Martes 22 de febrero de 2022
P: He escuchado un sinnúmero de argumentos de varias personas cristianas acerca de no consumir bebidas alcohólicas. Y, mientras que entiendo totalmente el no tomar alcohol del todo, los únicos versículos en la Biblia que puedo encontrar acerca del alcohol, es el pecado de la borrachera. Esto, para mí en lo personal, no es un problema porque no tomo bebidas alcohólicas del todo. Pero luego están aquellos ciertos grupos religiosos que dicen que aún el consumo de cafeína (agua de soda y café) es pecado.
Su argumento es que no debemos estar introduciendo nada en nuestros cuerpos que alteren nuestro estado mental/ser, porque nuestro cuerpo es un templo, y debe de estar tan puro como sea posible evitando del todo la cafeína y el alcohol. Yo no estoy del todo de acuerdo con eso, porque creo que eso es una regla humana y no es algo que ellos hayan podido sacar de las Escrituras. Cuando intento decirles a estos cristianos que el único pecado es la borrachera (como lo menciona la Biblia), ellos son insistentes en cuando a que el consumo de cualquiera de esas bebidas es pecado por lo que debemos alejarnos de ellas. ¿Debo considerar donar mi percolador de café, o es que estos cristianos están poniéndole su propio significado a esas Escrituras?
R: Usted está en lo correcto al decir que el tomar no es un pecado, pero la Biblia sí habla en contra de la borrachera. Dios les permitió a los israelitas comprar, con su dinero del diezmo, vino y otras bebidas fermentadas para ser consumidas durante la fiestas otoñales (Deuteronomio 14:22-26). Y Jesús proveyó vino para las bodas en Caná (Juan 2:1-11). Ninguna de estas cosas pudo haber sucedido si el tomar bebidas alcohólicas fuera un pecado.
La Biblia no habla específicamente de bebidas que contienen cafeína, pero Jesús dijo que no es lo que entra en la boca de una persona lo que la contamina, sino que es lo que sale de la misma (Mateo 15:11). Y en colosenses 2:16 Pablo dijo de no permitirle a alguien juzgarnos por lo que comemos y bebemos.
Obviamente todas las personas tienen el derecho de decidir lo que van a comer y a beber, o no. Pero ellas no tienen el derecho de imponer sus opiniones en nadie más, especialmente cuando están usando la Biblia incorrectamente como su autoridad