Jueves 24 de octubre de 2024
P: Si uno ha profesado ser nacido de nuevo pero con el correr del tiempo se ha vuelto a los caminos del mundo (las obras pecaminosas de uno), continúa en ese comportamiento aun cuando uno sabe que no es correcto, nunca pide perdón y luego muera antes de arrepentirse. ¿A dónde se va uno? ¿Será esa persona aceptada en el Reino de DIOS, pero tendrá un papel menos importante en el Reino de DIOS? ¿O será esa persona identificada como que nunca aceptó realmente a CRISTO como su SALVADOR Personal y de esa manera será delegada a la porción de los malvados? Espero que mi pregunta tenga sentido y espero por el favor de DIOS que usted me lo pueda explicar.
R: Yo he contestado preguntas como esa muchas veces, pero la respuesta merece ser repetida de vez en cuando. Efesios 1:13-14 es el más claro de muchos otros versículos, que aborda su pregunta. Es como sigue:
En él también ustedes, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de la salvación, y habiendo creído en él, fueron sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.
Pablo amplió más esta promesa en 2 Corintios 1:21-22 para mostrar cómo es el mismo Dios Quien ha tomado la responsabilidad de mantenernos salvos.
Dios es el que nos mantiene firmes en Cristo, tanto a nosotros como a ustedes. Él nos ungió, nos selló como propiedad suya y puso su Espíritu en nuestro corazón, como garantía de sus promesas.
Juntos, estos dos versículos muestran que al momento en que creímos, fuimos salvos. Antes de haber hecho algo bueno para merecerlo o algo malo para perderlo, el Espíritu Santo fue sellado en nosotros como un depósito que garantiza nuestra herencia. Al ser sinceros en nuestra creencia, hemos cumplido con el único requisito para la salvación (Juan 6:28-29) y Dios nos ha marcado como Suyos, lejos del alcance de alguien más.
Por consiguiente, pecar o el fracaso de confesarlo no nos costará la salvación, porque la misma ha sido garantizada. Pero eso hará que vivamos una vida derrotada espiritualmente aquí en la Tierra. Y así como aún seremos un hijo e hija de Dios, no disfrutaremos de ningún tipo de relación con Él. Nos perderemos las toneladas de bendiciones aquí en la Tierra y algunas de las coronas, cuando lleguemos al Cielo. Pero si no recibimos ninguna recompensa del todo, no seremos relegados a ningún tipo de salvación de segunda o tercera clase. Todos obtendremos lo mismo, porque nuestra salvación no está basada en nuestro comportamiento, sino que está basada en lo que creemos (1 Corintios 3:10-15).