¿Cómo pueden ser creyentes sin el Espíritu?

Q

Viernes, 18 de mayo de 2018

P: 1 Corintios 2:14 dice, “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.” ¿Me podría ayudar a entender esto más profundamente? Yo tomo por este versículo que las personas incrédulas (aquellas que no son nacidas de nuevo) quienes no tienen la guía del Espíritu Santo rechazan la palabra de Dios, o simplemente no la entienden. Siguiendo esta línea de pensamiento, ¿son solamente las personas creyentes las que pueden entender la palabra de Dios? ¿Entonces, cómo es que las personas incrédulas se hacen creyentes si no pueden entender las cosas o la palabra de Dios?

A

R: Yo he escuchado a un número de personas creyentes que dan testimonio al hecho de que nunca entendieron la Biblia sino hasta que fueron salvas. Yo mismo tuve esa experiencia. Por consiguiente, yo creo que Pablo estaba de hecho diciendo que es imposible para una persona incrédula entender la palabra de Dios. Él dijo que la persona sin el Espíritu no puede entender las cosas que vienen del Espíritu de Dios porque se han de discernir espiritualmente.

El hecho es que muchas personas no se hacen creyentes porque entienden la palabra de Dios. Estas personas entienden la Palabra de Dios porque ya son creyentes. En Romanos 8:29-30 Pablo explicó el proceso.

Mucho antes que el primer hombre fuera creado, Dios miró a través del tiempo y “vio” a cada persona que escogería aceptar el perdón que Jesús compró para nosotros en la cruz. En ese momento Él nos reservó un lugar en el Cielo. En el momento apropiado de nuestra vida Él nos llamó para que tomáramos la decisión que Él ya había “visto” que tomaríamos. Cuando respondimos, como Él sabía que lo haríamos, Él aplicó ese perdón a nuestros pecados y nos salvó.

En ese momento Dios nos dio dos cosas; la primera fue el regalo de la fe para creer que somos salvos (Efesios 2:8) y la segunda fue Su Espíritu, el cual Él puso en nuestros corazones (2 Corintios 1:21-22). Habiendo recibido estas dos cosas, finalmente podíamos entender Su palabra, y lo que antes nos había sido confuso se aclaró. Esta claridad produjo que la semilla de fe que Él nos había dado brotara y creciera, produciendo una fe más profunda y permanente.