Viernes 13 de mayo de 2022
P: El domingo pasado nuestro pastor estaba predicando sobre el Salmo 23 y parte de su mensaje me impactó como otra respuesta al problema de la Seguridad Eterna. Él dijo que cuando el Salmo se refiere a la seguridad de una oveja al cuidado del Pastor “por amor de su nombre,” se refiere al hecho de que las ovejas son, por naturaleza, incapaces de cuidar de sí mismas y se meterán en problemas, y cuando lo hacen, es responsabilidad del pastor rescatarlas.
R: Eso es correcto. Como personas creyentes, le pertenecemos a Dios. Él nos ungió, nos puso Su sello de propiedad en nosotros y puso Su Espíritu en nuestros corazones como un depósito que garantiza lo que está por venir (2 Corintios 1:21-22). Luego nos entregó al cuidado de Su Hijo, el Buen Pastor, y le dio la responsabilidad de cuidarnos.
Jesús se refería a eso cuando dijo, “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no lo echo fuera. Porque no he descendido del cielo para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y ésta es la voluntad del que me envió: Que de todo lo que él me dio, yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final” (Juan 6:37-39).
Más tarde nos llamó Sus ovejas y prometió que nadie nos alejaría de Él. “Las que son mis ovejas, oyen mi voz; y yo las conozco, y ellas me siguen. Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. El Padre y yo somos uno” (Juan 10:27-30).
Cuando usted nace de nuevo, le pertenece a Dios y Jesús ha aceptado la responsabilidad de guardarlo. Los dos, que son uno, no permitirán que ningún poder en el cielo o en la tierra lo aleje de ellos. Pablo lo dijo de esta manera. “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 8:38-39).