Domingo, 23 de octubre de 2016
Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
“Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:11-15).
El Juicio del Gran Trono Blanco se ajusta a las descripciones que tenemos del Día de la Expiación, también llamado Yom Kippur. Se cree que en el primer día del mes de Tisri los libros en los cuales se han registrado todas las obras del pueblo de Dios son abiertos para ser revisados. Los nombres de aquellas personas cuyo comportamiento durante el año anterior ha sido ejemplar en todo aspecto fueron de inmediato inscritos en el Libro de la Vida. Y aquellas personas cuyo comportamiento no tuvo ningún mérito, fueron asignadas a morir durante el año siguiente. Casi todas las personas se encontraban entre estos dos extremos así que durante los siguientes diez días, llamados los días de temor, la gente se hacía un completo auto examen y salía frenéticamente tratando de enderezar las cosas malas que habían hecho durante el año porque el perdón de Dios requería una reconciliación previa entre las personas (Misna Tora, las Leyes del Arrepentimiento). En el décimo día de Tisri, Yom Kippur, se cerraban los libros y aquellas personas que habían enderezado lo malo que habían hecho durante el año anterior, sus nombres quedaron inscritos en el Libro de la Vida por un año más. Durante los 10 días de temor, un saludo común entre amigos era, “Que tu nombre quede inscrito en el Libro.”
La diferencia con Apocalipsis 20:11-15 es la ausencia de los 10 días de temor. Los muertos no salvos serán resucitados e inmediatamente llevados a juicio sin tener ninguna oportunidad de enderezar las cosas malas que hicieron. Cualquier cosa que no fue tratada antes que la persona muriera estará allí para condenarla ante el Juicio del Gran Trono Blanco. Entonces, solamente aquellas personas que murieron en un estado de justicia total encontrarán sus nombres inscritos en el Libro en la resurrección de los no salvos.
¿Tradicional o condicional?
Mucho se habla en estos días sobre los distintos grados del bien y del mal, y algo de eso ha evolucionado hasta el punto de replantear nuestro punto de vista tradicional sobre el estado eterno de los incrédulos. El punto de vista tradicional es que cualquier persona que fracase en aceptar el perdón que Dios compró para nosotros con la sangre de Su Hijo, pasará la eternidad en un estado de castigo agonizante en el lago de fuego.
Pero algunas personas han empezado a cuestionar este punto de vista al preguntar por qué una persona humanitaria incrédula que ha vivido una vida ejemplar al servicio de los demás, pero que fracasó en aceptar al Señor como su Salvador, debe de recibir el mismo castigo como alguien como Hitler o Stalin quienes asesinaron a miles de personas a sangre fría. Ellos sostienen que esa no es la forma de Dios de hacer las cosas, y lo sostienen al citar Apocalipsis 20:12 que en parte dice, “y fueron juzgados los muertos… según sus obras”.
Para esas personas este versículo indica que un espíritu de causa y efecto reside en el juicio y revela las intenciones de Dios para hacer que el castigo se ajuste al crimen, por decirlo de alguna manera. Por lo tanto, afirman, Dios que es justo y misericordioso, mirará a los incrédulos que de otra manera vivieron vidas fructíferas y les dará un castigo que es más corto y menos severo que el que los asesinos en masa y los torturadores van a recibir. Pero puesto que no importa lo buena que una persona sea, al morir en un estado de incredulidad el resultado es la muerte eterna, entonces al final del término de su castigo, esa persona será destruida y cesará de existir en cualquier forma. Entonces, como recompensa por su vida buena en la tierra, serán eliminados de su miseria después de un corto y más tolerable período de tiempo de castigo. A esto se le llama el “punto de vista condicional” del infierno.
Devolvámonos por un momento
¿Existe un apoyo bíblico para lo anterior? Vayamos al primer juicio del pecado que registra la historia para poder saberlo. Al estudiar la primera vez que un concepto importante se menciona en las Escrituras, generalmente descubrimos pistas que nos ayudan a comprender situaciones posteriores similares. Los eruditos se refieren a eso como el Principio de la Primera Mención.
“Y mandó el SEÑOR Dios al hombre, y le dijo: De todo árbol del huerto podrás comer; pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16-17).
Adán fue creado a imagen de Dios, inmortal, con un talento y una destreza que usted y yo solo podemos imaginar. Lo mismo fue con Eva. Ambos estaban llenos de bien y de pureza, y caminaban y hablaban con Dios. Solamente tenían una regla y solamente la desobedecieron una vez.
