Miércoles 15 de marzo de 2023
Parte 2 de 4
Un estudio bíblico por Jack Kelley
Como lo mencioné anteriormente, Mardoqueo es mi primo, y es mucho mayor que yo, tanto que recuerda cómo era la vida en Jerusalén antes de que los babilonios la destruyeran. Cuando mis padres murieron, él me tomó y me crió como si fuera suya. Nuestra diferencia de edad me hacía verlo más como un abuelo que como un primo y yo lo amaba y confiaba en él totalmente.
Tan pronto se hicieron públicas las noticias de que el rey estaba buscando una nueva reina, Mardoqueo me convenció de entrar en la competencia así que me envió a Hegai, la persona a cargo del harén del rey. A Hegai le agradé tan pronto me vio, reconociendo que había más en mí que solamente una cara bonita y una figura placentera. Él se hizo cargo de que me dieran más tratamientos de belleza y una dieta especial, asignando siete doncellas para que me atendieran, y me dio el mejor apartamento en el harén.
Mardoqueo me había advertido de no revelar mi nacionalidad, así que no seguí la dieta “kosher” ni ninguna otra tradición que era única entre mi pueblo, mientras estuviera en el harén. (Mi “judaísmo” era otra cosa que estaba oculta en mi relato, por lo menos por ahora.) De alguna forma, Mardoqueo estaba seguro de que yo sería seleccionada entre todas las candidatas para ser la próxima reina de Persia, a pesar de que en ese momento, el rey ni siquiera sabía que yo existía. Yo creo que él pensó que si se conocía mi herencia judía, ello perjudicaría mis probabilidades de ganar la competencia.
Cuando medito sobre la certeza de Mardoqueo, me recuerdo del debate en el tiempo de ustedes, sobre la predestinación versus el libre albedrío. El rey iba a ejercer su propio libre albedrío al seleccionar al azar a una muchacha entre todas las aspirantes, pero mi primo ya sabía cuál sería su decisión así que se aseguró de que yo estuviera lista y preparada.
Cuando usted elige aceptar al Señor Jesús como su Salvador, usted ha ejercido su libre albedrío, pero Dios, Quien conoce el fin desde el principio, sabía cuál sería la decisión suya desde antes de la fundación del mundo, y se aseguraría de que hubiera un lugar para usted en Su Reino. Desde Su punto de vista, eso era predestinación. Desde el suyo propio, es libre albedrío. Cuando usted comprende que Dios simplemente sabía por adelantado cuál iba a ser la decisión que usted tomaría, el problema desaparece.
Antes de que cualquiera de las jóvenes del harén pudiera visitar al rey, teníamos que pasar 12 meses de tratamientos de belleza con hierbas, perfumes y cosméticos y también se nos daba otro entrenamiento y se nos preparaba para asegurarse que éramos las personas más atractivas como lo fuera posible. Luego, una a la vez, las muchachas eran llevadas a las cámaras del rey, en la noche, retornando a la mañana siguiente a otra sección del harén. No volvíamos a ver al rey de nuevo a menos que él nos solicitara específicamente por nuestro nombre. Está por demás decir que esto ejercía una gran presión sobre cada una de las jóvenes puesto que su única noche de entrevista determinaba si era escogida para vivir una vida inimaginable de riquezas y privilegios como Reina de Persia, o pasar el resto de su vida confinada en una “jaula dorada” sin ninguna esperanza de vivir una vida normal.
Durante todos los días de ese largo año, Mardoqueo se paseaba por el patio justo fuera del harén, verificando con los oficiales para averiguar cómo me encontraba y lo que me pasaba. Recuerden que les dije que Mardoqueo era un modelo del Espíritu Santo en mi relato. Él me vigilaba antes de haber sido elegida, asegurándose de que todo estuviera bien y que nada pudiera entorpecer el éxito de mi audiencia con el rey. De esta misma manera el Espíritu Santo los vigila a ustedes todos los días de su vida, aun antes de que ustedes escogieran aceptar al Señor Jesús como su Salvador, asegurándose de que nada pudiera interferir con la oportunidad que ustedes iban a tener de poder tomar esa decisión cuando se presentara el momento.
