Lunes 12 de diciembre de 2022
P: Leí su artículo “¿Qué es el pecado?”. Usted hizo un buen trabajo al explicar qué es el pecado en la vida de un creyente en el hecho que significa “perder la marca”. Usted también lo hizo muy bien al demostrar que todos nosotros pecamos y perdemos la marca, señalando que un pecado, no importa cuán pequeño sea, es tan malo como lo que otros llaman pecados más grandes, como el asesinato y el adulterio. Usted habló de que el arrepentimiento es un cambio de manera de pensar. Es cierto que cambiamos de manera de pensar con respecto a vivir un estilo de vida perverso, reconocemos que necesitamos un Salvador y aceptamos a ese Salvador (Jesucristo) como nuestro Salvador.
En general, usted hizo un trabajo maravilloso mostrándoles a las personas que no deberíamos señalar con el dedo al juzgar a otras personas que “caen en” pecado tal como lo hacemos cuando “perdemos la marca”. ¡Muy bien!
Desafortunadamente, usted NO abordó el problema real. Usted evitó hablar de la persona creyente que no se esfuerza. Evitó hablar de la persona que declara que es salva y siempre será salva porque ha cambiado de manera de pensar, ha aceptado a Cristo, pero NO se esfuerza por llegar a ser santa. Quedarse corto (como todos lo hacemos) o “perder la marca” en nuestro intento de lograr vivir una vida sin pecado es muy diferente de aquellos que, en algún momento de su “caminar” han decidido que está “bien” vivir voluntariamente en la perversión.
Las advertencias bíblicas en contra de la apostasía son reales y las personas creyentes mantienen la libertad de rechazar potencialmente la salvación que una vez aceptaron. No fueron obligados a aceptar y no están obligados a quedarse.
R: Supongo que usted cree que podemos rechazar nuestra salvación después de recibirla al no esforzarnos por vivir una vida “santa”. ¿Qué haría usted con declaraciones claras de que el Espíritu Santo está sellado dentro de cada persona creyente en el momento en que creyó como una garantía de Dios de nuestra herencia, como lo dice Efesios 1:13-14, 2 Corintios 1:21-22 y 2 Corintios 5:5? Esto sucede antes de que hayamos hecho algo bueno o malo como creyentes. En el último pasaje, Pablo escribió que es Dios quien nos hace estar de pie y que Él pone Su sello de propiedad sobre nosotros y Su Espíritu en nosotros. ¿En qué parte del Nuevo Testamento dice alguna vez que Él rompe ese sello y revoca Su garantía? Usted implica que sus otras cartas contradicen estas afirmaciones. ¿No nos contó Pablo la historia completa allí?
¿Y qué hay de la promesa del Señor en Juan 6:39-40 de que Él no perderá a ninguno de los que creemos en Él? ¿No es Él el Pastor y nosotros las ovejas? ¿No es que el Pastor va tras las ovejas que se alejan y las trae de vuelta? ¿No es ese el trabajo del pastor? Después de morir esa terrible muerte para poseernos, ¿nos permite Él resbalarnos de entre Sus dedos? ¿No es que varios pasajes como Juan 10:27-30 y Romanos 8:38-39 claramente prometen que nadie puede alejarnos de Él? ¿O su Biblia dice “nadie excepto nosotros”? Si la muerte del Señor fue suficiente para salvarnos, pero no para guardarnos, entonces no fue realmente suficiente.
Esa es una doctrina de “salvos por gracia, guardados por obras” y es, en el mejor de los casos, contradictoria. Sostiene que, aunque usted no hizo nada para ser salvo, Jesús solo lo ayudará a mantenerse así si usted primero está haciendo todo lo que puede hacer para lograrlo. Es como decir que el Pastor solo persigue a las ovejas que trabajan lo suficientemente duro como para no perderse. Lo relega a Él a un papel participativo para salvarnos y les otorga a aquellas personas que viven vidas que son lo suficientemente sagradas como para estar en el rapto llevando los mismos derechos que presumen y que Efesios 2:8-9 los niega. No importa cómo se mire, nuestra salvación se convierte así en algo que algunos merecen y otros no.
La solución a todo esto es simple y lo he escrito en varias ocasiones. Hay dos niveles en nuestra relación con Dios. Uno se llama unión. Es un regalo y es incondicional. Se basa solo en la fe y lo califica a usted para la vida eterna con Dios. La unión la tiene para siempre desde el momento en que usted la pide.
El otro nivel es la comunión. Es condicional y le otorga a usted recompensas, tanto aquí como en la eternidad. Vivir una vida que es agradable a Dios trae una gran bendición aquí, y también usted puede calificar para las coronas y otros tesoros, que no se mencionan, en el Cielo. Se basa en sus obras. Usted no puede saber si tiene algún tesoro o corona hasta que llegue al juicio ante el Tribunal de Cristo después de que sea demasiado tarde.
Las muchas Escrituras que prometen el don gratuito e irrevocable de la salvación tienen que ver con la unión con Dios. Aquellas que hablan del buen comportamiento y prometen bendiciones y coronas para los victoriosos tienen que ver con la comunión.
Este punto de vista elimina toda la “contradicción” en las Escrituras, todo el mérito de la salvación y todo el argumento sobre la seguridad.