El destino increíblemente asombroso de la Iglesia

Miércoles 7 de julio de 2021

Un estudio bíblico por Jack Kelley

Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados! Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales, para mostrar en los tiempos venideros la incomparable riqueza de su gracia, que por su bondad derramó sobre nosotros en Cristo Jesús. (Efesios 2:4-7).

Incluso después de años y años de contestar preguntas sobre este tema, yo todavía me asombro de lo poco que la mayoría de las personas cristianas sabe sobre lo que le espera a la Iglesia. Yo entiendo cómo es que tantos líderes de la Iglesia se han vuelto centrados en la tierra, enfocados en el crecimiento de las reuniones y en las metas financieras en el aquí y el ahora. De hecho un reciente estudio del Grupo Barna reveló que los cinco indicadores principales que utilizan los pastores para juzgar su éxito son la asistencia, el dar, la cantidad de programas, la cantidad de personal, y el tamaño del área física de sus instalaciones.

Para mí eso es vergonzoso porque se supone que la Iglesia debe de ser una organización centrada en el cielo y enfocada en preparar a las personas para irse allá pronto. Traer personas al Reino y prepararlas para la eternidad deben ser la prioridad número uno de la Iglesia (Mateo 28:19-20). Usted diría que eso debería estar por lo menos entre los 5 indicadores del éxito, pero no es así.

Pablo dijo que nosotros no debemos poner nuestros ojos en lo que se ve, sino en lo que no se ve, porque lo que se ve es temporal, pero lo que no se ve es eterno (2 Corintios 4:18). Para mí eso significa que nosotros debemos prestarle más atención a nuestra próxima vida que a la presente. Después de todo, nosotros vamos a pasar muchísimo más tiempo allá. El problema es que la mayoría de las personas cristianas saben tan poco sobre nuestra próxima vida que aun cuando quisieran enfocarse en ella no saben dónde empezar.

Por consiguiente, yo le invito a pasar los próximos minutos pensando sobre algo que tendrá un significado eterno para usted; el destino increíblemente asombroso de la Iglesia.

¿Hacia dónde vamos ahora?

Empecemos por el principio. Cuando Jesús murió por nuestros pecados y resucitó de nuevo, Él nos liberó del castigo de los mismos, dándonos la seguridad de la vida eterna con Él. Esto no sólo es verdad para la Iglesia, sino para todos aquéllos que creyeron en un redentor venidero y murieron antes de que la Iglesia llegara a ser, y también para todos aquéllos que llegarán a creer en Jesús después de que la Iglesia haya partido. Hebreos 10:12 nos dice que Jesús ofreció un sacrificio (el de Él mismo) para siempre. Eso cubre a todos desde el primer hombre hasta el último.

Aquéllas personas que vivieron en el tiempo antes de la Iglesia o que vivirán en el tiempo después de ella, fueron (serán) requeridas a mostrar evidencia de su creencia de que Jesús murió por ellas obedeciendo las leyes de Dios, y pueden sufrir un lapso de fe, incluso al punto de perder su salvación. Yo asumo que usted sabe que esto es cierto para los creyentes del Antiguo Testamento. Mateo 25:1-13, Apocalipsis 14:12, Apocalipsis 16:15 nos dicen que también eso es cierto para los creyentes de después de la Iglesia.

El único requisito que Dios les ha impuesto a las personas que viven durante el tiempo de la Iglesia es que nosotros creamos en el que Él envió (Juan 6:28-29). Es más, Él ha aceptado la responsabilidad de ver que nosotros no suframos un lapso de fe y ha puesto Su Espíritu en nuestros corazones como un depósito que garantiza lo que ha de venir (2 Corintios 1:21-22) para que nosotros no perdamos nuestra salvación. Esta manifestación de Su gracia es única para la Iglesia.

También es único para nosotros la autoridad que Él nos dio para ser miembros de Su propia familia (Juan 1:12-13). Él confirmó eso al adoptarnos legalmente como Sus hijos, hermanos y hermanas de Cristo (Romanos 8:29) y coherederos con Él (Romanos 8:17, Gálatas 4:4-7).

