Miércoles 21 de octubre de 2020
Un comentario por Jack Kelley
“No es posible que los que alguna vez fueron iluminados y saborearon el don celestial, y tuvieron parte en el Espíritu Santo, y saborearon además la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero, pero volvieron a caer, vuelvan también a ser renovados para arrepentimiento. ¡Eso sería volver a crucificar al Hijo de Dios para ellos mismos, y exponerlo a la vergüenza pública!” (Hebreos 6:4-6 RVC).
Cualquier discusión profunda sobre la doctrina de la seguridad eterna indudablemente incluirá estos versículos, con los cuales muchas veces muchos predicadores competentes tropiezan al no poder explicarlos. De primera entrada, este pasaje pareciere decir que una persona que ha aceptado el Evangelio y ha recibido el Espíritu Santo, no solamente puede recaer, sino que al hacerlo cualquier retorno a la fe es imposible. Ese es un pensamiento tenebroso. Pero extrañamente este pensamiento, además de otras interpretaciones similares, abunda en el cristianismo hoy día. Pero aquí trataremos de aclarar las dudas.
Una de las reglas de interpretación es utilizar los versículos en los cuales los puntos que son claros se usan para definir los menos claros. Entonces, usted pensará que con todos esos versículos que son tan claros prometiendo la seguridad eterna, que los comentarista dirían, “Podemos estar dejando por fuera la intención de este”. Nuestro Señor no es un tipo truculento que dice algo abiertamente en algún lugar y luego esconde Sus verdaderos sentimientos en la letra menuda en otro lugar. Una de las medidas de la inspiración de las Escrituras es cabalmente su consistencia.
Pero algunas personas no pueden resistir la tentación de usarlas como un garrote para golpearnos y así someternos a ellas, lo cual es algo que el Señor nos dio como un regalo para liberarnos de la atadura del pecado. Y así toman un montón de versículos que dicen que somos salvos para siempre y usan este de Hebreos para descartar todos los demás.
El testimonio de dos testigos
“También ustedes, luego de haber oído la palabra de verdad, que es el evangelio que los lleva a la salvación, y luego de haber creído en él, fueron sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es la garantía de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria” (Efesios 1:13-14).
Solamente estos dos versículos deberían haberle puesto punto final a cualquier argumento, llenos como están de palabras legales y sin ninguna cláusula evasiva (que son las condiciones escritas en un acuerdo que pueden modificarlo o aun anularlo). La palabra griega traducida arras (arjrabón Strong G728, depósito de garantía, promesa de pago) es como un “dinero de prenda” y denota una obligación legal que se debe de ejecutar. El comprador de una casa, por ejemplo, puede incluir cláusulas evasivas en el contrato de compra-venta, como por ejemplo, “sujeto a inspección”, o “sujeto a obtener un financiamiento razonable” para poder anular su obligación de comprar si ve que el negocio no va a resultar. Observe que Efesios 1:13-14 no contiene ese tipo de cláusulas. ¿Por cuánto tiempo está vigente esta garantía de pago? “Hasta la redención de la posesión adquirida [por Dios]”, en otras palabras, hasta que seamos raptados o resucitados.
Pero más adelante en Hebreos, encontramos otro pasaje (por si aquellas personas que niegan la seguridad eterna estuvieran en lo correcto) que el mismo autor que escribió los versículos del principio pareciera que se contradice a sí mismo de manera descarada. Culmina con “…porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:1-14).
Este pasaje habla de los cambios permanentes y eternos producto de la muerte sustitutiva de nuestro Señor, la cual hizo obsoleta las provisiones limitadas y temporales de la ley. Si unimos todo esto con el pasaje de Efesios, tendríamos que concluir que usted fue salvo en el primer momento cuando creyó y que el Señor ha prometido mantenerlo de esa manera para siempre. El comportamiento suyo nada tuvo que ver con que sea salvo y no tiene nada que ver tampoco con mantenerle de esa manera. Nosotros nos comportamos de la manera que el Señor quiere en gratitud por lo que se nos ha dado, y no por el temor de perderlo.
Así que eso es lo que quiere decir
Hebreos 10 en realidad explica el contexto del 6:4-6. Esta carta fue escrita a los judíos mesiánicos los cuales habían recibido el Evangelio pero estaban siendo aconsejados por falsos maestros (llamados los “judaizantes”) para que no dejaran de practicar los rituales del templo. Estos judaizantes estaban tratando de combinar la práctica del sistema levítico con el Evangelio. A los creyentes gentiles les enseñaban que primero se debían someter al ritualismo judío antes de abrazar el cristianismo, y a los creyentes judíos les decían que era necesario que se mantuvieran dentro del judaísmo. La refutación del Espíritu Santo para los gentiles se encuentra en Hechos 15, y para los judíos, Él hizo que otra persona (¿probablemente Pablo?) escribiera la Carta a los Hebreos.
El tema en Hebreos 6 no es la salvación sino la comunión. Puesto que los creyentes siguen pecando aun después de ser salvos, ha habido un proceso continuo de purificación para poder permanecer en la presencia de Dios. Para los cristianos este proceso es la confesión como se le llama 1 Juan 1:8-10, pero para los judíos eran los sacrificios diarios. Cuando llegó Jesús Él hizo que la ley fuera obsoleta al haberla cumplido, así que el sacrificio diario que los judaizantes prescribían ya no podía purificar a un creyente por sus pecados continuos. La confesión era ahora la única forma para demostrar arrepentimiento.
Si lo colocamos dentro de este contexto, ese pasaje está en lo correcto y toda contradicción desaparece. Es imposible ahora restablecer el arrepentimiento (la comunión) matando un cordero, y los creyentes pecadores que buscaban este remedio permanecerían en sus pecados y fuera de la comunión con Dios. (La frase “y recayeron” en Hebreos 6:6 quiere decir que volvieron a los rituales de la ley.) Todavía siendo salvos, ellos estarían, como el hijo pródigo, separados de su padre y no recibirían ninguna de las bendiciones que se reciben al estar en Su presencia. Cualquier intento de restablecer su comunión por cualquier otro medio fuera de una sincera confesión, no solamente sería inútil sino que estaría ridiculizando públicamente al Señor al implicar que Su remedio para el pecado fue insuficiente o quedó incompleto.
Todavía no están todos muertos
Los judaizantes fueron los propulsores del legalismo en el Siglo I, que es el proceso de ganar la salvación. Y hay muchos de ellos todavía en nuestros días. Hoy prescriben varias formas de penitencia y de buenas obras en lugar de los corderos del sacrificio, pero la idea es la misma. Enseñan que la muerte espantosa y dolorosa de nuestro Señor no fue suficiente para salvarnos ni para sostenernos; que aún hay mucho que quedó sin hacerse que uno debe de hacer. Y a pesar que Él le amó lo suficiente para darle vida cuando usted estaba muerto en el pecado, Él ahora lo descartará a usted sin reparo si usted no anda sobre la marca.
Hal Lindsey dijo una vez, “Estas personas deberían ser expulsadas con azotes de sus púlpitos por tratar de encarecer aquello por lo que el Señor dio Su vida para dárnoslo gratis”. Suena un poco duro, ¿verdad? Lea Juan 2:15. “Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas”. La única vez que el Señor mostró Su ira durante Su visita a la tierra fue cuando se enfrentó con los líderes de la religión organizada. El escritor de Hebreos también observa que Él nunca cambia, que es “el mismo ayer, hoy y siempre”. Si eso es así, quizás el deseo de Hal Lindsey se volverá realidad un día, pronto.