Comprendiendo Juan 6:37-40

Domingo, 9 de marzo de 2014

Un Estudio Bíblico por Jack Kelley

Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:37-40).

Algunas personas interpretan este pasaje que significa que el Padre nos dio como un regalo a Su Hijo. Quienes dicen esto usualmente están tratando de respaldar la idea de que es Dios el que escoge quién será salvo y luego Él le da las personas que Él ha elegido a Su Hijo. Pero, ¿es realmente eso lo que Jesús está diciendo? Veamos.

El pastor y las ovejas

Si Juan 6:37-40 fuera el único pasaje sobre este tema en la Biblia, podríamos estar tentados a aceptarlo. Pero cuando aplicamos el popular modelo bíblico del pastor y las ovejas a Juan 6:37-40 surge una conclusión diferente.

Actualmente hay tres entidades en ese modelo. La primera es el dueño de las ovejas. La segunda es el pastor de las ovejas, y la tercera es las ovejas.

Al decir “todo lo que el Padre me da” yo creo que Jesús estaba sugiriendo este modelo. Para saber si ese es el caso veamos si la Biblia nos dice si es el Padre quien realmente nos posee.

Sabemos que todos los niños pequeños le pertenecen a Él, pero llega el momento en la vida de las personas cuando pasamos a manos del enemigo. Eso sucede cuando adquirimos el uso de la razón y así somos responsables de nuestros pecados (Romanos 7:9). Después de eso tenemos que volver a ser hijos de Dios o automáticamente pasaremos el resto de nuestra vida en el campo del maligno.

Esto quedó claro en el Paraíso, justo después del primer pecado de la humanidad. Hablándole a la serpiente, Dios dijo, “Y pondré enemistad entre ti y la mujer (Eva), y entre tu simiente (descendencia) y la simiente suya” (Génesis 3:15). Esta profecía se cumplirá ultimadamente en la batalla al final de la era entre “alguien” el anticristo (simiente de la serpiente) y Jesucristo (simiente de la mujer).

Pero mientras tanto, todas las personas que no se hacen hijas de Dios automáticamente se hacen hijas del diablo. Jesús reveló esto en la parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13:24-30). En Su explicación de la parábola (Mateo 13:37-43) Jesús identificó el campo como el mundo y dijo que hay dos clases de semillas en el campo. Está la buena semilla, que representa los hijos del Reino y la mala semilla, que representa los hijos del maligno. Él no mencionó una tercera clase de semilla. Todas las personas son ya sea hijas del reino o hijas del maligno.

Juan 1:12-13 explica que somos hijos del reino al creer que Jesús murió por nuestros pecados y resucitó de nuevo, y 2 Corintios 1:21-22 añade que cuando eso sucede, Dios pone Su marca de propiedad en nosotros y pone Su Espíritu en nuestro corazón como un depósito que garantiza lo que viene, que es la vida eterna con Él. De allí en adelante Él es el que nos hace estar firmes en Cristo.

En 1 Corintios 6:19-20 Pablo dijo que ya no somos de nosotros mismos, sino que hemos sido comprados por precio. Ese precio fue la sangre de Jesús (1 Pedro 1:18-20). Dios literalmente nos ha comprado y nos ha marcado para mostrar que Él ahora nos posee y su intención es mantenernos así.

En un reciente estudio sobre este tema (“Qué dice la Biblia, Parte 5. ¿Podemos escoger ser salvos?” 23 de febrero de 2014) demostré cómo es que la Biblia deja claro que nosotros tenemos que escoger y permitir que eso suceda, así que no entraré en mayores detalles sobre eso aquí. Mi punto sencillamente es mostrar que debido a creemos que Jesús murió por nosotros, ahora le pertenecemos a Dios.

Volvamos a Juan 6:37-40 y continuemos con el modelo del pastor/ovejas. En muchos casos el propietario del rebaño no cuidaba del mismo sino que lo ponía en manos de un pastor el cual se hacía responsable de su bienestar. En algunos casos este pastor era contratado, pero en otros, el hijo del propietario era el encargado de cuidar las ovejas. Cualquiera que fuera el caso el dueño le daba las ovejas al pastor quien a su vez asumía la responsabilidad de las mismas. Eso es a lo que Jesús se estaba refiriendo en Juan 6:37 cuando dijo, “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.”

