Miércoles 18 de agosto de 2021
Un estudio bíblico por Jack Kelley
Estoy convencido de que muchas personas cristianas no tienen un buen conocimiento de cómo es que Dios nos ve. Eso no me sorprende porque realmente es difícil para nosotros poder comprenderlo. Dios nos ve de una forma tan distinta a cómo nosotros nos vemos y a cómo otras personas nos ven, que realmente no se puede hacer ninguna comparación. Es como que si Él y nosotros estuviéramos viendo a dos personas diferentes. Y en cierta manera eso es cierto porque nosotros solamente nos podemos ver a nosotros mismos de acuerdo a nuestra experiencia pasada, pero Él ha escogido vernos ahora como nosotros seremos en el futuro cuando estemos con Él para siempre. Entonces pongamos a un lado cómo nos vemos nosotros a nosotros mismos por un momento y veamos las cinco cosas que la Biblia dice acerca de cómo es que Dios nos ve.
Usted es su hijo e hija para siempre
“Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su nombre, les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:12-13).
Cuántas veces ha oído usted a alguien decir, “Todos somos hijos de Dios.” ¿Se da cuenta de que esa no es una declaración correcta? Solamente las personas creyentes nacidas de nuevo pueden legítimamente llamarse hijas de Dios porque una de las cosas que suceden cuando nacemos de nuevo es que Dios realmente nos adopta como Suyos.
Gálatas 4:4-7 dice que nuestro camino a la adopción dentro de la familia de Dios fue abierto con la muerte de Jesús. Tan pronto como nacemos de nuevo recibimos la adopción como hijos e hijas, y el Espíritu del Hijo de Dios viene a nuestro corazón. Así que ya no somos más esclavos, sino hijos e hijas de Dios, y puesto que somos sus hijos, Dios también nos ha hecho Sus herederos. Como herederos de Dios tenemos una herencia que nadie nos puede arrebatar.
De 2 Corintios 1:21-22 sabemos que cuando nacimos de nuevo, Dios puso Su sello de propiedad en nosotros y puso Su Espíritu en nuestro corazón como garantía de lo que viene. Desde ese momento es el mismo Dios que nos hace estar firmes en Cristo. Habiéndonos librado del que nos tenía esclavos, Él puso Su propio sello de propiedad en nosotros. Ya no somos esclavos sino hijos e hijas de Dios. Habiendo sido comprados a un precio, la preciosa sangre de Jesús, ahora le pertenecemos a Dios, y nadie podrá jamás cambiar eso.
Él nos ha puesto bajo el cuidado de Su Hijo, como el dueño de un rebaño de ovejas las pone bajo el cuidado de un pastor. Es la voluntad del Padre que el Hijo no pierda a ninguno de los que se le han dado a Él, por consiguiente toda persona que mira al Hijo y cree en Él tendrá vida eterna (Juan 6:37-40).
Eso no es algo que nosotros podemos lograr por medio de nuestro esfuerzo personal. Es la obra del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo la cual no puede ser deshecha. Nada en toda la creación puede cambiar lo que ellos han hecho en nosotros (Romanos 8:38-39) y nadie podrá jamás arrebatarnos de las manos de Ellos (Juan 10:27-30) Una vez que hemos nacido de nuevo, somos hijos e hijas de Dios para siempre.
Usted todavía peca, pero Él ya no lo cuenta en su contra
“Dichoso aquél cuyo pecado es perdonado, y cuya maldad queda absuelta. Dichoso aquél a quien el Señor ya no acusa de impiedad, y en el que no hay engaño” (Salmo 32:1-2).
En el Salmo 32:1-2 el rey David previó eso y en Romanos 7:15-24 Pablo lo explica. Habiendo admitido que lo ha intentado como ha querido, él simplemente no pudo dejar completamente de pecar, y nos dio la perspectiva de Dios sobre el tema. Él dijo que cuando él pecó, ya no era él el que pecaba, sino el pecado que habita en él.
