Miércoles 24 de junio de 2020
Un estudio bíblico por Jack Kelley
Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra (Génesis 14:18-19).
Los teólogos hablan sobre el Principio de la Primera Mención como una ayuda de interpretación. De manera simple, este principio sostiene que la primera vez que una idea se menciona en la Biblia, generalmente se incluye una medida de percepción dentro del pasaje que la rodea. Esta percepción puede ayudar a interpretar otros pasajes en los que esa idea aparece.
Por ejemplo, la primera vez que la palabra sangre aparece es en Génesis 4:10 después que Caín asesinó a su hermano Abel. De allí obtenemos la primera sugerencia de que la vida del hombre está en su sangre. Después, en Levítico 17:11, el Señor lo hace obvio. “Porque la vida de la carne está en la sangre, y yo se la he dado a ustedes para hacer expiación sobre el altar por sus almas; y la misma sangre hará expiación de la persona”. Por eso es que no hay nada en el mundo que nos pueda rescatar de la muerte debida a nuestros pecados, excepto la Sangre de Jesús. Vida por vida. Como Pedro lo pone, “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu” (1 Pedro 3:18).
La primera vez que el pan y el vino se mencionan juntos es en el pasaje del inicio. Este pasaje se cita de la versión de la Biblia Reina Valera 1960, porque en mi referencia usual que es la NVI, la palabra hebrea El Elyon se traduce como “Dios altísimo” (en minúscula altísimo), la cual en las notas al pie se indica que era una deidad cananea principal. Eso haría de Melquisedec un sacerdote pagano. Pero en el Salmo 110 el cual Jesús dijo que se le había dado a David por medio del Espíritu Santo (Mateo 22:43-44), el mismo Jesús es hecho sacerdote según el orden de Melquisedec. Así que yo no apoyo la posición de la NVI aquí.
Si el Principio de la Primera Mención se mantiene cierto, podemos encontrar alguna percepción especial en la Comunión (o Cena del Señor, o Última Cena) del contexto de este pasaje. Veamos primero el nombre. Traducido al español, el nombre Melquisedec quiere decir “Rey de Justicia”, y Salem, la ciudad sobre la que era rey, es una forma griega de la palabra hebrea “Shalom”, que significa paz. Desde el tiempo de David, a Salem se le ha conocido como Jerusalén.
Existen varias opiniones sobre la identidad de Melquisedec. Algunas personas alegan que ese nombre era un título, no un nombre, y que la persona era Sem, un hijo de Noé quien sobrevivió a Abraham. En el Libro a los Hebreos, el autor sugiere la inmortalidad de Melquisedec al decir que no tenía principio ni fin (Hebreos 7:1-3). Esto ha llevado a especular que Melquisedec era en realidad nuestro Señor Jesús haciendo una de sus periódicas apariciones en el Antiguo Testamento.
Sin importar eso, Melquisedec era una Persona Muy Importante del momento. Entonces, en la primera mención del pan y del vino, tenemos al Rey de Justicia, Sacerdote del Dios Altísimo y Rey de la Ciudad de Paz, ofreciéndoselos a Abraham, con quien Dios estaba creando un pacto que bendeciría a todas la humanidad.
Debido a este evento, el pan y el vino se convirtieron en la cena tradicional del pacto, compartida como parte de una compleja ceremonia que establecía una relación de pacto.
Jesús utilizó el lenguaje del pacto cuando instituyó la ordenanza de la comunión. Él estaba cumpliendo la profecía de Jeremías 31:31-34 sobre un Nuevo Pacto, “porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado”. El pan y el vino también conformarían la cena ceremonial de este pacto.
Pero Esperen, Aún Hay Más
Otro evento que destaca el pan y el vino juntos lo encontramos en Génesis 40, la historia del copero y el panadero. Esta historia es rica en simbolismos.
Tanto el copero como el panadero fueron encarcelados con José en Egipto, y los dos tuvieron sueños en la misma noche que los perturbaron, y vinieron a José para que se los interpretara. En el sueño del copero, los tres sarmientos de la vid produjeron uvas cuyo vino él exprimió directamente en la copa de Faraón. El sueño del panadero mostró tres canastillos de pan sobre su cabeza. Y por más que él lo intentaba no podía ahuyentar las aves que atacaban y se llevaban el pan antes que pudiera entregárselo al Faraón.
José dijo que tanto los tres sarmientos como los tres canastillos significaban que en tres días sus sueños se harían realidad. El verter el vino de las uvas en la copa de Faraón significaba que el copero sería perdonado y restaurado a la presencia del Faraón. Pero las aves que se comían el pan de los canastillos significaban que el panadero sería ejecutado y clavado a un árbol. (En esos días, el ser colgado de un árbol significaba ya sea ser clavado al mismo o ser atravesado por el árbol.) Ambos sueños se hicieron realidad tres días después.
Cuando nuestro Señor fue a la cruz, Su sangre vertida compró nuestro perdón y nos restauró ante la presencia de Dios. Pero en el proceso Su cuerpo fue clavado a un árbol y fue ejecutado. Tres días después Él fue restaurado a la vida.
Al instituir la ordenanza de la Comunión en la noche antes de morir, Él dijo que el vino en la copa que Él elevó representaba Su sangre que fue la que compró nuestro perdón, y que el pan representaba Su cuerpo clavado en la cruz.
Y Aún Hay Más
La copa que Él sostuvo fue la tercera copa de la Pascua, la Copa de la Redención. Esta representaba la tercera de cuatro promesas que Dios le había hecho a Moisés cuando lo llamó. “Y los redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes” (Éxodo 6:6). A la mañana siguiente Él extendería Sus brazos para ser clavado en la cruz y con un grandioso acto de juicio nos redimiría de la atadura del pecado con Su propia sangre.
El pedazo liso de pan que Él dividió entre el grupo estaba perforado y roto, de la misma manera que Él estaría al día siguiente. “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados… y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5). Al preparar la masa, el panadero le hace unas perforaciones para prevenir que crezca. Mientras se hornea, a la masa le salen unos verdugones (llagas) producidos por la parrilla caliente del horno. Antes de llevarlo a crucificar, cuando Sus manos y pies serían perforados con los clavos que lo sostendrían en la cruz (Salmo 22:16), los soldados romanos flagelaron a Jesús dejando unas heridas y unas llagas muy feas en Su espalda (Isaías 50:6).
De Vuelta a la Cruz, Hacia adelante a la Corona
Así, pues, todas las veces que ustedes coman este pan, y beban esta copa, están anunciando la muerte del Señor hasta que él venga (1 Corintios 11:26). Cuando participamos de la comunión del pan y del vino, se nos pide que miremos en ambas direcciones de la línea del tiempo. Miramos hacia atrás a la cruz para recordar lo que fue hecho por nosotros allí. El pan representa Su cuerpo que fue entregado por nosotros. La copa es el nuevo pacto de Su sangre, vertida para la remisión de los pecados.
Pero debido a que el cuerpo fue entregado y la sangre fue vertida, también podemos mirar hacia delante a la corona que recibiremos en el día en que todos estaremos juntos con Él en el Reino. Seremos Reyes y Sacerdotes, como lo era Melquisedec, y también inmortales, gobernando y reinando con nuestro Señor. Y no porque hayamos hecho algo por Él, sino porque Él lo hizo todo por nosotros. Selah. 8 de Enero de 2006