Miércoles 30 de octubre de 2024
P: Estaba pensando acerca del libre albedrío, que es la libertad de elegir, ¿cierto? Para mí es aparente, por experiencia y porque se me ha dicho, que no podemos dejar de pecar. Si no podemos dejar de pecar, ¿es eso una falta de libre albedrío, puesto que algunos de nosotros lo elegiríamos, y así no podríamos pecar?
Muchas gracias por todo su conocimiento en estos tópicos, ¡y que Dios continúe bendiciéndolo con una profunda sabiduría!
R: Toda la idea detrás de la Victoriosa Vida Cristiana es reconocer cómo nuestro poder de elección, o libre albedrío, funciona. Cuando la Biblia habla de la batalla entre el espíritu y la carne, está hablando acerca de nuestro poder para elegir el bien sobre el mal en nuestro comportamiento.
Podemos elegir no pecar. Pero eso no significa que dejaremos de ser pecadores. En Mateo 5:21-30 Jesús dio ejemplos de eso. Debido a que no andamos matando gente, podemos pensar de nosotros mismos como que guardamos el mandamiento de no asesinar. Pero ¿nunca nos enojamos? Si eso no es así, ya hemos quebrantado el mandamiento.
Y nos podemos contener de no cometer adulterio, pero ¿nunca hemos visto a alguien y tener un momento de deseo lujurioso? De nuevo, somos culpables de quebrantar el mandamiento. Él también pudo haber dicho que mientras no robemos las posesiones de nuestro vecino, algunas veces lo envidiamos por tenerlas. Y así podemos seguir.
Nuestras respuestas honestas a estas preguntas muestran que tenemos una naturaleza pecaminosa, y si nos permitimos expresar nuestras verdaderas intenciones, estas siempre serán hacia el mal y no hacia el bien. Y como el Señor lo explicó, es nuestras intenciones lo que nos condena.
Y mientras nuestras intenciones estén, no tenemos dónde escoger. Pero ¿tenemos la elección de actuar o no sobre ellas? ¡Sí! En Romanos 7:7-25 Pablo escribió que mientras más se esforzaba en no pensar en pecar, más quería pecar. Él podía controlar su comportamiento pero no podía controlar su deseo de comportarse mal. Eso es porque él tenía una naturaleza pecaminosa, y por eso él necesitaba un Salvador. Es lo mismo con nosotros.
Cuando estemos ante el Señor y le demos cuenta de las cosas que hicimos con nuestras vidas, Él expondrá los motivos ocultos de nuestros corazones y quedaremos sorprendidos de saber las tantas veces que nuestras buenas obras realmente fueron motivadas por nuestras intenciones egoístas y malvadas (1 Corintios 4:5). En ese momento sabremos lo profundo que nuestra naturaleza pecaminosa se había enraizado.