Esa es la intención que él tuvo. En Romanos 7:9 Pablo dijo, “En un tiempo, yo vivía sin la ley, pero cuando vino el mandamiento, el pecado cobró vida y yo morí.” Él estaba hablando de alcanzar la edad del uso de la razón cundo él ya fue responsable por sus pecados. Antes que eso sucediera él no era responsable por sus pecados y tenía la vida eterna. No es que él no pecara antes de eso, sino que sus pecados no le eran contados en su contra. Sin embargo, tan pronto como él alcanzó la edad del uso de la razón ya fue responsable, el castigo por sus pecados le fue aplicado y ya no tenía la vida eterna.
Ahora veamos dos declaraciones que Jesús hizo las cuales aparentemente no están relacionadas entre sí, sobre lo que es necesario hacer para entrar en el Reino de Dios. En Mateo 18:3 Él dijo, “De cierto les digo, que si ustedes no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el reino de los cielos.” Y en Juan 3:3 Jesús dijo, “El que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios.”
Al unir esas dos declaraciones con los comentarios de Pablo sobre la responsabilidad podemos ver que las dos afirmaciones del Señor realmente sí están relacionadas entre sí. Recuerden, Pablo dijo que los niños y niñas pequeños tienen vida eterna porque sus pecados no les son contados en su contra. Jesús dijo que para poder entrar en el Reino tenemos que ser como niños otra vez. Pero Él también dijo que para poder entrar en el Reino tenemos que nacer de nuevo. Por consiguiente, la manera como nos hacemos niños para que nuestros pecados no cuenten en nuestra contra, es naciendo de nuevo.
La prueba de esto es que cuando Pablo nació de nuevo Dios ya no se le contó sus pecados en contra suya, sino que se los atribuyó a la naturaleza pecaminosa que todavía habitaba en él. Él se había vuelto como un niño pequeño otra vez, y ya no era responsable por sus pecados, y así había recuperado la vida eterna a pesar de que él no podía prevenir dejar de pecar.
Usted es perfecto(a) a Sus ojos, tan justo(a) como Él es
“Él, por medio de una sola ofrenda, hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:14).
En Romanos 3:20-24 Pablo explicó que nadie sería declarado justo por guardar la Ley porque el propósito de la Ley era para reconocer el pecado. Por lo tanto, Dios ha manifestado Su justicia aparte de la Ley la cual viene por la fe en Jesucristo para todos los que creen, siendo justificados gratuitamente por Su gracia.
De 2 Corintios 5:17 sabemos que si alguien está en Cristo, él o ella es nada menos que una nueva creación en Cristo. “Atrás ha quedado lo viejo, ahora ya todo es nuevo.” Eso no es algo que va a suceder algún día, o que nosotros tenemos que hacer que suceda al cambiar nuestro comportamiento. Es algo que desde la perspectiva de Dios ya ha sucedido y es irreversible. Sucedió porque estamos “en Cristo,” o sea, hemos nacido de nuevo.
Eso es posible porque cuando Su Hijo, que no tenía pecado, se hizo pecado por nosotros, Dios pudo hacernos tan justos como Él es (2 Corintios 5:21). Desde Su perspectiva hemos sido perfeccionados para siempre porque el único sacrificio por el pecado se aplica para todos los tiempos, cubriendo la vida entera de cada persona creyente (Hebreos 10:12-14).
Cuando Jesús fue a la cruz Él nos perdonó todos nuestros pecados (Colosenses 2:13-14). Las personas que ya habían muerto creyendo que Él vendría a salvarlas estaban en el paraíso esperando Su sacrificio expiatorio. Cuando Jesús murió, los pecados de esas personas fueron perdonados retroactivamente. Otras personas que estaban vivas al momento de Su muerte recibieron inmediatamente el beneficio de Su sacrificio. Todavía otras que no nacerían durante muchos años, lo que significa que sus pecados estaban en el futuro, también recibirían ese beneficio. Sus pecados serían perdonados tan pronto como escucharan el evangelio y creyeran en él sin importar lo distante que eso estaba en el futuro.
