Miércoles 9 de septiembre de 2020
Efesios Capítulo 4
Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los ser humanos (Efesios 4:8).
“Yo, que estoy preso por causa del Señor, les ruego que vivan como es digno del llamamiento que han recibido, y que sean humildes y mansos, y tolerantes y pacientes unos con otros, en amor. Procuren mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Así como ustedes fueron llamados a una sola esperanza, hay también un cuerpo y un Espíritu, un Señor, una fe, un bautismo, y un Dios y Padre de todos, el cual está por encima de todos, actúa por medio de todos, y está en todos.” (Efesios 4:1-6).
Las denominaciones, o cismas, como las llamaba Pablo, son invención del ser humano. Y a pesar de que existen muchas de ellas hoy en día, solamente hay una iglesia. Uno no puede unirse a ella, sino que es necesario nacer en ella. No se congrega en ningún edificio en particular, como tampoco existe alguno. El único nombre en la puerta es el nombre de Jesús, y a todas aquellas personas que llamen se les abrirá, sin tomar en cuenta ningún mérito. No hay tarjetas de compromisos, ni asientos reservados, y la lista de la membresía se encuentra en el Libro de la Vida del Cordero. Para ser incluido, usted solamente necesita creer que es un pecador que necesita de un Salvador, que Su resurrección es la prueba de que solamente eso es necesario para que usted sea salvo, y que no existe ningún otro camino para la salvación sino aquel que se acepta por fe.
“Pero a cada uno de nosotros se nos ha dado la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Por esto dice: «Subiendo a lo alto, llevó consigo a los cautivos, Y dio dones a los seres humanos.» (Salmo 68:18) Y al decir «subiendo», ¿qué quiere decir, sino que también primero había descendido a lo más profundo de la tierra? El que descendió, es el mismo que también ascendió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo. Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a estar unidos por la fe y el conocimiento del Hijo de Dios; hasta que lleguemos a ser un hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” (Efesios 4:7-13).
El Nuevo Testamento contiene tres listas de atributos, o dones, que han sido dados a la humanidad por el Dios Trino. La primera lista se encuentra en Romanos 12:6-8. Viene del Padre e incluye siete dones de gracia, o járisma (Strong G5486); Profecía, servicio, enseñanza, exhortación, dar o repartir (filantropía), presidir y ser misericordiosos (compasión). Mientras que el contexto de Romanos 12 señala a la iglesia, aun un observador casual puede ver la evidencia de los dones anteriores funcionando en las personas de toda la raza humana, sin tomar en cuenta su condición espiritual. Todos hemos sido creados en la (ahora arruinada) imagen de Dios, ya sea que lo creamos o no.
La segunda lista viene del pasaje anterior de Efesios, y es dada por el Hijo. Aquellas personas que consideran estos dones como oficios dicen que definen la jerarquía de la iglesia. Apóstoles, profetas, evangelistas, pastores, y maestros. Obviamente nadie con vida hoy en día puede cumplir con los requisitos bíblicos de un apóstol, que son el haber sido enseñado directamente por el mismo Señor Jesús y haberle visto personalmente después de la resurrección. Y, como lo veremos más adelante, el mismo Señor ocupa al presente, el oficio de Profeta. Así que si usted sigue el punto de vista de “los oficios”, entonces solamente le quedan los de evangelista, pastor y maestro. Es preferible ver también estos atributos como dones espirituales, con el de apóstol correspondiente al don de presidir del pasaje de Romanos y el de profeta que signifique “tener el don de la profecía”. Esto parece acomodarse mejor a la explicación de Pablo sobre la necesidad de una diversidad de dones en la iglesia para que el cuerpo esté completo (1 Corintios 12: 27-31).
Y la tercera lista, que probablemente sea la más conocida, viene de 1 Corintios 12:4-11. Esta es una lista de nueve dones, distribuidos por el Espíritu Santo a cada creyente a como Él lo ve apropiado para el bien común del cuerpo. Son los dones de sabiduría, ciencia, fe, sanidades, hacer milagros, profecía, discernimiento de espíritus, hablar diversos géneros de lenguas, y la interpretación de lenguas, son los que se enumeran aquí.
Entonces, tenemos tres listas de dones dados por uno o más miembros de la Trinidad. A propósito, para que ustedes no piensen que estamos fuera de nuestro juicio, esta idea la resume Pablo en la introducción de los dones del Espíritu, en donde él menciona los tres grupos. “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo” (1 Corintios 12:4-6).
