La Seguridad Eterna y los creyentes maduros

Q

Miércoles 17 de noviembre de 2021

P: Yo creo en que una vez que somos salvos siempre somos salvos (La Seguridad Eterna), pero escucho a algunas personas que dicen que cuando uno es un creyente maduro, uno tiene la elección de “dejar la casa” y renunciar a su salvación y ser condenado. Dios no va a permitir que un creyente inmaduro deje la casa, puesto que esa persona no conoce algo mejor, sino que cuando él o ella llegan a conocer sobre alejarse de Dios, puede tomar la decisión e irse al infierno. ¿La Biblia ciertamente dice que cuando uno es un creyente maduro uno puede alejarse y ser condenado?

A

R: La Biblia no hace esa clase de afirmación. Piénselo. Una persona que es creyente madura es alguien que conoce lo que cree y porqué lo cree. Esas personas han adquirido un conocimiento bíblico y han entendido los conceptos tanto de la vida eterna como del castigo eterno. ¿Cree usted realmente que esa clase de persona conscientemente rechazaría la vida eterna en favor del castigo eterno?

Pero lo que es más importante es que la Biblia claramente argumenta en contra de esta noción absurda. Por ejemplo, en Efesios 1:13-14 Pablo dijo que nuestra salvación quedó garantizada desde el momento en que creímos y el Espíritu Santo fue enviado a nosotros como un sello marcándonos como posesión de Dios. 2 Corintios 2:21-22 confirma lo anterior al decir que en efecto Dios ha tomado posesión nuestra y es Él quien nos hace estar firmes en Cristo. En 1 Corintios 6:19-20 Pablo dijo que somos un Templo del Espíritu Santo y ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino que hemos sido comprados por precio. En Juan 10:27-30 Jesús dijo que nadie nos podrá arrebatar de Sus manos ni de las manos de Su Padre. Y en Romanos 8:38-39 Pablo dijo que ningún poder en el Cielo o en la Tierra nos podrá separar del amor de Dios. Estos pasajes dejan claro que una vez que nos convertimos en personas creyentes le pertenecemos a Dios y ya no podemos elegir apartarnos de Él.

Por consiguiente, una persona que se aleja, o “deja la casa” como usted lo puso, nunca perteneció a la casa en primer lugar. Juan dijo que si esas personas hubieran pertenecido habrían permanecido con nosotros, pero su partida mostró que ninguna de ellas pertenecía con nosotros (1 Juan 2:19).