Entonces, a pesar de que la muerte del Señor se llevó a cabo en una tarde específica en el tiempo, tenía que ser aplicada a todos los tiempos, pasado, presente y futuro. También tenía que aplicarse durante todo el lapso de vida de una persona creyente. De otra manera la frase “Él perdonó todos nuestros pecados” no podría ser cierta. Pero debido a que sí es cierta, Dios puede vernos ahora como siempre lo hemos sido y siempre lo seremos, perfectos.
Esa es la manera cómo Él puede garantizar nuestra herencia desde el momento en que creemos (Efesios 1:13-14), y cómo Él puede asumir la responsabilidad de hacernos estar firmes en Cristo (2 Corintios 1:21-22). Habiendo ya pagado totalmente el castigo por todos los pecados de nuestra vida, Él puede considerarnos como justos, como si nunca hubiéramos pecado en primer lugar. Desde Su perspectiva somos inocentes, como los niños pequeños a los que Jesús dijo que debíamos ser.
Usted no puede ser condenado(a) por ninguna razón
“Por tanto, no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús” (Romanos 8:1).
Debido a eso, ya no podemos ser condenados por ninguna razón. “Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él” (Juan 3:17).
Jesús dijo, “De cierto, de cierto les digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no será condenado, sino que ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).
Nada de lo anterior ha requerido que usted haga algo excepto que crea que cuando Jesús fue a la cruz, Él lo hizo por usted. Todo quedó arreglado desde el momento en que usted creyó eso.
Cuando usted esté frente a Dios usted será tan perfecto(a) como Él es
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. Pero sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él porque lo veremos tal como él es” (1 Juan 3:2).
En el momento del rapto seremos instantáneamente cambiados de mortales a inmortales y lo que ahora somos por fe lo seremos de hecho (1 Corintios 15:51-53). Y todas las imperfecciones físicas, mentales, emocionales, y espirituales, se quitarán para siempre. Todo deseo de pecar se habrá ido, como también las decepciones, la vergüenza, y la culpa que lo acompañan.
Nuestro espíritu estará en perfecto alineamiento con el Espíritu de Dios, y nuestra voluntad en perfecta armonía con la Suya. Las restricciones impuestas sobre nuestras habilidades por la maldición bajo la cual hemos trabajado todas nuestras vidas serán levantadas, cuando emerjamos del pasado opresor hacia un futuro brillante e ilimitado.
No importa la clase de persona pecadora que fuimos aquí en la Tierra, o con cuánta frecuencia tropezamos y caímos, o cómo fuimos vistos tan despectivamente por nuestros semejantes, cuando estemos frente a nuestro Creador toda muestra de nuestro yo terrenal habrá desaparecido y finalmente seremos el ejemplo perfecto de cómo Él nos creó para ser: adecuados para poder vivir en la presencia del Señor para siempre en el ambiente más lujoso que Él jamás haya diseñado.
¿Qué debemos hacer acerca de eso?
Como ustedes pueden ver, nada de lo anterior nos ha llegado como resultado de nuestro comportamiento. Tan pronto como creímos, eso fue logrado en nuestras vidas como el regalo gratuito de la gracia de Dios (Efesios 2:8-9) y nunca podrá ser revertido. No sabemos por qué Dios quiso hacer ese acto de Su Gracia como el polo opuesto a Sus requisitos para quienes laboraron bajo la Ley antes de nosotros. Y al leer las profecías que describen la vida en la Tierra durante el Milenio, podemos ver que una vez que la Iglesia se haya ido, ningún otro grupo de personas creyentes volverá jamás a disfrutar esa clase de espléndida demostración de Su amor por nosotros. La única explicación que Él nos dio fue que por medio nuestro Él quería demostrar las incomparables riquezas de Su gracia en los siglos venideros (Efesios 2:7).
Pero a pesar de que Él no puso condición alguna sobre nosotros más que creer en Aquel que Él envío (Juan 6:28-29) yo creo que Pablo fue muy claro al describir la respuesta apropiada a esa clase de arrolladora demostración de Su generosidad. La próxima semana tocaremos este tema cuando discutamos “Respondiendo a la Gracia”. Nos vemos entonces. 02/08/15