En 1 Corintios 12:27-28 aparecen dos dones adicionales junto con los que ya se han mencionado. Estos son “los que ayudan y los que administran”. Algunas personas creen que estas son diferentes maneras de describir los dones previamente enumerados, con “ayuda” comparado a dar, y “administración” comparado con apóstol. (Las palabras griegas para administración y para apóstol pueden traducirse “gobernar”.)
Debemos observar que el don de profecía, el cual se aparece en los tres listados, es diferente al oficio de profeta en el Antiguo Testamento. Antes de la cruz, los profetas eran llamados, generalmente uno a la vez, para hablarle al pueblo en nombre de Dios. El profeta era la imagen reflejada del sacerdote, el cual le hablaba a Dios en nombre del pueblo. El problema irresuelto del pecado de las personas prevenía el contacto directo con Dios por cualquier otro medio que no fuera por quienes tenían estos dos oficios.
Después de la cruz, la barrera entre Dios y las personas fue eliminada y ahora cualquier creyente puede hablarle directamente a Dios y escuchar directamente de Dios. El Único Profeta en el sentido del Antiguo Testamento para la Era de la Iglesia es Jesús (Hebreos 1:1-2). El don de profecía en nuestro tiempo es más para el propósito de clarificación que de revelación. El libro así llamado La Revelación (Apocalipsis) fue la última palabra de Dios para la humanidad.
Hay un par de buenas reglas que pueden seguirse al recibir una profecía en la iglesia hoy día, y son: 1. “Si es nueva, no puede ser cierta”. Toda la profecía que se presente tiene que ser compatible con la Palabra revelada de Dios, ya que sino no es infalible, ni conoce el fin desde el principio, y entonces Dios ha tenido que cambiar de manera de pensar sobre algo.
2.- Busque confirmación. Si una palabra de profecía es verdadera, le será confirmada a usted por medio de una segunda fuente no relacionada con la primera, para que se cumpla Deuteronomio 19:15. En lo personal no debemos actuar siguiendo algún mensaje que nos da otro creyente como “palabra del Señor” por lo menos, y hasta que usted reciba una confirmación independiente. Y está bien pedirle al Señor que nos provea esa confirmación. Después de todo, esas Son Sus reglas.
Una nota final sobre los dones espirituales. La frase “hablar diversos géneros de lenguas” se refiera a la habilidad sobrenatural de comunicarse en una lengua que uno no ha aprendido, y como Pablo lo explicó en 1 Corintios 14 su intención es más para la oración en privado que para los pronunciamientos en público a menos que también se de una interpretación. De otra manera, ¿cómo puede el cuerpo ser edificado y que pueda cumplirse el propósito del don? Por ejemplo, en el Libro de los Hechos el don de lenguas se utilizó por primera vez para indicarle a los extranjeros en Jerusalén sobre el Mesías, y después de eso mostrarles a los apóstoles judíos que a los gentiles también se les había dado el Espíritu Santo. En cada caso, el cuerpo fue edificado y su propósito fue cumplido.
“Para que ya no seamos niños fluctuantes, arrastrados para todos lados por todo viento de doctrina, por los engaños de aquellos que emplean con astucia artimañas engañosas, sino para que profesemos la verdad en amor y crezcamos en todo en Cristo, que es la cabeza, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.” (Efesios 4:14-16).
Si el Señor estaba demostrando Su diversa sabiduría al crear esta nueva raza de humanos que nosotros llamamos la iglesia (Efesios 3:10), entonces Su voluntad para nosotros es que vivamos en paz y en armonía con cada uno. Al distribuir estos dones en todo el cuerpo de Cristo, Él estaba creando una interdependencia que nos ayudaría a mantenernos encarrilados y así prevenir la introducción de las falsas doctrinas en nuestra manera de pensar.
A cada uno de nosotros se le ha asignado un papel que es único en el funcionamiento del Cuerpo de Cristo. Si concentramos nuestra energía en descubrir y perfeccionar este papel, vamos a estar mucho mejor protegidos de los ardides del maligno y sus secuaces, tanto sobrenaturales como humanos, los cuales es esfuerzan para dividirnos.
“De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría” (Romanos 12:6-8). Buen consejo, Pablo. Selah.