Pero cuando lo hicieron, a pesar del hecho de que el bien en ellos sobrepasaba en mucho al mal, y a pesar de que solamente cometieron un pecado, ellos murieron y la creación fue maldecida, como lo fue toda su progenie. Todos lamentamos ahora las consecuencias producidas por este acto de desobediencia. Como escribió Pablo, “por la transgresión de uno vino la condenación a todos los seres humanos” (Romanos 5:18).
Sin embargo, ellos eran relativamente buenos, quizás mucho más que la mayoría de nosotros, porque la Biblia no menciona ningún otro pecado en sus vidas. ¿Su castigo se ajustó a su crimen? ¿Pesó Dios lo bueno de sus vidas en contra de lo malo? ¿O hizo Dios exactamente lo que les dijo que haría?
Por lo que pueda valer, yo no veo ninguna obstrucción en el trato de Dios con Adán y Eva entonces, ni con la humanidad desde ese momento en adelante. Yo creo que el aplicar una escala de bondad a la vida de cada persona, es una idea humana. Por ejemplo, tomemos la situación contraria. ¿Cómo se les otorga a los creyentes el ingreso al Reino? ¿Existe alguna escala de mérito relativo que se aplica, o estamos dentro en un ciento por ciento para siempre? Algunas personas dicen que el castigo de los incrédulos es demasiado severo, pero ¿cuántos creyentes se merecen la recompensa que se nos ha dado? ¿No es eso un tipo de extremismo también? Si nuestra recompensa se basa solamente en lo que creemos, ¿por qué no sería el castigo basado solamente en su incredulidad?
En el Islam se dice que en el juicio final Alá va a comparar lo bueno y lo malo en la vida de cada persona para luego decidir si a esa persona se le permite el ingreso en el paraíso. (El único boleto de ingreso es morir en batalla como mártir.) Como cristianos nosotros reaccionamos pobremente ante esa idea. Decimos que no es justa, porque nadie puede saber por adelantado si uno es salvo o no. Y sin embargo, algunos se sienten bien con que esa misma incertidumbre los haga parte de un lote de incrédulos en términos de juicio.
¿No podría esa incertidumbre tener el efecto de causarle a alguien que realmente no cree en el infierno de todas maneras, tener más confianza en posponer su decisión de salvación, creyendo que puesto que ha vivido una vida buena podrá arreglar algo con Dios después de haber muerto? ¿No lo hemos pensado todos nosotros que vivíamos una vida relativamente buena hasta que fuimos salvos?
Yo voy a sugerir que quizás todo el entendimiento que el hombre tiene de la frase “juzgado conforme a sus obras” está equivocado. Adán y Eva tenían una sola regla, y cuando desobedecieron ya nada más importaba. No hubo ninguna negociación, ningún peso colocado en la balanza. Ellos recibieron lo que el Señor les advirtió que recibirían. Yo creo que es lo mismo con nosotros. Yo creo que nosotros tenemos una sola regla también y si la desobedecemos, recibiremos lo que el Señor nos advirtió que recibiríamos.
¿Cuál es la obra que el Señor requiere?
Después que Jesús alimentó a los 5.000, la muchedumbre que lo seguía lógicamente creció de manera exponencial. Él sabía que lo único que querían es que les diera más pan. Él les advirtió de no preocuparse por trabajar por los alimentos los cuales se ponen malos, sino que trabajaran por el alimento que perdura para la vida eterna.
“Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que crean en el que él ha enviado” (Juan 6:28-29).
Allí lo tenemos. Esa es la única regla para la humanidad. Creer en El que Él ha enviado. Es nuestro equivalente de “No comerás de ese árbol”. Es lo único que Dios requiere. Si desobedecemos, ya nada más importa. Todas aquellas personas que niegan a Jesús irán al castigo eterno de acuerdo con Mateo 25:46, mientras que los justos irán a la vida eterna. Isaías 66:24, Daniel 12:2 y Marcos 9:48 están todos de acuerdo.
Pero no me malinterpreten, yo sé que somos llamados a vivir vidas que reflejen nuestras creencias y que aún se nos prometen recompensas adicionales por hacerlo, y yo sería el último en aconsejarle a alguna persona que profese su fe para luego olvidarse de vivirla. Pero el simple hecho es que la fe es la única obra que Dios requiere y que nada de las demás cosas que hacemos cuenta en absoluto hasta que hayamos tomado ese único paso requerido. Somos salvos por lo que creemos, y no por la forma en que nos comportamos. En ninguna parte de las Escrituras se encuentra ni siquiera una pequeña insinuación de que el destino de una persona incrédula puede ser alterado en lo más mínimo por la “bondad” de la vida que tuvo.
