¡Anímense!

Q

Miércoles 6 de diciembre de 2023

P: En Juan 16:33 Jesús dijo que en este mundo tendríamos aflicciones, pero debemos tener ánimo, confianza, porque Él ha vencido al mundo. Tengo que decir que no sé exactamente lo que Jesús quiso decir cuando dijo esto. En mi cabeza yo sé que no hay nada más poderoso que Dios o Jesús y que Él siempre tiene la palabra final cuando se trata de algo en el mundo. Pero ¿cómo debemos animarnos con respecto al dolor y el sufrimiento?

A

R: Jesús estaba hablando acerca de las pruebas y aflicciones de todos los días de este mundo, y diciéndonos que no debemos permitir que eso nos domine, porque un día pronto, todo eso va a terminar para nosotros, y entonces podremos disfrutar de la vida eterna con Él. Esto sucederá porque Él ha vencido al mundo.

Él tomó todo lo que este mundo podía lanzarle, y aún después que lo mataron, Él salió de Su tumba y se sentó a la derecha de la Majestad. Debido a que Él lo hizo, ese mismo futuro nos espera a nosotros (Efesios 2:4-7).

Un compañero de este versículo es Filipenses 4:4-7 en donde Pablo escribió, “Regocíjense en el Señor siempre. Y otra vez les digo, ¡regocíjense! Que la gentileza de ustedes sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. No se preocupen por nada. Que sus peticiones sean conocidas delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias, Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.”

Sin importar las circunstancias, siempre debemos regocijarnos del hecho de que a Quien pertenecemos es mayor que todos nuestros problemas. Él ha vencido al mundo, y al poner nuestra confianza en Él y solo en Él, nosotros venceremos al mundo también. Aún si el príncipe de este mundo intenta afligirnos no debemos temer, porque mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).

Pero nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; él transformará el cuerpo de nuestra humillación, para que sea semejante al cuerpo de su gloria, por el poder con el que puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Filipenses 3:20-21).