Finalmente llegó mi turno de visitar al rey, y tal y como Mardoqueo sabía que iba a suceder, el rey me encontró más atractiva y más agradable que cualquiera de las otras vírgenes que le habían sido presentadas. Él colocó la corona real sobre mi cabeza y me proclamó Reina de Persia. Luego preparó un gran banquete en mi honor. Invitó a todos los príncipes y nobles, hizo del día del banquete un día de fiesta en todo el reino y repartió regalos a sus súbditos con una abundancia real. Fue esa clase de día que las jóvenes como yo ni siquiera lo pueden soñar.
Pero ustedes ya han tenido un día como ese. La celebración de mi coronación fue un modelo de la experiencia de salvación de cada creyente y del gozo que se llevó a cabo en el cielo por esa ocasión tan maravillosa cuando el espíritu de ustedes se unió con el Espíritu Santo de Dios. El Rey de reyes y Sus Ejércitos Celestiales, se detuvieron en todo lo que hacían para cantar y gritar por el gozo. ¿Sabían ustedes que la Biblia solamente registra cinco eventos que son la causa de ese tipo de celebraciones? Estas son la creación de la Tierra (Job 38:1-7), el nacimiento del Mesías (Lucas 2:13-14), la decisión de destronar finalmente a Satanás del trono de la tierra (Apocalipsis 5), la Segunda Venida victoriosa del Mesías (Apocalipsis 19), y la bienvenida de un creyente al Reino (Lucas 15:7). Eso muestra lo importante que es la salvación de ustedes al Señor.
Ahora, en esos días la puerta principal de una ciudad en realidad era un edificio, construido como parte del muro de la ciudad. Este edificio por lo general se convertía el centro principal de negocios y asuntos legales de la ciudad, y el nuestro no era la excepción. Se le llamaba la Puerta del Rey y la mayoría de los hombres importantes de la ciudad se reunían allí todos los días. Mardoqueo frecuentemente se encontraba allí y un día sucedió que escuchó una conversación privada que lo turbó grandemente. Dos de los oficiales que cuidaban la Puerta del Rey estaban tan enfurecidos con el rey que planeaban asesinarlo.
Mardoqueo se apresuró a decírmelo y, por supuesto, yo se lo informé al rey, dándole el crédito a Mardoqueo por esa información. (Obedeciendo a mi primo, aun guardaba el secreto de mi relación familiar, por lo que no le dije al rey nada sobre eso.) Cuando la afirmación de Mardoqueo fue investigada y se encontró que era cierta, los dos oficiales fueron juzgados, encontrados culpables y ahorcados. Todo este evento, incluyendo la parte de Mardoqueo, fue registrado en el libro de las crónicas del rey.
Este es un ejemplo de las comunicaciones espirituales que describí anteriormente, las cuales funcionan apropiadamente una vez que las comunicaciones se vuelven a establecer. Al colocar una reina en el trono el orden fue reestablecido y las advertencias de un peligro inminente pudieron llegar del Espíritu Santo (Mardoqueo) al espíritu del hombre (la reina), al alma del hombre (el rey), en donde se tradujo en comportamiento. Las cosas estaban funcionando de nuevo de la manera que debían hacerlo y la paz estaba a la orden del día.
Pero la naturaleza pecaminosa no se da por vencida tan fácilmente, y, por desgracia, puede enlistar el alma en sus esfuerzos para dominarnos. El alma del ser humano tiene el poder de actuar autónomamente y puede aceptar el consejo de cualquier fuente que sea. Aquí es donde nuestra libertad de escoger, algunas veces llamada agencia, reside. Antes de ser salvos, nuestra alma solamente dispone de la naturaleza pecaminosa para aconsejarnos cómo comportarnos, pero una vez que la salvación se ha llevado a cabo, es el papel del Espíritu Santo resistir y desplazar a ese consejero en el que una vez confiamos. Lo que sucedió después es otro ejemplo del daño que resulta de ignorar los mensajes del Espíritu Santo y en su lugar actuar bajo nuestros sentimientos.
