Jueves 20 de diciembre de 2018
P: He caído en un grave pecado del que parece que no puedo escapar. Estoy preocupado porque ya no soy muy sensible al mismo, aunque sé que mi actuación es pecaminosa. ¿Hay alguna manera de que recupere esa “inocencia” y la sensibilidad a este pecado que una vez tuve cuando fui salvo por primera vez? Añoro eso, pero estoy convencido de que nunca lo volveré a tener. Ya ni siquiera puedo llorar por eso y eso me pone triste.
R: Todas las relaciones son vulnerables a este problema, ya sean humanas o espirituales. Eso se deriva de sentirse demasiado cómodo en esa relación. Una de las cosas más difíciles de hacer en una relación madura y comprometida es tratar a la otra parte como lo hicimos cuando la relación era nueva. Olvidamos que el amor no es solo algo que sentimos, también es algo que hacemos. El acto de amar nutre el sentimiento de amor.
Jesús criticó a la Iglesia en Éfeso por ese problema. Después de felicitarlos por su arduo trabajo y perseverancia, Él dijo que habían abandonado su primer amor (Apocalipsis 2:4). En otras palabras, se habían ocupado tanto en la obra del Reino que no tenían tiempo para el Rey. Les dijo que volvieran a hacer las cosas que hacían al principio. Les estaba recordando que no los salvó porque necesitaba su ayuda. Él los salvó porque quería su amor.
Compruebe si eso se aplica en su caso. ¿Sigue usted haciendo las cosas que hizo al principio? ¿Todavía espera pasar tiempo en adoración y oración? ¿O simplemente estar a solas con Él? ¿Lee con entusiasmo Su palabra para aprender más acerca de Él? ¿Busca Su consejo y guía incluso en asuntos pequeños? Si no, vuelva a hacer esas cosas como un acto de amor.
Hágalos incluso si al principio no tiene ganas, porque si persevera, descubrirá que está empezando a esperarlos de nuevo, como solía hacerlo antes. Usted se encontrará recuperando su inocencia y su sensibilidad al pecado también. Regresará a su primer amor y será como un tremendo peso que se le quitará de encima.
Jesús dijo: “Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar” (Mateo 11:28).