Lunes 7 de septiembre de 2020
Un estudio bíblico por Jack Kelley
El propósito de Cristo fue “crear en sí mismo, de los dos pueblos (judíos y gentiles), una nueva humanidad (la Iglesia), haciendo la paz, y para reconciliar con Dios a los dos en un solo cuerpo mediante la cruz, sobre la cual puso fin a las enemistades” (Efesios 2:15-16).
Anteriormente vimos cómo en la cruz el Señor hizo nada menos que crear una nueva raza de seres humanos. Tomada de entre judíos y gentiles, pero sin compartir el destino de ninguno de los dos, la Iglesia sería conocida desde ahora en adelante como un subconjunto de la raza humana, la única adecuada para habitar en la presencia de Dios y la única honrada como co-heredera con el Señor Jesús. Ya que el Hombre del Cielo fue equipado para la Tierra, en ser humano de la tierra puede ahora ser equipado para el Cielo.
Pero ahora, hemos sido redimidos, nuestros pecados perdonados, y en el instante en que aceptamos todo esto, el Espíritu Santo viene a habitar en nosotros como un depósito que garantiza nuestra herencia. La palabra griega que se traduce depósito (parédsekh) es un término legal del que se obtiene la frase “depósito de garantía” en los Bienes Raíces, la cual cuando se paga produce una obligación para continuar con el negocio pactado. Eso es lo que le permitió a Pablo decir, “Porque ustedes han sido comprados por precio; glorifiquen, pues, a Dios en su cuerpo y en su espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:20). Piense en eso como que fuimos apartados. Nos quitaron de la estantería y no podemos ser comprador por nadie más. Un día, pronto, Él vendrá para tomarnos y llevarnos a casa.
“Por eso yo, Pablo, estoy preso por causa de Cristo Jesús para bien de ustedes, los gentiles. Sin duda ustedes se habrán enterado del plan que Dios, en su bondad, me asignó para el bien de ustedes; me refiero al misterio que me declaró por revelación, como ya les había escrito brevemente. Al leerlo, podrán darse cuenta de que conozco el misterio de Cristo, misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a la humanidad tal y como ahora se ha revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu. Ahora sabemos que, por medio del evangelio, los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús” (Efesios 3:1-6)
Al iniciar la porción que conocemos como el capítulo 3 Pablo se detuvo a la mitad de un pensamiento para contar un secreto que únicamente había estado sugerido en tiempos antiguos, pero que ahora era revelado a través de él. A propósito, la palabra griega traducida asignar en el pasaje anterior también se traduce dispensación y se convierte en el título de la Era de la Iglesia, la Dispensación de la Gracia.
¿Qué es una Dispensación?
No es la intención de este artículo adentrarse en el estudio del dispensacionalismo, pero es suficiente mencionar que Dios ha tratado de relacionarse con Su creación de varias maneras a través del tiempo, y cada vez que lo ha intentado esa relación ha fracasado. Dios no lo ha hecho con el afán de descubrir una forma de relación exitosa con nosotros, sino que lo ha hecho para que aprendamos que mientras exista nuestro problema del pecado, no hay forma alguna de hacerlo. En cualquier caso, algunas personas le han llamado a estos intentos dispensaciones.
Cada una de ellas empezó con un acercamiento de Dios hacia el ser humano y el establecimiento de una relación con términos y condiciones claras. En cada ocasión el ser humano ha violado estos términos haciendo que Dios termine con el acuerdo y pronuncie el juicio sobre el ser humano.
Los eruditos han dividido la Era del Ser humano en siete dispensaciones, la primera la llaman la Dispensación de la Inocencia. Esta fue un acuerdo entre Dios y Adán y solamente incluía una condición; no comer el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Ya ustedes saben en qué terminó eso.
Luego siguió la número dos, la Dispensación de la Conciencia, en la cual al ser humano se le confió “hacer lo bueno”. Entre los tiempos de Caín y de Noé, el ser humano demostró que cuando se le deja a su propia voluntad, cada inclinación de su corazón se vuelve hacia la maldad, por eso es que se produjo el diluvio universal para deshacerse de ellos con excepción de Noé y su familia.
La Dispensación número tres es llamada el Gobierno Humano, en la cual, después del diluvio al ser humano se le permitió gobernarse por sí mismo en la forma de una sociedad dentro de unas amplias reglas que se le dieron a Noé. Esa terminó con el juicio en la Torre de Babel y la confusión de lenguas.
