El milagro más extraño

Miércoles 6 de enero de 2021

Un Estudio Bíblico por Jack Kelley

Los primeros tres Evangelios son tan parecidos que la gente acusa a Mateo y a Lucas de haber tomado mucho de su contenido de Marcos, quien supuestamente escribió el suyo primero. Pero este no es el caso con Juan. Su Evangelio es diferente a todos los demás.

Ninguno de los escritores de los Evangelios escribió estrictamente una narración histórica. Pero entre todos, Juan parece ser el menos interesado en preservar la cronología de los eventos al haberlos colocado de manera que tengan más contraste los unos con los otros, en lugar de preservar su orden de ocurrencia. Un buen ejemplo lo encontramos en Juan 2 en donde vemos que al milagro de convertir el agua en vino le sigue la purificación del Templo. El primero se llevó a cabo al inicio del ministerio del Señor, mientras que el último sucedió casi al final del mismo. Juan los puso uno al lado del otro para contrastar la pureza del Evangelio que Jesús enseñó con las prácticas corruptas de la religión del momento.

De todos los milagros que Jesús hizo, Juan escogió solamente incluir siete en el Evangelio que lleva su nombre. Del ministerio total de tres años y medio del Señor, Juan se centra solamente en 21 días, dedicando 10 capítulos a la última semana del ministerio del Señor y un tercio de los 879 versículos del libro a un solo día del mismo.

Cada uno de los siete milagros en el Evangelio de Juan simbolizan también una mayor verdad y, francamente, en mi manera de pensar, un par de ellos son un poco extraños. Un buen ejemplo es la transformación del agua en vino. Pero de todos los milagros que Jesús hizo, quizás el más extraño es la curación de un paralítico en el estanque de Betesda en el capítulo 5. Es que este milagro está tan alejado del carácter del Señor. Leámoslo. (Para leer sobre los siete Milagros, vaya al sitio gracethrufaith.com/Selah/spiritual-life/the-seven-miracles-in-John.)

Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, (que esperaban el movimiento del agua. Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese). Nota: Algunos manuscritos no tienen la porción entre paréntesis, pero el haberla incluido hace que lo siguiente tenga más sentido.

Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?

Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo.

Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo.

Y era día de reposo aquel día. Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho.

El les respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda.

Entonces le preguntaron: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda?

Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar.

Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor. El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado. (Juan 5:1-15).

¿Qué está sucediendo aquí?

Un vistazo a las anomalías nos ayudará a descifrar este extraño milagro. Por ejemplo, usualmente luego de encontrarse con un grupo de personas, Jesús sanaba a todos los enfermos que había entre ellos, sin tomar en cuenta Sus planes personales. Lo que quiero decir lo encuentran en Mateo 4:23-24.

Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y se difundió su fama por toda Siria; y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó.

Y en Mateo 14:13-14.

Oyéndolo Jesús, (la muerte de Juan el Bautista) se apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado; y cuando la gente lo oyó, le siguió a pie desde las ciudades. Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos

Pero en el estanque de Betesda, donde el lugar estaba repleto de enfermos e inválidos y en donde con solo un ademán de su mano pudo haberlos sanado a todos, Juan menciona que solamente una persona fue sanada. Y esa persona ni siquiera se le acercó. Jesús hizo ese contacto inicial después de haber conocido algo sobre ese hombre. “¿Quieres ser sano?” le preguntó.

Luego leemos la historia del hombre, un verdadero callejón sin salida. Debido a que era paralítico no podía acercarse al estanque para ser sanado. Pero si hubiera podido acercarse al estanque, por sí mismo, no habría necesitado ser sanado. Él necesitaba que alguien lo sanara allí mismo en donde se encontraba.

Y tampoco nunca le pidió a Jesús que lo sanara. De hecho, ni siquiera sabía con quién estaba hablando. El Señor le dijo, “Levántate, toma tu lecho y anda”, y sin dudarlo, el hombre hizo eso, por primera vez en 38 años.

