Jueves 7 de marzo de 2024
P: Si Cristo ha perdonado nuestros pecados por la eternidad (Hebreos 10:14), y ahora nos arrepentimos (cambiamos/renovamos nuestras mentas) y ya no pedimos perdón por los pecados, ¿por qué Cristo nos enseña a pedir “perdona nuestras deudas (pecados) como nosotros perdonamos a nuestros deudores”?
R: Si usted está citando de la oración del Señor (Mateo 6:9-13) lea los dos versículos siguientes: “Porque si ustedes perdonan a los hombres sus ofensas, los perdonará también a ustedes su Padre celestial; pero si ustedes no perdonan a los hombres sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará sus ofensas” (Mateo 6:14-15).
El Señor no estaba hablando del perdón que lleva a la salvación. Ese perdón se otorga en base a la fe únicamente y nunca puede ser revocado.
Pero una de las condiciones para mantenerse en una relación cercana con el Señor es el perdonar a otras personas como Él nos ha perdonado. Haciendo eso nos trae bendiciones en el aquí y en el ahora. El fracaso de personar a un hermano que peca en contra nuestra es un pecado en sí mismo y nos coloca en una relación tirante con el Señor lo cual nos puede privar de las bendiciones que de otra forma podemos recibir. Nosotros no podemos estar de nuevo cerca de Él hasta que hayamos sinceramente perdonado a nuestro hermano. Esto se explica en la parábola del siervo malvado (Mateo 18:21-35).
A propósito, 1 Juan 1:9 nos recuerda que a pesar de que hemos sido salvados para siempre, debemos confesar nuestros pecados cada vez que pecamos. Al hacerlo mantenemos nuestra relación cercana con Dios.