Domingo, 28 de diciembre de 2014
Un Estudio bíblico por Jack Kelley
Con frecuencia se me pregunta si el rapto es un evento tan importante para la Iglesia, ¿por qué Jesús no dijo nada al respecto? Nuestro formato de P&R no se presta para una respuesta comprensiva a esa pregunta tan compleja, así que seguidamente encontrarán la historia completa. Eso empezó 500 años antes de la cruz con la respuesta de Dios a una oración de Daniel recordándole que el cautiverio de Israel de 70 años en Babilonia estaba por terminar y que Él había prometido restaurar a la nación cuando el mismo llegara a su término (Jeremías 29:11-10).
La oración interrumpida
Antes que Daniel terminara de orar, Dios ya había enviado al ángel Gabriel con Su respuesta.
Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos [el lugar] (Daniel 9:24).
Dios decretó que seis cosas se llevarían a cabo para el pueblo de Daniel (Israel) y la Santa Ciudad de Daniel (Jerusalén) durante un tiempo específico de 490 años (setenta semanas de años) el cual daría comienzo con el decreto para restablecer y reconstruir Jerusalén (Daniel 9:25) que permanecía en ruinas desde la conquista babilónica cerca de 70 años antes.
Debemos estar conscientes de que en el idioma Hebreo estas seis cosas se leen un poco diferentes que en la mayoría de las traducciones al español. Literalmente Dios ha determinado:
1.- Terminar la transgresión o prevaricación (también traducido rebelión).
2.- Ponerle fin a sus pecados (como encerrarla en un contenedor sellado).
3.- Hacer expiación (restitución) por su iniquidad.
4.- Traerlos a un estado de justicia perdurable.
5.- Sellar (la misma palabra que en el #2) la visión y la profecía.
6.- Ungir (consagrar) el lugar santísimo (el santuario).
En lenguaje simple, Dios le pondrá fin a la rebelión que han tenido en contra de Él, pondrá a un lado sus pecados pagando el precio que han acumulado, llevará al pueblo a un estado de justicia perpetua, hará cumplir las profecías restantes, y consagrará el templo.
Esto se llevaría a cabo por medio de su Mesías (Jesús) ya que nadie más podía hacerlo. De haberlo aceptado como su Salvador, su rebelión en contra de Dios habría terminado. Sus pecados habrían sido perdonados, y toda la pena de ellos habría sido pagada. Ellos habrían entrado en un estado de justicia permanente, y todas las profecías habrían sido cumplidas y el templo reconstruido habría sido consagrado. (Aquí debemos notar que a pesar de que parece que Él lo había aceptado, Dios nunca habitó en el Segundo Templo, como tampoco el arca de la alianza y su propiciatorio estuvo alguna vez presentes dentro del mismo.)
Y aconteció
483 años del tiempo que Dios había apartado para ellos, habían pasado. Jesús y Sus discípulos estaban caminando subiendo el Monte de los Olivos hacia Betania en donde se estaban hospedando en casa de María, Marta y Lázaro. Era un par de días antes de la crucifixión. El sol se estaba poniendo en el cielo de la tarde, emitiendo una suave luz ámbar sobre el Templo color blanco y sus edificios circundantes lo cual hacía que parecieran hechos de oro. Era una vista tan bella que los discípulos se lo hicieron ver al Señor.
En respuesta, Jesús les dijo, “¿Ven todo esto? De cierto les digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra. Todo será derribado” (Mateo 24:2).
Era la segunda vez que ellos habían escuchado a Jesús decir eso. La primera vez fue un par de días antes en el día que llamamos Domingo de Ramos cuando Él le dijo a la gente que debido a que no habían reconocido el tiempo de Su venida, la ciudad sería destruida (Lucas 19:41-44).
Dios estaba responsabilizando a la nación por su fracaso en no entender el mensaje que Gabriel le había dado a Daniel. Daniel 9:25 reveló que el Mesías se presentaría a Si mismo como su Rey 483 años dentro del período de los 490 años. Y así fue; aquí estaba Él, de pie en su medio justo a tiempo, habiendo cumplido Daniel 9:25 y varias otras profecías de Su venida dos días antes en ese Domingo de Ramos.
De camino a Jerusalén, Jesús les había dicho a Sus discípulos que luego que llegaran al lugar Él sería entregado a los gentiles y llevado a la muerte, pero al tercer día Él sería devuelto a la vida (Mateo 20:17-19). Su ejecución también era parte de la profecía de Daniel, en donde la frase “se quitará la vida” en Daniel 9:26 “significa “matar, eliminar, o destruir.”
