Apocalipsis 1

Un Estudio Bíblico por Jack Kelley

 Prólogo

“La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto. Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca” (Apocalipsis 1:1-3).

Era el año 95 d.C. Ya habían pasado más 60 años desde que Jesús había caminado entre Su pueblo. Jerusalén y el Templo habían sido destruidos, y los judíos habían sido derrotados. Pablo había muerto decapitado en Roma, cerca de 30 años antes. Pedro había sido crucificado cerca del mismo tiempo. De todos los discípulos, solamente Juan estaba vivo. Él había escrito el Evangelio que lleva su nombre y sus tres cartas unos años antes, y había servido por un tiempo como obispo en la Iglesia de Éfeso, cuando se trasladó a vivir allí con María, la madre del Señor, cerca del año 70 d.C. cuando el Templo fue destruido.

Y no es que los romanos ni los judíos le hayan dejado tranquilo. La tradición cuenta que intentaron matarlo varias veces, y aun lo echaron vivo dentro de una caldera de aceite hirviendo, pero el Señor impidió que muriera, cumpliendo así Su promesa en Juan 21:22. (En respuesta a la pregunta de Pedro de qué sería de Juan, Jesús le respondió, “Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú”.) Finalmente, los romanos lo exilaron en la Isla de Patmos, una prisión tipo colonia, fuera de la costa de lo que hoy día es Turquía, creyendo que así no volverían a saber de él,

Pero el Señor tenía otros planes y se le apareció personalmente a Juan ordenándole que escribiera una última carta y la enviara a las siete iglesias en Asia Menor. Ya anciano al final de sus días, Juan estaba por embarcarse en uno de sus mayores retos. Después de escribir el Libro de Apocalipsis, murió de causas naturales cerca del año 100 d.C.

Dicho sea de paso, los amigos preteristas han tenido que fechar el Libro de Apocalipsis con una fecha más temprano para poder darle vuelta al versículo uno, porque alegan que todo se cumplió en el año 70 d.C., pero ustedes no deben de molestarse. En primer lugar, la fecha del año 95 d.C. ha quedado bien establecida, y la palabra traducida “pronto” en realidad significa rápidamente, y denota la velocidad con la que los eventos se desarrollarán una vez que inicien y no su cercanía cronológica a los días de Juan.

Salutaciones a las Siete Iglesias

“Juan, a las siete iglesias que están en Asia:

Gracia y paz a ustedes, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono; y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra.

Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.

He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén.

Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Apocalipsis 1:4-8).

De los 404 versículos que contiene el Libro de Apocalipsis, 278 son tomados del Antiguo Testamento. De hecho, el único libro no citado es el de Ester. Entonces no es de sorprenderse que encontremos construcciones gramaticales del Antiguo Testamento como, por ejemplo, el que es, el que era y el que ha de venir, y los siete espíritus que están delante de Su trono. La primera expresión es una traducción aproximada del Nombre de Dios, y la segunda es el Nombre del Espíritu Séptuplo de Dios. Veremos muchos de estos a través del Libro de Apocalipsis, y en el capítulo 19 veremos la palabra no traducida “Aleluya” (que significa “Gloria a Dios”) que se utiliza cuatro veces. Es en el único lugar en que esta palabra aparece en el Nuevo Testamento. De hecho, el Apocalipsis tiene tantos matices del Antiguo Testamento que algunas personas creen que Juan estaba en realidad traduciendo del hebreo al griego conforme escribía.

La frase “Alfa y Omega” se deriva de la primera y última letras del alfabeto griego, y se refiere a Dios el Padre y recuerda Su llamado a Israel. “Ustedes son mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí, para que me conozcan y crean, y entiendan que yo mismo soy; antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí. Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve” (Isaías 43:10-11). Esta frase la utilizaría Jesús después para Si mismo.

Una Visión del Hijo del Hombre

“Yo Juan, hermano de ustedes, y copartícipe con ustedes en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea” (Apocalipsis 1:9-11).

Por medio de esta orden queda claro que Juan en realidad iba a ser testigo de algunos eventos que el Señor quería que documentara y luego que distribuyera a las siete iglesias que había nombrado. Algunas personas alegan que Juan vio todo esto durante un Sabbat, mientras que otras dicen que él fue transportado a través del tiempo al Día del Señor. Me parece que esto último es lo más acertado.

“Me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro; su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza” (Apocalipsis 1:12-16).

A pesar que el varón que hablaba con Juan estaba refulgentemente vestido y tenía apariencia de ser fuera de este mundo, Juan sí le reconoció. Ya Juan lo había visto así anteriormente, en el Monte de la Transfiguración. “Y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz” (Mateo 17:2) ¡Era el Señor!

“Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.

Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas. El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias” (Apocalipsis 1:17-20).

De esta manera, el Señor divide el Libro de Apocalipsis que Juan va a escribir, en tres secciones. Las cosas que Juan ha visto, que son las contenidas en el capítulo 1, las cosas que son, las cuales comprenderán los capítulos 2 y 3, y las cosas que serán después de estas, que son las comprendidas en los capítulos 4 al 22.

El hecho de que al Señor se le vea en pie en medio de siete candeleros de oro indica Su involucramiento directo con la iglesia, y el que sostenga las siete estrellas en Su mano derecha, nos habla de la íntima relación que Él tiene con los líderes de las mismas. Ya sea que los veamos como los pastores o como vigilantes angelicales, Él los tiene en la palma de Su mano. El número siete es una figura prominente en el Libro de Apocalipsis. De hecho, antes que terminemos, veremos que se utiliza 52 veces. Y es curioso ver que 5 + 2 son ¡siete!

La mención del Señor de ser “el primero y el último” muestrea los pasos más importantes en un proceso de fabricación. La palabra griega traducida “primero” es prótos de donde se origina la palabra “prototipo”. El prototipo es el original. Es el que fila la norma de la que saldrán todas las demás copias y que serán comparadas, en exactitud, con el original (el primero, el prototipo). “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8:29). Cuando seamos perfeccionados seremos copias exactas de nuestro prototipo, el Señor, y esa es la manera como Dios ya nos ve (2 Corintios 5:17).

Y la palabra griega traducida como “último” es esjatos, un superlativo, el ejemplo perfecto, lo más alto y mejor que se puede obtener. A pesar de que estamos destinados a ser como Él es y actuar como Él, nunca podremos ser Él.

Y de esta manera termina el Capítulo 1, pero apenas estamos empezando. Hay mucho más adelante. Nos vemos.

 

 

Título Original: Revelation 1

Traducido por Walter Reiche B.

walterre@racsa.co.cr