La Dispensación de la Promesa, número 4, se relacionaba principalmente con Abraham y la separación de sus descendientes. Empezó con la promesa de Dios a Abraham relacionada con la Tierra Prometida. Terminó con la muerte de toda una generación de israelitas la cual Moisés había sacado de Egipto por haber rechazado entrar en la Tierra Prometida.
La Dispensación de la Ley es la número cinco. Se basó en la obediencia a la Ley Mosaica, la cual se resume en los Diez Mandamientos, en retorno por la bendición de vivir en seguridad en la tierra y disfrutar de la prosperidad. Terminó con la Primera Venida de Jesús, y la eventual dispersión de los judíos.
Y eso nos lleva a la número seis, la Dispensación de la Gracia. El acercamiento que Dios está haciendo hacia nosotros en esta dispensación se basa en otorgarles el perdón de todos los pecados a todas aquellas personas que lo acepten, ya sean judíos o gentiles, sin tomar en cuenta ningún mérito propio. Liberados de la Ley, solamente necesitamos ahora aceptar el perdón de Dios en fe de que Su propiciación por nuestros pecados es lo que nos salva. (Entonces, estamos de vuelta a solamente un requisito.) Mientras que algunas personas aceptan este arreglo, muchas más no lo harán, con lo cual se producirá una terminación de esta dispensación y vendrá el juicio, terminación que llega a su clímax con la Segunda Venida de Cristo.
(La séptima y última dispensación es el Reino Milenial, la cual se levanta sobre el gobierno perfecto del Señor Jesús, con el diablo atado durante 1000 años. Termina con el juicio de Satanás y sus seguidores.)
En estas siete dispensaciones, Dios le ha demostrado al ser humano que hasta que Él mismo sea Quien remueva todas nuestras imperfecciones y revierta los efectos de nuestra naturaleza pecaminosa, no existe ninguna condición o circunstancia en las cuales nuestro comportamiento puede lograr los estándares que Su Santidad requiere para poder co-existir con nosotros. Su creación de la Iglesia como una nueva raza humana, aplicando Su Justicia a nosotros a través de Su expiación vicaria por nuestros pecados, es lo que plenamente logra lo que ningún otro medio pudo siquiera aproximarse a hacer.
“Por el don de la gracia de Dios, que me ha sido dado conforme a su gran poder, yo fui designado ministro de este evangelio. Yo, que soy menor que el más pequeño de todos los santos, he recibido el privilegio de anunciar entre los gentiles el evangelio de las insondables riquezas de Cristo, y de hacer entender a todos cuál es el plan del misterio que Dios, el creador de todas las cosas, mantuvo en secreto desde tiempos remotos para dar a conocer ahora, por medio de la iglesia, su multiforme sabiduría a los principados y poderes en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que llevó a cabo por medio de Cristo Jesús nuestro Señor, en quien tenemos seguridad y confiado acceso por medio de la fe en él. Por lo tanto, les pido que no se desanimen a causa de mis sufrimientos por ustedes. Al contrario, considérenlos un motivo de orgullo” (Efesios 3:7-13).
La Era de la Iglesia en la cual tanto judíos como gentiles serán traídos a Cristo para formar la tercera raza humana era conocida por Dios desde antes de la creación del mundo, pero se había mantenido en secreto hasta después de la cruz. Originándose de judíos y de gentiles, pero sin que uno comparta el destino del otro, la Iglesia es el golpe final y decisivo de parte de Dios a la rebelión de Satanás. Culpable de todos los pecados de Satanás, pero purificada por la Sangre del Cordero, la Iglesia se eleva por encima de las otras razas humanas, más allá del ámbito angelical y aún más allá de la posición exaltada inicial del oficio de Satanás en el cielo para los seres creados, y co-regente con el Señor Jesús para gobernar el universo, y también co-heredera de Su herencia.
“Por eso yo me arrodillo delante del Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien recibe su nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que por su Espíritu, y conforme a las riquezas de su gloria, los fortalezca interiormente con poder; para que por la fe Cristo habite en sus corazones, y para que, arraigados y cimentados en amor, sean ustedes plenamente capaces de comprender, con todos los santos, cuál es la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor, que excede a todo conocimiento, para que sean llenos de toda la plenitud de Dios” (Efesios 3:14-19).
Gracias, Padre, por este magnánimo regalo. Por favor primero danos la habilidad de poder comprender su amplitud, y segundo la humildad de administrarlo con la misma gracia con la que fue otorgado.
“Y a Aquel que es poderoso para hacer que todas las cosas excedan a lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea dada la gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén” (Efesios 3:20-21).