Lunes 30 de mayo de 2022
Un estudio bíblico por Jack Kelley
“Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sienten, esto también se los revelará Dios. Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa” (Filipenses 3:13-16).
Después que usted ha sido salvo, tiene la oportunidad de ganar sus recompensas, o coronas, las cuales le serán presentadas inmediatamente después del Rapto (1 Corintios 4:5). El mismo Jesús es quien hará la presentación en lo que será la mayor ceremonia de premiación jamás vista en la historia de la humanidad.
Esta ceremonia de premiación algunas veces se le llama el juicio ante el Tribunal de Cristo, debido a la similitud con la palabra griega para juicio. En las antiguas olimpíadas, los jueces les otorgaban coronas de hiedra (llamadas stéfanos) a los ganadores de los diferentes eventos, en el “Trono Bema”, o estrado de los jueces, de la misma forma en que se hace hoy día.
El Nuevo Testamento enumera cinco categorías en las que se les otorgarán coronas a los creyentes calificados.
Estas coronas se identifican como la Corona Eterna (de la Victoria) en 1 Corintios 9:25, la Corona del Ganador de Almas en Filipenses 4:1 y 1 Tesalonicenses 2:19, la Corona de Justicia en 2 Timoteo 4:8, la Corona de Vida en Santiago 1:12 y Apocalipsis 2:10, y la Corona de Gloria en 1 Pedro 5:4.
La Corona Eterna (La Corona de la Victoria)
“¿No saben ustedes que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corran de tal manera que lo obtengan. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9:24-27).
Este pasaje define con mayor claridad el contexto dentro del cual las coronas son otorgadas, por eso es mejor verlo de primero. La Biblia dice más sobre la Corona de Victoria porque es la que cada creyente puede ganar. Pablo utilizó la analogía del deporte para ayudarnos a entender las reglas de la victoria, con el objeto de que no nos confundiéramos en cómo esto funciona.
En los eventos como las olimpíadas, para ganar las coronas de victoria se requiere que los competidores primero califiquen y luego compitan. Para nosotros, calificar significa ser salvos, porque este es un evento solamente para los creyentes. Luego pasamos a un “entrenamiento estricto” con el objeto de aumentar nuestras oportunidades para la victoria, porque ningún cristiano debe de quedar satisfecho con solamente calificar, aun si eso significa ganar la vida eterna. Eso es solamente el principio. Todos queremos ganar coronas y recompensas. Al ir por esta corona, no estamos compitiendo unos contra otros, sino contra nuestro antiguo yo, llamado también “la carne”.
Obtener la victoria significa sepultar la carne; quitarnos de encima nuestros deseos egoístas, nuestros malos hábitos y actitudes, así como cualquier otro comportamiento que avergüence al Señor. Uno de los lugares en los que la Biblia tiene mucho que decir para poder ganar esta corona se encuentra en Efesios 4—6. De hecho en cada una de las cartas a la Iglesia, Pablo nos exhorta a competir por esta corona en agradecimiento por lo que se nos ha dado. Al ganarle la batalla a la carne es lo mejor que podemos hacer para mostrarle al Señor lo agradecidos que estamos por habernos salvados.
Y como en todos los eventos de una competencia, no hay ningún castigo por perder, solamente hay un premio por ganar. Y el fracaso de no ganar no significa que renunciamos a los premios ganados en otras competencias. Pero tenemos que ganar legítimamente (2 Timoteo 2:5) y más que cualquier otra cosa, nuestra actitud debe de ser la correcta. Cualquier pensamiento de reconocimiento o de ganancia personal, o aun tratando de ganar puntos con el Señor, nos descalifica. El único motivo aceptado es para darle la gloria al Señor (1 Corintios 3:12-15; 4:1-5).
Si estamos en Cristo somos una nuevas criaturas a Sus ojos (2 Corintios 5:17). Ahora estamos en el entrenamiento de la realeza. Nuestro reto es vivir en lo que nos hemos convertido actuando como quienes somos en Cristo. Todas aquellas personas que lo logren recibirán la Corona de la Victoria.
La corona de quien gana almas
“Así que, hermanos míos, amados y deseados, gozo y corona mía, ¡manténganse firmes en el Señor, amados!” (Filipenses 4:1).
“Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo son ustedes, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida? Ustedes son nuestra gloria y gozo” (1 Tesalonicenses 2:19-20).
Pablo era más feliz cuando pensaba que todas las personas que habían llegado a Cristo lo habían hecho a través de sus enseñanzas, escritos y para la edificación de la iglesia. Y la cosecha de sus obras no ha disminuido en toda la Era de la Iglesia. Ya que no está estipulado ningún número como calificador, no debemos ser intimidados por los incomparables resultados de Pablo. Solamente tenemos que hacer lo mejor de cada oportunidad que el Señor nos presenta en nuestro camino. Y recuerden, aquí somos juzgados por nuestros esfuerzos, no por nuestros resultados. Cada persona tiene la responsabilidad de su elección con respecto a la salvación. Por eso no debemos ser argumentativos o coercitivos, solamente tenemos que hacer una presentación clara y concisa del Evangelio y después orar para que el mismo sea recibido. Este es el modelo que Pablo estableció para nosotros.
La Corona de Justicia
“Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4:8).
Ya que nuestra justicia se deriva de nuestra fe, esta corona no es para aquellas personas cuyas vidas han sido de lo más puras. Nadie puede ser más puro que Dios, cuya justicia es la que nos ha sido impuesta. Cuando añoramos la venida del Señor estamos demostrando nuestra creencia de que Él viene por nosotros. No nos da temor de que no demos la talla sino que estamos absolutamente ciertos de que cuando Él venga por Su Iglesia nosotros estaremos entre los que Él se lleva.
Una persona que depende de la justicia de sus propias obras solamente puede sentir arrogancia o temor, no añoranza. Algunas personas son tan arrogantes como para creer que ellos se merecen la entrada al cielo debido a su vida ejemplar. Su orgullo las mantiene alejadas de añorar al Señor porque obtienen mucha satisfacción por sentirse superiores. Son como los fariseos quienes miraban al Señor directamente ante sus ojos y prefirieron depender de sus propias obras en vez de Su gracia.
Otras personas viven atemorizadas de que serán rechazadas en el último momento por algún fracaso que han olvidado. Ellas no añoran al Señor porque están muertas de miedo de ser rechazadas. Solamente las personas que dependen exclusivamente en la Gracia pueden añorar al Señor. Puesto que saben que nunca darán la talla, lo que añoran es el día en que nunca fracasarán.
La Corona de Vida
“Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman” (Santiago 1:12).
“No temas en nada lo que vas a padecer. El diablo echará a algunos de ustedes en la cárcel, para que sean probados, y tendrán tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:19).
Esta corona es para los creyentes que se han enfrentado a la persecución y han sufrido por el Señor, aun hasta la muerte. Nosotros estamos familiarizados con las pruebas y las tribulaciones de los creyentes de los primeros dos siglos de esta era, pero ¿sabían ustedes que aun en nuestros días muchos miles de creyentes mueren cada día por su fe, y muchos miles más están siendo sacados de sus casas, encarcelados, u obligados a vivir atemorizados de perder sus vidas? Todas estas personas ganarán la Corona de Vida.
La Corona de Gloria
“Ruego a los ancianos que están entre ustedes, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacienten la grey de Dios que está entre ustedes, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a su cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, ustedes recibirán la corona incorruptible de gloria” (1 Pedro 5:1-4).
Solamente aquellas personas que han sido llamadas a ejercer un ministerio califican para esta corona. Los requisitos son muy claros, y muchos pastores fieles al rebaño del Señor finalmente tendrán el reconocimiento que tanto se merecen. Pero los que se han enseñoreado sobre los creyentes que se les confiaron, o que les han puesto pesados yugos de legalismo sobre sus cuellos, serán obligados a ponerse a un lado y ver al Señor recompensar a aquellos que han permanecido fieles a Su Palabra.
Hay cinco coronas enumeradas en el Nuevo Testamento. Algunos de nosotros recibiremos las cinco, pero todos nosotros podemos calificar para recibir por lo menos una de ellas. Y como lo mencioné anteriormente, no hay nada que nosotros podamos hacer para darle mayor placer al Señor. Y después de todo lo que Él ha hecho por nosotros, esto no es pedir mucho, ¿verdad? Selah. 26/05/2007.