Viernes 10 de mayo de 2019
P: ¿Cómo se supone que los creyentes deben tratar versículos como: “Pero si no perdonas a los hombres sus ofensas, tampoco tu Padre perdonará tus ofensas” (Mateo 6:15) ¿Está garantizado que el Espíritu Santo tendrá éxito en el proceso de santificación para librarnos de la falta de perdón habitual? Si no, ¿el Padre si no nos perdona afectaría eso nuestra salvación?
R: Hay dos componentes en su relación con el Señor. El primero es su salvación, que se garantizó en el momento en que usted creyó por primera vez (2 Corintios 1:21-22, Efesios 1:13-14). En ese momento usted fue adoptado en la familia de Dios (Juan 1:12-13, Gálatas 4:4-7) y no hay nada que usted o alguien más pueda hacer para cambiar eso (Juan 10:27-30, Romanos 8:38-39).
Pero, habiéndonos perdonado todo, el Señor ahora espera que nos perdonemos mutuamente por las cosas que se interponen entre nosotros. El no perdonar a alguien es un pecado que puede interrumpir nuestra comunión con Él y es lo que Jesús estaba describiendo en Mateo 6:15.
Por compañerismo, me refiero a esa relación cercana donde hay una buena comunicación bidireccional y un flujo constante de bendiciones. Todo esto se explica claramente en la parábola del siervo despiadado (Mateo 18:21-35). El siervo despiadado no perdió su estatus con el rey, pero durante el tiempo que estuvo fuera de las buenas gracias del rey, perdió la protección y otros beneficios que venían con la misma.
Perdonar a los demás como hemos sido perdonados, pone todo bien de nuevo y, desde la perspectiva del Señor, es como si nada se hubiera interpuesto entre nosotros.