Una pregunta sobre la ofensa

Q

Lunes 16 de septiembre de 2019

P: Yo entiendo la obligación de perdonar y me esfuerzo por hacerlo, pero ¿cómo trato la ofensa de un ministro que se niega a arrepentirse, que no lo lamentará, que no tiene intención de corregir el error y no ve ninguna razón para tratar con el asunto? El ministro en cuestión sabe que ha hecho mal, pero opina que los ministros nunca deberían rebajarse a pedir disculpas a los laicos.

A

R: Creo que usted encontrará su respuesta en Mateo 18:15-17.

Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndelo cuando él y tú estén solos. Si te hace caso, habrás ganado a tu hermano. Pero si no te hace caso, haz que te acompañen uno o dos más, para que todo lo que se diga conste en labios de dos o tres testigos. Si tampoco a ellos les hace caso, hazlo saber a la iglesia; y si tampoco a la iglesia le hace caso, ténganlo por gentil y publicano.”

Para mí, esto significa que ya no estamos obligados a mantener una relación con la otra persona, sino que podemos tratarla como trataríamos a las personas incrédulas.

Pero eso no significa que tengamos justificación para no perdonar el delito. En Mateo 18:21-35 el Señor continuó explicando la necesidad de perdonar, no para el beneficio de la otra persona, sino para mantener nuestra comunión con el Señor.

En la parábola del siervo malvado, la falta de voluntad del siervo para perdonar a un hermano no significaba que ya no fuera un sirviente de su amo, pero sí significaba que ya no era bienvenido en la presencia del amo y ya no disfrutaba de la protección del mismo. Es una parábola aleccionadora sobre el requisito de perdonarse unos a otros como el Señor nos ha perdonado. No hacerlo no nos costará nuestra salvación, pero interrumpirá nuestra comunión con el Señor.