Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
Los estudiantes de la profecía generalmente le prestan más atención a la versión de Mateo del Discurso del Monte de los Olivos puesto que es el más largo y el más detallado. Pero si ignoramos la narración de Lucas nos estamos perdiendo la tercera parte del Mensaje. Eso es porque los discípulos le hicieron al Señor tres preguntas y en Mateo 24 Él únicamente respondió a dos de ellas. Y es la respuesta de Lucas a la primera pregunta lo que confirma todo el mensaje.
Y aquí está el por qué. Cuando un profeta revela eventos que van a suceder más allá de la vida de las personas a quienes se las estaban dirigiendo, el Señor generalmente proveía un cumplimiento parcial a corto plazo para validar una profecía más distante. Eso es porque Él le había dicho a la gente que si lo que un profeta decía no se cumplía, entonces no debían temer a ese profeta, porque el profeta no había hablado en nombre del Señor (Deuteronomio 18:21-22).
En las Escrituras encontramos otros cumplimientos parciales que nos sirven de buenos ejemplos, pero quizás el más claro lo tenemos en Juan 5:43. Hablándole a Israel, Jesús dijo, “Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me reciben; si otro viniere en su propio nombre, a ése sí recibirán”. Jesús se estaba refiriendo al anticristo, el cual muchos en Israel creerán que es el Mesías cuando salga en escena para que se inicie la Semana Setenta de Daniel. Pero justamente antes de que Jesús fuera entregado para ser ejecutado, Pilato ofreció liberarlo como una señal de la misericordia romana, tradicionalmente expresada durante la Pascua. Él permitió que la gente escogiera, ya sea al inocente Jesús quien vino en nombre de Su Padre, o a un asesino convicto llamado Barrabás que había llegado en su propio nombre. El pueblo eligió a Barrabás. Eso fue un cumplimiento parcial que validó la profecía del Señor sobre Israel y el anticristo para la Semana Setenta.
Como veremos, la destrucción de Jerusalén en el año 69 d.C. fue el cumplimiento parcial que validó la profecía del Señor sobre los tiempos del fin. Veamos.
Lucas 21:5-36
Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo: En cuanto a estas cosas que ustedes ven, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida. Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo será esto? ¿Y qué señal habrá cuando estas cosas estén para suceder? (Lucas 21:5-7).
Según Marcos 13:3, fueron Pedro, Jacobo, Juan y Andrés quienes hicieron la pregunta. Y en Mateo 24:3 podemos leer esa pregunta completa. “¿Cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?”.
Esta es la primera pista que tenemos de que las cosas van a ser diferentes en la narración de Lucas. Lucas solamente dice que son los discípulos quienes hacen la primera pregunta.
Antes de empezar es importante que entendamos que ninguno de los escritores de los Evangelios se consideraba a sí mismo como un historiador. Si el Señor únicamente hubiera querido que la historia quedara documentada, solamente habría sido necesaria la narración de un solo Evangelio. En lugar de eso, a cada escritor le fue asignada una audiencia diferente, y bajo la inspiración del Espíritu Santo, adaptó su narración para llenar las necesidades de esa audiencia. Cada uno también muestra a Jesús un poco diferente para resaltar un lado particular de Él. Mateo les escribió a los judíos mostrando a Jesús como el Mesías-Rey, el León de Judá. Marcos les escribió a los romanos describiendo a Jesús como el Siervo humilde del Señor. Lucas les escribió a los griegos mostrando a Jesús como el Hijo del Hombre, y Juan le escribió a la Iglesia identificando a Jesús como el Hijo de Dios.
Entre otras cosas, esto fue un cumplimiento de las cuatro profecías del Antiguo Testamento de una figura de Dios llamada “El Renuevo”, una referencia mesiánica. En Jeremías 23:5 el Renuevo es llamado el Rey. En Zacarías 3:8 Él es el Siervo. En Zacarías 6:12 Él es el Varón, y en Isaías 4:2 Él es el Renuevo del Señor. En algunos casos la palabra Renuevo está en mayúscula. (Los primeros cristianos algunas veces eran llamados los Netzerim, la gente del Renuevo.) Entonces, vayamos a la respuesta del Señor.
Él entonces dijo: Miren que no sean engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo, y: El tiempo está cerca. Pero no los sigan. Y cuando oigan de guerras y de sediciones, no se alarméis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente.
Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo (Lucas 21:8-11).
Al principio Su respuesta parece similar a la que encontramos en Mateo y Marcos. Pero eso está por cambiar.
Pero antes de todas estas cosas les echarán mano, y los perseguirán, y los entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y serán llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre. Y esto les será ocasión para dar testimonio. Propongan en sus corazones no pensar antes cómo han de responder en su defensa; porque yo les daré palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan. Pero aún ustedes serán entregados por sus propios padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y los matarán a algunos de ustedes; y serán aborrecidos de todos por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de su cabeza perecerá. Con su paciencia ustedes ganarán sus almas (Lucas 21:12-19).
Esta cadena de eventos claramente describe la vida de los apóstoles en los primeros días de la Iglesia. Pedro y Juan testificaron ante el Sanedrín. Pablo estuvo en ambos lados de esta profecía, primero atacando a los cristianos con saña y después de su conversión, testificándoles a líderes como Félix, Festo y Herodes Agripa. De los discípulos originales, solamente Juan murió de causas naturales, pues todos los demás sufrieron el martirio por medio de los métodos más terribles de tortura, y aun así nunca se retractaron de una sola palabra de su testimonio.
Pero cuando ustedes vean a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabrán entonces que su destrucción ha llegado. Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella. Porque estos son días de castigo, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo. Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan (Lucas 21:20-24).
A pesar de que lo grueso de este pasaje es idéntico a la narración de Mateo, podemos ver dos diferencias notables que nos muestran que no están describiendo el mismo evento. Primero, en Mateo 24:15 la señal de advertencia de que es el momento de huir es cuando vean en el Lugar Santo la abominación desoladora. Pero aquí es el ejército romano rodeando Jerusalén.
Normalmente sería demasiado tarde huir cuando un ejército ya está sitiando una ciudad. Pero en el año 68-69 d.C. la situación política de Roma era muy inestable, por decirlo de alguna manera. El antiguo general de los ejércitos romanos en el Medio Oriente era un hombre llamado Tito Vespasiano. Este le acababa de entregar el comando a su hijo Tito, para colocarse él como el próximo emperador. Esto sucedió después de la muerte de Nerón en el año 68 y Vespasiano fue nombrado emperador el 1 de Julio de 69. Él había estado preocupado por tener más respaldo militar para asegurar su reclamo al trono, así que a pesar de que las legiones que ahora se encontraban bajo las órdenes de su hijo habían empezado a sitiar Jerusalén, Vespasiano ordenó que regresaran a Roma. Cuando empezaron a retirarse para preparar su viaje de vuelta a Roma, los creyentes en Jerusalén quienes habían aprendido sobre las advertencias del Señor, se apresuraron a escapar de la ciudad.
Pero antes de que los romanos pudieran alejarse, Tito Vespasiano le envió un mensaje a su hijo de que las tropas ya no eran necesarias después de todo y ordenó que se devolvieran y reanudaran el sitio a Jerusalén. Ya para entonces, todos los creyentes habían escapado.
En el mes que llamamos Agosto del año 69 d.C., los muros fueron rotos y el Templo fue capturado. La tropa le prendió fuego a todo el mobiliario del interior del Templo y el calor causó que el revestimiento de oro de las vigas de madera del cielo raso, se derritiera. Cuando el oro líquido corrió bajando por las paredes, fluyó a través de las grietas entre las piedras. Cuando el fuego finalmente se apagó y las piedras se habían enfriado, los soldados romanos desmantelaron las ruinas piedra por piedra para recuperar el oro que se había asentado entre las mismas y que ahora estaba en su estado sólido. No dejaron ni una sola piedra en su lugar, cumpliéndose así la profecía del Señor (también en Lucas 19:43-44).
En el año 70 d.C. el ejército romano completó su conquista de la Tierra Santa con el sitio de Masada. A pesar de que un millón de judíos murieron, según la tradición, ni un solo creyente murió en la destrucción de Jerusalén. (Algunas narraciones históricas colocan la caída de Jerusalén y el Templo un año antes, en el 68 d.C., pero existe el consenso general de que eso sucedió como lo he descrito aquí.)