Al mismo tiempo, Él eligió empezar a vernos como nosotros seremos luego de haber sido perfeccionado, llamándonos “una nueva creación” (2 Corintios 5:17), “sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable” (Efesios 5:25-27), y teniendo la justicia de Dios (2 Corintios 5:21). Él sabe que nosotros seremos así en el futuro, después de que Él nos cambie de mortales a inmortales, pero Él empezó solamente viendo el “nosotros futuro” desde el momento en que creímos. Él atribuye nuestros pecados de después de la salvación al pecado que aún mora en nosotros, y no a la creación perfecta que Él considera que somos ahora (Romanos 7:18-20).

Éstas son las primeras indicaciones de que Dios ve a la Iglesia diferente a cualquier otro grupo de la humanidad. Y si eso fuese todo que Él ha hecho por nosotros, sería mucho más de lo que nosotros merecemos. Pero en verdad, es sólo el principio. Las diferencias reales serán efectivas después de que Él nos lleve a nuestro hogar eterno.

A diferencia de Israel, el destino de la Iglesia no está sujeto a una localización específica en la Tierra. De hecho nuestro destino no está del todo en la Tierra. Nuestra ciudadanía está en el cielo, dijo Pablo, y nosotros esperamos ávidamente un Salvador de allí, el Señor Jesucristo (Filipenses 3:20).

Mientras en la actualidad el Reino del Señor está en este mundo, Jesús dijo que no es de este mundo (Juan 18:36). En otras palabras, nosotros no pertenecemos aquí. La Iglesia no tiene ninguna patria en la Tierra. Nosotros somos peregrinos en una tierra extranjera, y el deseo de nuestro corazón debe ser ir a casa a dónde nosotros pertenecemos. Eso no significa que nosotros no podamos tener una vida buena mientras estemos aquí. Significa que nosotros debemos saber que, ni siquiera en el mejor de sus días, la vida aquí no puede compararse con estar en casa.

Por fin en casa

Nuestra jornada a casa será muy corta, y tomará por sorpresa a muchos de nosotros, a pesar de que hemos sido advertido de no sorprendernos (1 Tesalonicenses 5:4). En un instante estaremos aquí, atendiendo nuestras cosas, y en el próximo estaremos allá, habiendo sido cambiados de mortales a inmortales y de imperfectos a perfectos, en un abrir y cerrar de ojos (1 Corintios 15:51-53).

Jesús dijo que Él regresará a llevarnos a un lugar en la casa de Su Padre, el cual Él ha estado preparando desde que se fue (Juan 14:2-3). Allí es donde nosotros estaremos seguros mientras Su Padre derrama la serie más extrema de juicios en la historia de la humanidad sobre el mundo rebelde (Isaías 26:20-21). Esta serie de juicios se llama la ira de Dios en la Biblia (Apocalipsis 6:17). Tomarán siete años para completarse y el Señor prometió librarnos de todos ellos (1 Tesalonicenses 1:10, Apocalipsis 3:10)

Durante ese tiempo la Iglesia experimentará una serie de eventos que serán distintos a los que se están llevando a cabo en la tierra. Por primera vez en nuestras vidas nosotros realmente estaremos cara a cara con el Señor y recibiremos nuestra bienvenida en el Reino, con las voces de incalculables números de ángeles cantando y gritando de alegría y repicando en nuestros oídos (Apocalipsis 5:11-14).

Tendremos una reunión jubilosa con aquéllos cuyos espíritus nos precedieron, y quienes habrán recibido sus cuerpos resucitados al mismo tiempo que nosotros estábamos siendo cambiados (1 Tesalonicenses 4:16-17).

Al describir este cambio Juan escribió, “Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que habremos de ser. Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo venga seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es” (1 Juan 3:2) y Pablo dijo, “Él transformará nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo glorioso” (Filipenses 3:21). Intente imaginar un cuerpo glorioso como el del Señor, con habilidades comparables al Suyo.

Nosotros asistiremos a una ceremonia de entrega de premios llamada el Tribunal de Cristo en dónde el Señor nos premiará por las cosas que nosotros hicimos bajo Su dirección y en Su poder durante nuestro tiempo en la Tierra (1 Corintos 3:10-15, Juan 15:5). Jesús les llamó a esas recompensas “el tesoro en el cielo” y dijo que nosotros debemos enfocarnos más en almacenarlos allá arriba en vez de estar almacenando tesoros en la Tierra (Mateo 6:19-21). Ese viejo refrán “no podemos llevarlo con nosotros” es cierto, pero el Señor dijo que sí podemos enviarlo por delante.

