¿Qué si no soy digno?

Q

Miércoles 16 de noviembre de 2022

P: Yo soy una de esas personas que no está entusiasmada con el rapto debido a un temor secreto de que no estoy calificado para irme, a pesar de ser creyente nacido de nuevo durante muchos años. Yo sé que no merezco escapar del castigo que debo y me preocupa que en el rapto el Señor esté de acuerdo con mi evaluación y me deje aquí. ¿Qué pueden hacer personas como yo que tienen esos temores para vencerlos?

A

R: 2 Corintios 10:3-5 dice que tenemos las armas con poder divino para demoler fortalezas. Una fortaleza es algo que el enemigo ha edificado en nuestra mente desde la cual nos puede atacar. En este caso, la fortaleza se edifica alrededor de no ciertas que se nos han enseñado de que nuestro comportamiento es lo que determina nuestro destino eterno, cuando la Biblia dice que es nuestra fe lo que nos salva (Juan 3:16).

El enemigo utiliza esas mentiras para que tengamos temor de que no calificaremos en un intento para robarse nuestro gozo y destruir nuestra fe. Pero podemos usar nuestras armas con poder divino, las cuales son la Palabra de Dios, para demoler esos argumentos y toda pretensión que se levanta en contra del conocimiento de Dios. Podemos llevar todo pensamiento cautivo a la obediencia a Cristo, lo que significa que los pensamientos deben acatar la promesa de Su Palabra.

A decir verdad, nadie es digno de ser tomado en el rapto, y por esa razón es que el Señor hizo que nuestra salvación dependiera de Su mérito y no del nuestro. La única condición que Él jamás nos ha impuesto es que creamos que Su muerte pagó el precio total de todos nuestros pecados. Una vez que creemos eso, nos convertimos en una nueva creación en Cristo, lo viejo se ha ido, lo nuevo ha llegad (2 Corintios 5:17). Nuestros pecados han sido removidos de nosotros tan lejos como se encuentra el este del oeste (Salmo 103:12). Esa es una promesa a la cual toda mentira o pretensión debe de ser hecha obediente a Cristo o ser demolida del todo.

Antes, ustedes estaban muertos en sus pecados; aún no se habían despojado de su naturaleza pecaminosa. Pero ahora, Dios les ha dado vida juntamente con él, y les ha perdonado todos sus pecados. Ha anulado el acta de los decretos que había contra nosotros y que nos era adversa; la quitó de en medio y la clavó en la cruz (Colosenses 2:13-14).