Un día, sin ninguna razón en particular, el rey decidió honrar a uno de sus amigos, un noble llamado Amán. El rey lo nombró a una posición de consejero especial y lo hizo superior a todos los demás nobles de su corte. A pesar de que Amán no había hecho nada para merecer ese honor, el rey decretó que todos se inclinaran ante Amán y le rindieran honores cuando pasara frente a las personas. Mardoqueo se encolerizó y rehusó hacerlo.
Quizás una pequeña lección de historia nos ayudaría a explicar la disputa que existía entre Amán y mi primo Mardoqueo. Amán era descendiente de Amalec rey de los amalecitas enemigos tradicionales de los judíos. Años antes, Saúl le había perdonado la vida a Amalec desobedeciendo las órdenes del Señor. Los amalecitas habían atacado a los judíos cuando Moisés los guiaba a través del desierto y el Señor había jurado borrarlos de sobre la faz de la tierra por haber hecho eso. A Saúl se le ordenó ejecutar el juicio del Señor (1 Samuel 15:1-9). Al perdonarle la vida a Amalec, Saúl permitió que los amalecitas sobrevivieran y así fue como permaneció su enemistad en contra de los judíos. A pesar de que el profeta Samuel mató a Amalec unos días más tarde, el daño ya había sido hecho. Y, como veremos, Amán estaba determinado mostrarle a Dios cuál pueblo sería exterminado.
Cuando Amán se enteró que Mardoqueo había rehusado inclinarse ante él, se puso furioso. Luego averiguó que Mardoqueo era judío y eso lo enfureció aún más. No satisfecho con solamente querer matar a Mardoqueo, Amán concibió un plan macabro para eliminar a todos los judíos del reino. Echando suertes con sus compinches en la conspiración, él escogió un día en el que todas las personas en Persia se levantaran en contra de mi pueblo para aniquilarlos completamente en el reino. Utilizando su recién adquirida influencia para envenenar la mente del rey en contra nuestra, Amán hizo que el rey emitiera un decreto que convertía en ley su plan macabro, prometiéndole al pueblo persa tomar las propiedades y posesiones de los judíos que mataran cuando cumplieran su plan nefasto. Finalmente Amán puso 10.000 talentos de plata en el tesoro del rey para sellar el trato.
El rey que tenía incontables riquezas le dijo que guardara su dinero, pero que hiciera con el pueblo como bien le pareciere.
Pues bien, como ustedes podrán adivinar, el edicto del rey puso a todo el reino en ascuas. A todas partes que uno iba, los judíos estaban gimiendo y rasgando sus vestiduras, lanzando polvo al aire y vistiendo silicio, y los persas estaban perplejos por esta sorpresiva orden de exterminio. Nadie sabía exactamente qué hacer.
Recuerden que Amán es modelo de nuestra naturaleza pecaminosa. Cuando nuestra naturaleza pecaminosa es elevada por encima del Espíritu Santo en términos de influencia en nuestras vidas, de inmediato trabaja para anular todos los frutos de la obra regeneradora del Espíritu en nosotros. Tanto nuestro espíritu como nuestra alma sufren angustia, y todos los que nos rodean quedan perplejos por nuestro comportamiento contradictorio. Como el apóstol Pablo escribió después, “Porque el deseo de la carne se opone al Espíritu, y el del Espíritu se opone a la carne; y éstos se oponen entre sí para que ustedes no hagan lo que quisieran hacer” (Gálatas 5:17). Así era entre Amán y Mardoqueo.
En nuestro próximo episodio, Mardoqueo me enfrenta con la espantosa verdad de que solamente yo puedo salvar a mi pueblo y que para hacerlo tendré que arriesgarlo todo, mi prestigio, mi corona y aun mi propia vida. La pequeña Hadasa, aun en su pubertad, se verá forzada a enfrentarse al gobernante más poderoso de la tierra, un hombre que literalmente tiene el poder de la vida y de la muerte sobre ella. Mi identidad secreta se llegará a conocer y tendré que ser contada entre todos los que han sido programados para ser exterminados. Nos vemos.