que construyó.