Nuestra relación con el Señor se formalizará. La Novia de Cristo será la Esposa del Cordero (Apocalipsis 19:6-8, Apocalipsis 21:9). Estaremos sentados a Su mano derecha, por encima de todos los rangos de ángeles, asumiendo nuestro papel como corregentes con Él (Efesios 1:18-21, Efesios 2:4-7).

Así que aquí es donde vivimos

Se nos mostrará nuestra morada eterna, la Nueva Jerusalén. Por la descripción de Apocalipsis 21 esta parece ser extravagante, más allá de todas las normas conocidas, estando hecha del oro más puro y las gemas más preciosas. Las dimensiones globales de la Nueva Jerusalén parecen extravagantes también. Tendrá casi 2240 kilómetros de longitud y anchura e igual de altura (Apocalipsis 21:16-17). Si se situara en la Tierra sería más grande que Israel, tan grande como Europa Occidental, y casi tan grande como la mitad de los EE.UU. De casi 2240 kilómetros de alto, se extendería en el espacio más allá de la atmósfera superior y sería 4,000 veces más alta que el edificio más alto del mundo.

Basado en estas dimensiones, yo no creo que la Nueva Jerusalén estará sobre la Tierra, pero en cambio descenderá del Cielo a situarse en una órbita en la proximidad a la Tierra. Algunos especulan que será triangular en su forma mientras otros dicen que será un cubo, pero la Biblia no revela su forma. (Si fuera una esfera sería 2/3 del tamaño de la luna.)

Nuestro hogar no necesitará del sol o la luna que brillen en él porque la gloria de Dios le dará la luz. De hecho la luz de nuestro hogar será suficiente para proveer de luz también a la Tierra (Apocalipsis 21:23-24). Recuerde, en Mateo 24:29 Jesús dijo que el sol y la luna no darán su luz después del final de la Gran Tribulación. Así que nosotros seremos la luz del mundo después de todo (Mateo 5:14). No habrá un templo en la Nueva Jerusalén porque el Padre y el Hijo serán nuestro Templo allí (Apocalipsis 21:22) así como nosotros hemos sido Su templo aquí (1 Corintios 3:16).

La Biblia no proporciona ninguna descripción de nuestras habitaciones individuales pero de la descripción general de la ciudad yo pienso que las encontraremos así de opulentas.

Algunos han preguntado por qué nosotros necesitaremos un hogar así de espectacular, y la verdad es que nosotros probablemente no lo necesitemos. Pero recuerde, los reyes de la Tierra viven en palacios que les proporcionan una lujosa comodidad que está más allá de sus necesidades. Los miembros de sus familias viven de una cierta forma que el resto de nosotros sólo podemos soñarla. Cuánto más debería ser para la familia del Rey del universo.

Pero lo más importante es que dándonos solamente lo que nosotros necesitamos no es el objetivo del Señor al construir la Nueva Jerusalén. Desde un principio, Su objetivo en cuanto se refiere a la Iglesia ha sido el demostrar a los siglos venideros las riquezas incomparables de Su gracia, expresadas en Su bondad hacia nosotros en Cristo Jesús (Efesios 2:7). ¿Y usted no esperaría que Jesús, para quien el costo no es en verdad ningún impedimento, tire el presupuesto por la ventana cuándo se trate de construir algo que expresará Su amor por Su novia?

Algunos se preguntan cómo nos ocuparemos en nuestra nueva vida. La Biblia no ofrece detalle en esto, probablemente porque no hay ninguna manera en que nosotros podamos comparar la vida de aquí con la vida en el más allá. Pablo que tuvo un atisbo de eso, dijo;

Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman” (1 Corintios 2:9).

Lo que nosotros sí sabemos es que ningún otro grupo antes de nosotros o después de nosotros haya sido alguna vez tan bendecido mientras estaba la Tierra, y Su palabra nos dice que ningún grupo antes de nosotros o después de nosotros alguna vez será tan bendecido así en la eternidad. Y la mejor parte es que nosotros no tenemos que esperar mucho para empezar a recibir todo eso. Ya casi se pueden oír los pasos del Mesías 03-08-14.