Ser santo es estar consagrado, o apartado para el Senor. Somos apartados al haber sido hechos santos por Su muerte. Efesios 5:25-27 dice que El se entrego a Si mismo para hacernos santos.
Debido a nuestra fe en lo que el Senor ha hecho por nosotros, somos tanto justos como santos a los ojos de Dios. Nuestro gran reto ahora es vivir de acuerdo a lo que hemos alcanzado (Filipenses 3:16)
A pesar de que nunca podemos esperar cumplir con los estandares de Dios sino hasta que El nos cambie de mortales a inmortales (1 Corintios 15:53), vivir lo mejor que podamos de una manera que lo agrade a El es la mejor forma con la que podemos expresarle nuestro agradecimiento por lo que El ha hecho por nosotros.
«Asi que, hermanos, yo les ruego, por las misericordias de Dios, que se presenten ustedes mismos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. ?Asi es como se debe adorar a Dios!» (Romanos 12:1)