La Seguridad Eterna y el hijo pródigo

Q

Jueves 29 de octubre de 2020

P: Yo he sido convertido a la Seguridad Eterna (SE) debido a su ministerio. Sin embargo, debo estar en desacuerdo con el uso de la parábola del hijo pródigo como prueba de la doctrina de la SE (Una vez salvos siempre salvos). Esa es la historia de un hijo licencioso y un hijo legalista, quienes no tenían una relación con su padre, ya que uno estaba en un país lejano y el otro estaba en un campo lejano. La única manera como una persona puede ser salva es a través del arrepentimiento y antes que el hijo pródigo se arrepiente, él no es otra cosa sino un joven tratando de llenar su vida.

A

R: Primero, repasemos el significado de arrepentirse para asegurarnos que estamos hablando de lo mismo. La palabra griega traducida “arrepentirse” en la Biblia es “metanoeo”. Quiere decir cambiar de manera de pensar acerca de algo. Es una combinación de “meta” (después) y “noeo” (percibir o entender). Es como decir, “Antes yo creía de una manera, pero eso fue antes de entender. Ahora que entiendo, yo creo de manera diferente. Me he arrepentido.”

Pero la importancia de la parábola en lo que a la SE concierne es que aun cuando él estaba viviendo su vida de pecado, el pródigo nunca dejó de ser hijo de su padre. Es un argumento en contra de la noción de que las personas creyentes pueden alejarse de su conexión con Dios. Cuando nacemos de nuevo, literalmente nos convertimos en hijos de Dios (Juan 1:12-13). En ese momento Dios nos adopta en Su familia en el mismo sentido como un padre terrenal adopta a un hijo. Es una transacción legalmente vinculante que no puede reversarse y que nos da el derecho completo de ser hijos. Esto lo demuestra Pablo de que no solamente somos Sus hijos sino también Sus herederos (Gálatas 4:4-7). Solamente los hijos legítimos pueden ser herederos del patrimonio del padre.

El hijo pródigo pasó por un período de rebelión y dejó la casa de su padre, pero no hubo nada que pudiera hacer para romper su conexión con su padre. Él no podía dejar de ser el hijo de su padre. Una vez que hemos nacido de nuevo la misma restricción aplica a nosotros. En 2 Corintios 1:21-22 Pablo escribió que Dios ha puesto Su sello de propiedad en nosotros y también ha puesto Su Espíritu como un depósito que garantiza eso.