De hecho, todo parece ser en las Escrituras que en lo que al Señor respecta, Él equipara la incredulidad con la desobediencia. Pablo escribió que Dios cree que Su existencia es simplemente demasiado obvia como para que se nos escape (Romanos 1:18-20). Y en 2 Tesalonicenses 2:10 él dijo que las personas incrédulas perecerán porque rehusaron el amor y la verdad para ser salvas. Rehusar algo es declinarlo. Es una acción específica. Al hacer eso, los incrédulos han desobedecido la única regla que Él nos dio, y en respuesta a ello, Él hará exactamente como dijo que haría.
Dejemos algo en claro
El saber eso lastima nuestro ego, pero ninguna de nuestras buenas obras ayuda del todo a Dios, de igual forma que ninguno de nuestros pecados lo lastiman. Recuerden las palabras de Eliú a Job acerca del impacto que nuestra vida tiene en Dios.
“Si pecares, ¿qué habrás logrado contra él? Y si tus rebeliones se multiplicaren, ¿qué le harás tú? Si fueres justo, ¿qué le darás a él? ¿O qué recibirá de tu mano? Al hombre como tú dañará tu impiedad, y al hijo de hombre aprovechará tu justicia” (Job 35:6-8).
Isaías lo explicó con más claridad. Acerca de las obras religiosas de los incrédulos, él escribió,
“El que sacrifica buey es como si matase a un hombre; el que sacrifica oveja, como si degollase un perro; el que hace ofrenda, como si ofreciese sangre de cerdo; el que quema incienso, como si bendijese a un ídolo.
Y porque escogieron sus propios caminos, y su alma amó sus abominaciones, también yo escogeré para ellos escarnios, y traeré sobre ellos lo que temieron; porque llamé, y nadie respondió; hablé, y no oyeron, sino que hicieron lo malo delante de mis ojos, y escogieron lo que me desagrada” (Isaías 66:3-4).
Dios solamente considera buenas las obras de los creyentes en el tanto que sean hechas por gratitud, en un esfuerzo para complacerlo a Él por lo que Él ha hecho por nosotros (1 Corintios 4:5). Es como cuando su hijo de tres años le da a usted un dibujo casi irreconocible. Para usted eso no tiene ningún valor intrínseco. Pero usted sabe lo mucho que su hijo se esforzó para complacerlo, y es la intención lo que cuenta. Lo mismo es cierto con respecto a nuestras buenas obras.
Los incrédulos no están tratando de complacer a Dios con sus buenas obras, puesto que ellos niegan que Él siquiera existe. Solamente están tratando de sentirse mejor. Si sus buenas obras no complacen a Dios y están motivadas por el egoísmo, ¿en dónde está la justificación para considerarlas cuando se determina su castigo por haberlo rechazado a Él? Esta idea no tiene más sentido que la de permitirle a los artistas o a los políticos que adquieran “créditos a su favor” para compensar las grandes huellas que han dejado. Los cheques que emiten no anulan los efectos de sus extravagantes estilos de vida, solamente están tratando de sentirse mejor.
Si eso es cierto entonces usted pensará ¿por qué Dios se toma toda la molestia del caso para anotar cada una de nuestras acciones? Si solamente una de ellas importa, ¿por qué molestarse con las demás? La Biblia no contesta esa pregunta pero puesto que Dios es justo, yo creo que al tener todo anotado Él puede demostrar que Sus registros están completos y son exactos, y que Él no olvidó ni un solo detalle de la vida de una persona. Esto demostrará que la omisión de esa persona del libro no fue debido a un accidente o un descuido, sino fue el resultado del rechazo que la persona hizo de la única cosa que él requiere de nosotros.
Así que yo creo que es posible que cuando los incrédulos sean juzgados “según sus obras,” solamente la obra que Dios requiere de ellos será el tema central. ¿Han hecho ustedes la única cosa que Él les pidió que hicieran, y es en creer en el que Él ha enviado? Recuerden que con la ausencia de esa única cosa, ninguna otra obra que las personas hagan podrá ser considerada buena según las normas de Dios. Apocalipsis 20:15 coincide en esto. “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”. Usted solamente puede estar inscrito en el Libro de la Vida al ser ciento por ciento justo. Y usted solamente será de esa manera si tiene la justicia de Dios impuesta por la fe (Romanos 3:10 y 4:5). En otras palabras, en creer en el que Él ha enviado. 16/06/2012.