Juan 1:12-13 nos lo confirma, diciendo, «Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varon, sino de Dios.»
Nos convertimos en hijos de Dios otra vez al creer que Jesus murio por nuestros pecados y resucito de nuevo, y por recibir el perdon que Su muerte adquirio para nosotros.
Cuando eso sucede, Dios nos vuelve a adoptar en Su familia, nos vuelve a reconocer como Sus hijos, y nos hace Sus herederos (Galatas 4:4-7). Nuestra herencia es la vida eterna, y El pone Su Espiritu en nuestro corazon para garantizar que la recibiremos (2 Corintios 1:21-22).
Jesus dijo, «De cierto les digo, que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como ninos, no entraran en el reino de los cielos» (Mateo 18:3). Volverse como ninos significa que ya no somos responsables por nuestros pecados.