Así que ustedes pueden ver, nosotros no somos un regalo que el Padre le dio al Hijo. Somos alguien que Dios ha tomado como propiedad para luego confiárselos al cuidado de Su Hijo. Y para asegurarse que entendiéramos esto, Pablo dijo que llegará el día cuando Jesús le entregará todo el reino a Su Padre (1 Corintios 15:24).

En Juan 6:38 Jesús fue más allá explicando esto. Él dijo, “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.” Este era el plan de Dios para nosotros. Él envió a Su Hijo a pagar el precio para que Él pudiera comprarnos, luego le entregó a Su Hijo la responsabilidad de guardarnos. Juan 6:39 dice,

Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.”

El Padre nos compró y nos marcó como Suyos para que nadie más pueda alegar responsabilidad sobre nosotros. El Espíritu Santo es el depósito que garantiza eso. Luego Él nos entregó al cuidado de Su Hijo diciendo, “No pierdas ninguno de ellos.” Padre, Hijo y Espíritu Santo están todos involucrados en nuestra salvación.

Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.” (Juan 6:40).

Este es un resumen de la voluntad de Dios en cuanto a la humanidad concierne. Todas las personas que ven lo que Jesús ha hecho y creen que Él lo hizo por ellas tendrán vida eterna. Obviamente hoy ninguna persona que está viva fue testigo de la crucifixión, pero la frase traducida como “ve al Hijo” puede significar verlo mentalmente, verlo con los ojos de la mente, y percibir lo que Jesús hizo por nosotros. Esto es lo que Pablo llamó vivir por fe y no por vista en 2 Corintios 5:7.

Y cuando Jesús criticó a Tomás por haberse rehusado a creer hasta que él vio y palpó las marcas en Sus muñecas y la herida en Su costado, Él dijo, “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:29). Él se estaba refiriendo a los millones de personas que “verían” por fe en vez de tener la necesidad de ver y palpar en el sentido físico.

Pero esperen, hay más

En tiempos bíblicos cuando un pastor tenía que ir a la ciudad para algo, llevaba las ovejas bajo su cuidado a un redil común junto a la ciudad. Un hombre que estaba allí cuidando el redil abría la puerta y las ovejas entraban a dónde estaban las demás. Pronto era imposible poder decir de quién era cada oveja. Pero cuando el pastor regresaba todo lo que tenía que hacer era llamarlas. Sus propias ovejas, y solamente las suyas, saldrían. Las ovejas aprenden a reconocer la voz de su pastor.

Jesús estaba elaborando sobre este hecho en Juan 10:2-5 cuando dijo,

Pero el que entra por la puerta, es el pastor de las ovejas. A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.

Hay dos modelos muy consoladores en estos versículos. El primero es el rapto de la Iglesia. Nosotros somos las ovejas del rebaño del Señor. Actualmente nos encontramos en un redil común junto a ovejas que no pertenecen a Su rebaño, y el Señor nos ha dejado allí por un tiempo. Para un observador casual no hay ninguna diferencia que nos pueda identificar con las otras.

Pero cuando el momento de partir haya llegado, el Señor nos llamará por nuestro nombre e irá delante de nosotros y nosotros, que conocemos Su voz, lo seguiremos a nuestra morada eterna en la casa de Su Padre (Juan 14:2-3). Aquellas personas que no conocen Su voz serán dejadas atrás.

El segundo es un modelo de nuestra seguridad en Él. Las ovejas solamente siguen a su propio pastor porque conocen su voz. Nunca podrán ser atraídas por un extraño porque las ovejas no reconocen la voz de un extraño. De la misma manera, nosotros seguimos al Señor porque conocemos Su Evangelio, y nunca podremos ser atraídos por alguien que predique un Evangelio diferente y de hecho huiremos de allí porque no reconocemos un Evangelio diferente.

Así que somos propiedad del Padre, comprados con la sangre del Hijo, garantizados con el sello del Espíritu Santo. El Padre nos ha confiado al cuidado del Hijo el cual ha prometido no echarnos fuera ni perder a ninguno de nosotros. Todo esto ha sucedido porque creemos que Jesús murió para pagar el castigo por nuestros pecados y resucitó de nuevo. Debido a nuestra creencia es que ahora tenemos vida eterna y no seremos condenados; hemos pasado de muerte a vida (Juan 5:24). Eso es lo que dice la Biblia. 09/03/14.