La segunda diferencia en las dos narraciones es que mientras que la de Mateo termina con la Segunda Venida y es mundial en su enfoque, Lucas describe la diáspora judía y el control resultante de la ciudad por los gentiles. En resumen, la narración de Lucas hasta ahora ha confirmado estar refiriéndose a los eventos relacionados con la caída de Jerusalén. Él estaba describiendo el cumplimiento parcial a corto plazo dentro del lapso de vida de los oyentes del Señor, con lo cual se valida su cumplimiento total al final de los tiempos.
Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, enderécense y levanten su cabeza, porque su redención está cerca (Lucas 21:25-28).
Inesperadamente, Lucas expande la visión para incluir el mundo entero y el final de la era. Todas aquellas personas que se encuentren vivas en la tierra cuando las señales descritas empiecen a suceder, deben de entender que el evento culminante será el retorno del Señor. Y a los creyentes se nos dice que cuando empecemos a ver estas señales, debemos mirar expectantes al cielo, porque el Señor está en camino por nosotros. Observen cómo la narrativa cambia de la tercera persona, “desfalleciendo los hombres por el temor” y “verán al Hijo del Hombre, que vendrá”, a la segunda persona, “levanten su cabeza” y “su redención”. Y también cómo el enfoque cambia del final de la secuencia, “verán al Hijo del Hombre, que vendrá”, a su comienzo, “cuando estas cosas comiencen a suceder”. Si usted no lo supiera por las enseñanzas de Pablo, usted no podría reconocer que el Señor está sugiriendo dos eventos separados, el Rapto y la Segunda Venida. Pero como usted lo sabe, usted lo puede reconocer.
También les dijo una parábola: Miren a la higuera y a todos los árboles. Cuando ya brotan, al verlo, ustedes saben por ustedes mismos que el verano está ya cerca. Así también ustedes, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que está cerca el reino de Dios.
De cierto les digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Miren también por ustedes mismos, que sus corazones no se llenen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre ustedes aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Velen, pues, en todo tiempo orando para que sean tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre (Lucas 21:29-36).
Como en la narración de Mateo, la parábola de la higuera no tiene la intención de identificar a Israel, sino a la velocidad con que se desarrollan estos eventos una vez que han iniciado. La higuera era el último de los árboles en echar hojas en la primavera, por eso ellos sabían que cuando vieran las hojas de la higuera, el verano estaba cerca. De la misma manera, el lapso de tiempo entre el comienzo de las señales de los últimos días y el retorno del Señor será relativamente corto.
Yo creo que este resumen estaba dirigido a la generación que estuviera viva durante la caída de Jerusalén y también a la que está viva aquí en la tierra al final de la era. Treinta y cinco años después que el Señor pronunció estas palabras, los romanos empezaron su campaña de tres años para completar la caída de la nación judía. Muchas de las personas que escucharon esta profecía de parte de los mismos hombres que la escucharon directamente de labios del Señor, aún estaban vivos cuando esto sucedió. Al final de los tiempos muchas personas que se encuentren con vida cuando estas señales empiecen a aparecer aun estarán vivas cuando concluyan.
La última frase es especialmente significativa. “Velen, pues, en todo tiempo orando que sean tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre”. Al estar observando las señales del ejército romano sitiando Jerusalén y orando para ser librados, la primera generación de la iglesia pudo escapar la muerte y la destrucción del juicio de Jerusalén. De la misma manera, al observar las señales de los tiempos del fin y al orar para ser librados, la última generación de la iglesia podrá escapar la muerte y la destrucción del juicio de la tierra.
La Versión Reina Valera 1960 de Lucas 21:36 dice, “Oren para que sean tenidos por dignos de escapar” y hay quienes usan este versículo para justificar un rapto parcial, aduciendo que solamente aquellas personas creyentes que son dignas serán tomadas. Pero es importante recordar que así como lo fue en aquel entonces, así lo es ahora. Ninguna persona será contada como digna basada en sus propios méritos. Nosotros oramos por nuestra salvación y somos contados como dignos por haber aceptado la muerte del Señor como pago total por nuestros pecados.
El cumplimiento parcial de esta destrucción de Jerusalén del siglo primero ha confirmado el cumplimiento último de todo lo que pronto va a sucederle a todo el mundo. Ya casi se escuchan los pasos del Mesías. 25/08/2013.
Publicado el domingo 25 de agosto de 2013 a las 5:00 pm y archivado en “Artículo Semanal de Fondo”.