Negando la Deidad de Jesús

Q

Lunes 15 de noviembre de 2021

P: ¿Puede la incredulidad de una persona en la deidad de Cristo condenarla a pesar de que cree de todo corazón que el sacrificio de Cristo es la única esperanza de la humanidad para irse al cielo? Tengo un amigo que no piensa así pero que cree que sus conclusiones sobre el asunto lo colocan sobre arena movediza teológicamente hablando y el terreno peligroso en términos de la salvación. ¿Qué piensa usted?

A

R: Para poder negar tanto a deidad de Jesús como aceptar Su sacrificio como pago por nuestros pecados, usted tiene que creer que es posible para un ser creado no tener pecado. Digo eso porque los modelos del sacrificio del Antiguo Testamento dejan en claro que el castigo de Dios por el pecado es el derramamiento de sangre inocente (Hebreos 9:22).

Nadie quien es culpable de los mismos pecados que hemos cometido califica para morir en nuestro lugar. La Biblia también dice que la muerte de animales sin pecado solamente era lo suficiente para poner a un lado los pecados de manera temporal. La Ley del Pariente Redentor requiere que el pariente más cercano sea quien pague el castigo por nosotros, un hombre por la humanidad (Levítico 25:25, 49).

Pero la Biblia dice que no hay ningún hombre sin pecado, que todos hemos pecado y estamos separados de la gloria de Dios (Romanos 3:10, 23). Por lo tanto, Dios tenía que hacerse Él mismo un hombre para poder redimir a la humanidad. Fue la única forma en que podemos ser salvos.

Juan dijo que Jesús es Dios en Juan 1:1. Pablo lo dijo en Colosenses 1:15-20. Jesús lo dijo en Juan 10:30 y en Juan 14:9. Y al citar el Salmo 45:6-7 el escritor de Hebreos tiene al mismo Dios dirigiéndose a Jesús como Dios (Hebreos 1:8).

Yo no creo que de una persona recién convertida en creyente pueda esperarse que crea en la deidad de Jesús. Pero conforme maduramos en nuestra fe y en nuestro conocimiento de la Biblia, la evidencia para la deidad del Señor será más clara. Y, por lo menos, el continuar negando la deidad de Jesús coloca a esa persona creyente en un terreno peligroso teológicamente hablando en cuanto a su salvación se refiere.