Domingo, 14 de agosto de 2016
Un estudio bíblico por Jack Kelley
Alguna de la confusión referente a la permanencia de nuestra salvación se deriva de nuestro fracaso en distinguir entre dos factores de nuestra relación con el Señor, la unión y la comunión.
La base y la posición
La unión describe la base de nuestra relación y se explica en Juan 17:20-23. El resumen del pasaje se encuentra en el versículo 23: “Yo en ellos, y Tú en Mí”.
Efesios 1:13-14 y 2 Corintios 1:21-22 declaran con claridad que en el momento de creer nos unimos con Dios y el Espíritu Santo es sellado en nosotros como “un depósito que garantiza nuestra herencia (las arras)” En Juan 17:23 Jesús afirma estar en nosotros también. Puesto que el Padre está en el Hijo y el Hijo en nosotros, luego el Padre también está en nosotros. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, como un todo en nosotros. Unión
La comunión define la posición de nuestra relación en un momento dado en el tiempo. ¿Nos encontramos juntos frecuentemente y conversando a menudo, o algo se ha interpuesto entre nosotros, causando que nos separemos el uno del otro?
La necesidad de ambos es clara
El Señor quiere que aprendamos las lecciones enseñadas por Israel, y la primera es que el mejor esfuerzo hecho por el hombre no puede producir ninguna vida lo suficientemente buena para cumplir con las normas de Dios para la justificación.
Pero aun así, Él aun quiere que vivamos de una manera que le sea agradable a Él, obedeciendo Sus leyes y recibiendo Sus bendiciones. Él sabe que seríamos más felices y que viviríamos más tiempo de esa manera. Y esa es la segunda lección.
Por supuesto que solamente podemos ser verdaderamente libres para vivir unas vidas felices y bendecidas, si no estamos en constante temor de perderlo todo, y aun así, nuestra naturaleza pecaminosa causará que aun lo mejor de nosotros se quede corto en muchas ocasiones. Entonces, Él se aseguró de que Su promesa de una Vida Eterna pudiera permanecer independientemente de nuestros méritos al haber Él pagado todo el precio, y luego hacerlo irrevocable al sellarse Él mismo en nosotros. Un viejo himno lo llama “Seguridad Bendita”. Él le llama unión.
Y Él se aseguró de que cuando continuamos pecando al quebrar Sus leyes aun después de haber sido salvos, podemos restablecer nuestra relación al simplemente confesar nuestros pecados y pedir Su perdón. A eso se le llama mantener la comunión y Él lo hizo posible al pagar todos los pecados de nuestra vida por adelantado.
¿A quién le llaman terco?
Él sabía que siendo nosotros unas criaturas tercas y rebeldes, algunas veces negaríamos nuestros pecados, justificando nuestro comportamiento y rehusando arrepentirnos. Puesto que Él nunca puede tolerar el pecado, Él sabía que esto interrumpiría nuestra comunión con el resultado de que Él quitaría su bendición temporalmente (a eso se le llama disciplina). Él espera que esto provoque nuestro arrepentimiento y que confesemos nuestros pecados para poder ser perdonados y restaurados, no teniendo ningún temor de ser rechazados o negados (1 Juan 1:8-10).
Existen dos razones por las que muchos cristianos viven unas vidas derrotadas e improductivas.
- Se les ha enseñado una doctrina que omite cualquier referencia a la Santidad y así están viviendo fuera de comunión sin siquiera saberlo
- Ellos han sido convencidos de que de alguna forma se encuentran más allá del perdón de Dios y por consiguiente no pueden restablecer su comunión con Él.
En ambos casos se está ignorando la advertencia y la promesa en 1 Juan 1:8-10 y se convierten en los principales blancos de las armas de la artillería de Satanás.
La oración del Señor
Entonces, la próxima vez que usted ore “Y perdónanos nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a quienes pecan en contra nuestra” usted se dará cuenta de que está pidiendo que se le restaure a la comunión después de haberse enojado con alguna persona que le ha hecho algún daño.
Usted la ha perdonado así que usted puede ser también perdonado por ese enojo (Mateo 6:14). Ya sea que esté justificado o no, el enojo es pecado (Mateo 5:22).
Y luego tenemos Hebreos 6:4-6
La próxima vez que usted lea este famoso pasaje, se dará cuanta de que el escritor estaba advirtiéndoles a los judíos mesiánicos que si ellos se volvían a los sacrificios de animales para la expiación de sus pecados (cayendo de nuevo en el ritual judío), ya les sería imposible volver a restaurar su comunión con el Señor. La sombra había sido reemplazada por la realidad. Él no los estaba amenazando con la pérdida irrecuperable de la salvación, sino con la pérdida de la comunión.
¿Cómo es que usted sabe eso?
Hay muchos lugares que podemos buscar para respaldar la idea anterior, pero quizás el más claro se encuentra en la parábola del Hijo Pródigo. Esta se encuentra en Lucas 15:11-32, si usted desea repasarla.
Hay dos puntos que son críticos.
- Cuando el hijo exigió el derecho de irse de la casa de su padre para seguir su propio camino, él no dejó de ser el hijo de su padre
- y cuando finalmente entró en razón y retornó, su padre le dio la bienvenida con una celebración. La unión nunca se rompió y la comunión se restableció incondicionalmente.
Cuando usted le entregó su corazón a Jesús, Él le dio la autoridad para convertirse en hijo de Dios (Juan 1:12).
Puesto que ya usted es Su hijo, también es Su heredero (Gálatas 4:4-7) y la herencia que usted tiene es la vida eterna (Tito 3:7).
Los pecados no confesados que usted tiene interrumpirán su comunión con Dios, pero usted nunca dejará de ser Su hijo.