Luego está el hecho de que eso sucedió durante un día de reposo (un sábado), por lo que el estar llevando su lecho, llamó la atención de los sacerdotes quienes le dijeron que eso era ilegal. El ex paralítico les respondió que estaba obedeciéndole a la persona que lo había sanado, pero no pudo decirles quién era.

Más tarde Jesús lo encontró de nuevo y le advirtió “no peques más, para que no te venga alguna cosa peor”. ¿Era eso una amenaza?

La historia detrás de la historia

Con estos hechos a la vista, pareciera que con la curación en Betesda se nos quiere transmitir mucho más de lo que puede captar el ojo. La primera pista que encontramos es que el hombre ha estado paralítico durante treinta y ocho años. La única otra ocasión en que esa frase de treinta y ocho años aparece en la Biblia la encontramos en Deuteronomio 2:14 la cual describe la duración del tiempo en que los judíos permanecieron en el desierto cuando recibieron la Ley.

Esta pequeña pista nos indica que el paralítico al lado del estanque en su callejón sin salida representaba a Israel en el suyo. Debido a que eran pecadores, no podían cumplir con la Ley para ser salvos. Pero si hubieran podido cumplir con la Ley no habrían tenido necesidad de la salvación. Ellos necesitaban que alguien los salvara allí tal y como estaban.

Betesda significa “casa de misericordia”. E igual que el paralítico, Israel necesitaba que alguien le mostrara misericordia en su condición sin esperanza. El Señor mostró Su misericordia con el paralítico y le ofreció lo mismo a Israel.

A pesar de que Jesús llegó al estanque específicamente para sanar a este paralítico, el paralítico no reconoció a su sanador y no sabía con quién estaba hablando. A pesar de que Jesús vino a la tierra específicamente para salvar a Israel (Mateo 15:24), ellos no reconocieron a su Salvador y no supieron con quién estaban hablando. “Si eres el Cristo”, le dijeron, “entonces dínoslo” (Lucas 22:67). Y esto a pesar de haber cumplido con cientos de profecías de las escrituras de ellos relacionadas con Su venida.

Jesús le dijo al paralítico ya sanado que dejara de pecar para que no le sucedieran cosas peores. Él no podía haber estado hablando de manera general porque sabía que si el hombre puede dejar de pecar del todo, se puede salvar a sí mismo y no tendría necesidad de un Salvador. El callejón sin salida no podría existir. Por eso es que Jesús debe de haber tenido en mente un pecado específico.

Al tratar de cumplir la Ley en un esfuerzo para salvarse a sí mismos, los israelitas estaban dependiendo de su propia justicia, lo cual es un pecado. La intención de la Ley nunca fue el ser un medio para la salvación, sino para revelar la necesidad de un Salvador (Romanos 3:20). Al hacerle esa advertencia al paralítico, Jesús al mismo tiempo le estaba diciendo a Israel que dejara de estar cometiendo el pecado de la auto justificación para que algo peor no les sucediera. Y debido a que rehusaron, les sucedió. Durante el tiempo del Señor en la tierra, Israel estaba subordinado a Roma, pero aún existía como nación. Treinta y ocho años después de la crucifixión Jerusalén fue destruida y poco tiempo después, Israel dejaría de existir del todo como nación.

Entonces, pareciera que este paralítico fue escogido para enviarle un mensaje a Israel, uniéndose al Señor al ser actor en una parábola.

Pero también el Señor y el paralítico nos estaban enviando un mensaje a nosotros. Porque ¿cuántos de nosotros no hemos afirmado ser nuestros propios salvadores en algún momento de nuestras vidas? ¿Cuántos de nosotros no nos hemos enorgullecido de nuestra auto-justificación?

Cada uno de nosotros está en el mismo callejón sin salida como el paralítico, inútiles para salvarnos a nosotros mismos y desesperadamente perdidos. Estamos destinados a llevar nuestros pecados hasta la tumba a menos que Dios nos extienda Su misericordia. Y así, al encontrarnos aquí en el mismo lugar en que estamos y conociendo nuestra condición, Él nos pregunta, como al paralítico, “¿Quieres ser sano?” Selah. 20/02/2010