Miércoles 12 de octubre de 2022
P: Recientemente oí un sermón de un reconocido pastor y su llamado al arrepentimiento bíblico y el vivir en santidad. Una de sus frases clave es que no es que uno conozca a Cristo, puesto que aun Satanás lo conoce, sino que Cristo lo conozca a USTED, y eso es lo que determina si usted es realmente salvo.
Esto me ha molestado bastante, a pesar e que él usa Mateo 7:21 para justificar su sermón acerca de los que dicen Señor, Señor, etc. Tenemos versículos como Romanos 10:13 que dicen que cualquiera que invoque el nombre del Señor será salvo.
Entonces, llegando a mi pregunta: ¿Cómo podemos comparar esas dos situaciones? Si Jesús dijo que quienes son míos, hacen la voluntad del Padre, y sin embargo parecería que son muy pocos los que hacen la voluntad del Padre, y ¿aun así son realmente salvos?
R: Hay dos cosas que algunas personas no toman en consideración cuando citan Mateo 7:21. La primera es el contexto del pasaje, el cual empieza en Mateo 7:15 y termina en Mateo 7:23.
En esos versículos Jesús estaba refiriéndose específicamente a los falsos profetas. Esas personas que quieren hacernos creer que hablan en nombre del Señor y luego afirman haber hecho milagros en Su nombre. Pero lo cierto es que no son Suyos y Él nunca los ha conocido. Este pasaje se trata solamente sobre esas personas y no es de una aplicación general.
La segunda cosa que algunas personas no entienden es la voluntad de Dios en cuanto concierne a nuestra salvación. Jesús lo explicó muy claro en Juan 6:40 cuando dijo:
“Y ésta es la voluntad de mi Padre: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día final.”
Los falsos profetas de Mateo 7:15-23 no hacían la voluntad del Padre, la cual es ver al Hijo y creer en Él, y por eso es que Él dijo que nunca los había conocido, los llamó hacedores de maldad, y los envió fuera (Mateo 7:23).
Con este entendimiento podemos ver que no hay ningún conflicto entre Mateo 7:21 y Romanos 10:13. Todo el que invoque el nombre del Señor será salvo porque es lo que creemos lo que nos salva y no cómo nos comportamos.