Sólo Él podía hacerlo
No se equivoque. Jesús tenía que morir para que las seis promesas de Daniel 9:24 pudieran realizarse. Nadie más en el Cielo o en la Tierra podía hacer eso. ¿Se da usted cuenta de lo que eso significa? No fue matar al Mesías lo que puso a los judíos en desacuerdo con Dios. Después de todo, a morir por sus pecados fue por lo que Él vino. No. Fue que al matarlo ellos rehusaron permitir que Su muerte pagara por sus pecados para que Él pudiera salvarlos. Eso tuvo el efecto en hacer que Su muerte no tuviera ningún sentido para ellos. Eso fue lo que agravó la relación.
Debido a ello, ahora es que tenemos el primer indicio de que no todo iría bien. Después de la crucifixión el pueblo de un gobernante venidero destruiría Jerusalén y el Templo, el mismo Templo que Dios decretó que sería consagrado. Los israelitas serían dispersados en el extranjero y la paz eludiría al mundo (Daniel 9:26).
Todos sabemos que Jesús fue crucificado y que 38 años después los romanos incendiaron la ciudad y el Templo, destruyéndolos. Los judíos sobrevivientes fueron obligados a huir para salvar sus vidas y en los subsiguientes 2000 años yo no creo que ninguna generación haya escapado de estar envuelta en una guerra de algún tipo.
Jesús había alimentado a las multitudes, caminado sobre el agua, sanado a los enfermos y resucitado a los muertos y a pesar de ello, ellos le pidieron una señal milagrosa para mostrarles que Él era su Mesías. Finalmente, todo frustrado, les respondió, “La generación mala y adúltera demanda una señal, pero no tendrán más señal que la del profeta Jonás. Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del gran pez, así también el Hijo del Hombre estará tres días y tres noches en el corazón de la tierra” (Mateo 12:38-40).
Ellos obtendrían su señal, pero solamente después que lo hubieron ejecutado. Más tarde, unos pocos días antes de Su ejecución, Él les advirtió una vez más acerca de las consecuencias de rechazarlo. “Por tanto les digo, que el reino de Dios les será quitado a ustedes, para dárselo a gente que produzca los frutos que debe dar” (Mateo 21:43). Él estaba hablando sobre la Iglesia venidera.
Después de la resurrección, habiendo hecho la señal milagrosa que les había prometido, Jesús esperó 40 días más para que ellos lo reconocieran. Pero después de haber sido informados de la tumba vacía los líderes judíos sobornaron a los soldados para que callaran y rehusaron reconocer el cumplimiento del Señor de la señal se Jonás (Mateo 28:11-15). Durante los siguientes 40 días, nunca lo buscaron a pesar de que Él permaneció entre ellos e hizo 14 apariciones a más de 500 personas durante ese tiempo. Los 40 días era el tiempo para probar a Israel, su oportunidad para revisar toda la prueba y admitir que Él es quien Él dice ser, el Mesías de Israel.
Él nunca dijo una palabra al respecto
No existe ninguna indicación en el registro bíblico de que Jesús haya alguna vez hablado a los discípulos sobre el hecho de que la Era venidera de la Iglesia interrumpiría la profecía de Daniel siete años antes de su cumplimiento y que demoraría su terminación cerca de 2000 años. De hecho, de Hechos 1:6-8 sabemos que 40 días después de la resurrección, ellos esperaban que Él restableciera el Reino de Israel.
Entonces los que estaban reunidos con él le preguntaron: «Señor, ¿vas a devolverle a Israel el reino en este tiempo?»
Y él les respondió: «No les toca a ustedes saber el tiempo ni el momento, que son del dominio del Padre. Pero cuando venga sobre ustedes el Espíritu Santo recibirán poder, y serán mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.» (Hechos 1:6-8).
Jesús les dijo a Sus discípulos que a ellos no les correspondía saber el momento de la restauración del reino e inmediatamente cambió el tema a la venida del Espíritu Santo. Yo creo que el Señor estaba diciendo que la oferta del reino todavía estaba sobre la mesa para Israel, pero Su enfoque estaba por cambiar. Obviamente Dios sabía que ellos habían rechazado el reino en ese tiempo, pero estaba dejando abierta la puerta para que ellos lo aceptaran en algún momento en el futuro.
Esto se ve confirmado por una profecía que Él pronunció por medio de Oseas 750 años antes.
