El don del Espíritu Santo

Q

Martes 29 de septiembre de 2020

P: Tengo una pregunta acerca de este versículo: “Pues si ustedes, siendo malos, saben darles buenos regalos a sus hijos, ¿cuánto más su Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” Mi pregunta es, ¿Jesús implicó que debemos pedir el Espíritu Santo? Yo creía que el Espíritu Santo ya había sido sellado en nosotros por Dios cuando creímos la primera vez.

A

R: Usted se está refiriendo a Lucas 11:13, la última frase en un párrafo que empieza en el versículo 9.

Puesto que el contexto de Lucas 11:9-13 es la enseñanza del Señor sobre “Pida, Busque, Llame”, lo cual es sobre la salvación, Él tenía que estar refiriéndose al Espíritu Santo que le era dado a cualquier persona que pidiera la salvación. Por consiguiente, su creencia de que recibimos el Espíritu Santo al momento de creer es correcta. Eso sucede así.

En el momento de la salvación, se nos da el sello del Espíritu Santo, el cual viene a morar en nosotros (Efesios 1:13-14, 2 Corintios 1:21-22). Cuando él llega nos trae los dones espirituales que Él ha determinado que vamos a necesitar para cumplir nuestro propósito en la Iglesia (1 Corintios 12:7-11).

Conforme aprendemos a escuchar Sus indicaciones y entregamos nuestras vidas a Su dirección, Él nos facultará para obtener la victoria sobre las pruebas y las tentaciones que enfrentamos. No se requiere ningún “relleno” adicional para esto. Él siempre está allí, listo para ayudar, desde el primer momento en que creímos. Solamente tenemos que escuchar a Su voz y seguir Su dirección.

De vez en cuando podemos enfrentar alguna situación que requiere una corta irrupción de poder sobrenatural, como cuando estamos ofreciendo una oración de sanidad o de liberación, o trayéndole un mensaje importante a la Iglesia. En estos casos el Espíritu Santo “vendrá sobre” nosotros para darnos el poder necesario.

Cuando eso sucede podemos sentir la diferencia, como si Él estuviera tomando control de nosotros y nosotros solo estamos allí para el paseo. Después de eso sabremos que no estábamos actuando por nuestra propia fuerza, sino en Su fuerza. Sabremos que Él vino sobre nosotros y nos llenó con Su poder, igual a como lo hizo con los apóstoles en Hechos 2.