“Andaré y volveré a mi lugar, hasta que reconozcan su pecado y busquen mi rostro. En su angustia me buscarán” (Oseas 5:15). Por favor observe la palabra “hasta” porque la misma transmite la noción de “no por ahora” en vez de “nunca.” La puerta permanece abierta hoy día.
Por consiguiente, en esa tarde en el monte de los Olivos todos los discípulos podían saber a ciencia cierta que 483 años de los 490 años de la profecía de Daniel habían pasado, y que solamente quedaban 7 años y que Jesús les había dicho que el Templo y todos los edificios relacionados al mismo, y ciertamente toda Jerusalén, serían destruidos. Debe de haber sido un shock escuchar eso.
Después de Pentecostés la Iglesia consistía en su mayoría, de personas creyentes judías y estaba centrada en Jerusalén. Mientras crecía y atraía a más seguidores de los alrededores, todavía se percibía como una extensión del judaísmo. A pesar de que el Señor había partido, a Israel se le dio más tiempo para acercarse mientras la Iglesia crecía en su medio.
Veinte años después
No fue sino hasta que Jacobo explicó las cosas 20 años más tarde que los líderes de la Iglesia entendieron cómo es que Israel estaba siendo puesto a un lado mientras el Señor tomaba de entre los gentiles un pueblo para Sí mismo (Hechos 15:13-18). Un estudio de la gramática de este pasaje revela una débil insinuación del rapto. La palabra griega para “tomar” transmite la idea de llevarse, remover, o llevárselo uno mismo. El pueblo que el Señor se llevará de los gentiles es la Iglesia, llevándonos a la casa de Su Padre, tal y como Él lo prometió (Juan 14:2-3).
Luego de la remoción de la Iglesia, Su enfoque se volverá de nuevo a Israel. El Templo será reconstruido, la restante semana de la profecía de Daniel se cumplirá (Daniel 9:27) y el remanente de personas tendrá su oportunidad final de buscar al Señor antes de Su retorno con poder y gran gloria.
Mientras Dios estaba manteniendo la puerta abierta para Israel, el alcance completo de Su plan para la Iglesia no podía ser revelado. Bendiciones como la salvación por gracia por medio de la fe solamente, la seguridad eterna, y especialmente el rapto, nunca le fueron ofrecidos ni le serán ofrecidos a Israel.
Aún bajo su versión del Nuevo Pacto, las cosas serán diferentes de lo que son para nosotros. Un templo, los sacrificios diarios por el pecado, el cumplimiento obligatorio de los Días Santos todavía estarán a la orden del día, a pesar de ser un poco diferentes de los requisitos del Antiguo Testamento.
Pero habiendo esperado bastante tiempo por Israel, Dios determinó implementar Su plan para la Iglesia y ahora Israel esperará por Él. Las personas individuales judías creyentes recibirán todas las bendiciones destinadas para la Iglesia pero la nación llamada Israel será aliviada de existir en una relación de pacto con Él hasta que Dios haya tomado de entre los gentiles un pueblo para Sí mismo. Por eso es que Pablo dijo que Israel ha sido cegado el parte hasta que el número de los gentiles se haya completado (Romanos 11:25).
Ahora ya se los puedo decir
El camino estaba ahora oficialmente libre para que el Evangelio de la Gracia fuera predicado a los gentiles en su totalidad. Pablo previamente había recibido el Evangelio de la Gracia directamente del Señor (Gálatas 1:11-12). Él ya había empezado a predicarlo y había establecido iglesias, pero todavía tenía que hablar del rapto.
Pablo estaba presente en el Concilio de Jerusalén cuando escuchó que Israel estaba siendo puesto a un lado mientras el Señor edificaba Su Iglesia. Un corto tiempo después él fue la primera persona en la Tierra que presentó una clara enseñanza sobre la doctrina del rapto de la Iglesia, repitiendo lo que el Señor le había dicho, y diciendo que Él estaba revelando un secreto al hacerlo.
Presten atención, que les voy a contar un misterio: No todos moriremos, pero todos seremos transformados en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la trompeta final. Pues la trompeta sonará, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que lo corruptible se vista de incorrupción, y lo mortal se vista de inmortalidad (1 Corintios 15:51-53).
Les decimos esto como una enseñanza del Señor: Nosotros, los que vivimos, los que habremos quedado hasta que el Señor venga, no nos adelantaremos a los que murieron, sino que el Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros, los que aún vivamos y hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes, para recibir en el aire al Señor, y así estaremos con el Señor siempre (1 Tesalonicenses 4:15-17).
Fue el secreto que Jesús no podía revelar. 28/12/14