El Relato de Job: Parte 1

Miércoles 21 de abril de 2021

Parte 1 de 5 partes

Un estudio bíblico por Jack Kelley

El señor le dijo a Job: “¿Acaso vas a invalidar mi justicia? ¿O vas a condenarme para justificarte?” (Job 40:8).

Soy originario de la tierra de Uz, un territorio grande al este del Jordán, en el lado opuesto a lo que hoy día es la Nación de Israel. El área fue nombrada así por un hijo de Seir del pueblo de los horeos, quienes compartieron la tierra con los clanes de Esaú durante el tiempo en que Jacob y su familia regresaban a Canaán luego de su larga estadía en Padan-aram. Hoy en día esta tierra pertenece en parte a Jordania y en parte a Siria.

Mientras que mi relato aparece después del primer tercio de los libros de la Biblia, en realidad fue el primer libro que se escribió, y el que lo publicó fue José cuando era Primer Ministro en Egipto. De muchas formas nuestros relatos son similares y yo pienso que él creyó que al leer sobre mis experiencias le serviría para ayudar a otras personas en momentos de problemas.

Así como yo no era parte del pueblo que eventualmente haría un pacto nacional con Dios, ciertamente fui uno de Sus seguidores, y siempre intenté hacer lo mejor que pude para obedecer Sus leyes. Ustedes deben de recordar que en el principio todo ser viviente conocía al SEÑOR y comprendía Sus requisitos. Fue de manera gradual que las personas empezaron a apartarse de Él para seguir sus propios caminos, rebelándose en contra de Dios e inventando falsos dioses y falsas religiones en sus vanos intentos por reemplazarlo. Puesto que ninguna persona puede vivir sin Dios, si alguien rechaza al verdadero, el resultado es uno falso. (También es importante recordar que la verdad siempre antecede a la mentira, de otra manera ¿cómo se podría saber la diferencia? Todas las falsas religiones que han tenido éxito, siempre han hecho uso de una pizca de verdad para atraer a las personas y luego aprovecharse de su ignorancia para promover las mentiras las cuales los apartan de la verdad.)

Así que yo fui uno que me mantuve con la Verdad, obedeciendo las leyes de Dios y viviendo de una manera que le fuera agradable a Él. Aun hubo un tiempo cuando yo creía que estaba haciendo un buen trabajo con ello, y es cabalmente esa manera de pensar la que me metió en problemas. Como el mismo SEÑOR me lo revelaría más tarde, todo comenzó de la manera siguiente.

Un día en el Cielo, Dios llamó a todos sus ángeles para escuchar sus informes, y entre ellos estaba el que llamamos Satanás, que fue el primero que se rebeló en contra de Dios. Este ángel Satanás, había tomado ilegalmente posesión de la Tierra al haber engañado a Adán y Eva, y desde entonces ha estado activamente comprometido en apropiarse del resto de la creación de Dios, la humanidad. Mi relato les mostrará lo ingenioso de sus maquinaciones para robarnos y alejarnos de Dios, y lo bien que estas funcionan.

Cuando Dios le preguntó a Satanás qué es lo que había estado haciendo, este le dijo que había estado recorriendo la tierra y andando por ella, a lo que Dios le preguntó si acaso se había encontrado conmigo. Le dijo a Satanás que yo era la persona más justa de todo el planeta.

Y bien, eso me hizo un enemigo de Satanás y por eso le dijo a Dios que la única razón por la que yo le obedecía era por las bendiciones que había recibido de Él. Ciertamente yo era un hombre muy rico, con una grande y amorosa familia y muchos rebaños de animales. En esencia, Satanás dijo que yo era obediente porque tenía muchas riquezas. “Quítale lo que tiene”, le dijo, “Y entonces verás lo fiel que puede serte”. Y así fue como Dios estuvo de acuerdo, bajo la condición que no me dañara físicamente.

Sin perder un solo momento Satanás se puso en acción. En el lapso de un solo día, todos mis rebaños y todos mis hijos desaparecieron de mi presencia. Yo quedé devastado, pero por lo menos, intelectualmente, mi fe en Dios no se vio afectada. “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. El Señor dio, y el Señor quitó”, fue mi razonamiento, “Sea el nombre del Señor bendito”.

¿Pero cómo es que Dios podía permitir eso? Esa es la primera pregunta que las personas se hacen. Y tristemente concluyen que Dios nos ama lo suficiente como para mantenernos fuera de peligro, pero carece del poder para hacerlo, o que sí tiene el poder pero no nos ama del todo. Ahora yo sé que esta es una conclusión arrogante y auto centrada cuando pienso en ella.

Y muy pronto aprendería que no es nuestra justificación lo que nos protege de las fuerzas del mal, sino que es la Gracia de Dios. Más aun, en mi justificación yo me auto-justificaba, lo cual es un serio pecado que se empeoraba por mi falta de voluntad de reconocerlo. Habría sido yo verdaderamente justo (solamente ha habido un hombre llamado así en toda la creación) Dios, quien no es ni arbitrario ni caprichoso, no hubiera permitido que Satanás me afligiera. Y a como eran las cosas, a pesar de que según las normas de Dios yo era el hombre más justo sobre la Tierra, mi pecado no confesado me dejó expuesto, y el SEÑOR debía tomar alguna acción drástica para llamar mi atención antes de que se volviera totalmente intolerable. Entonces, Satanás simplemente era una herramienta conveniente en Su mano, aunque no lo supiera él.

Cuando yo adopté una respuesta filosófica a mi gran pérdida, el SEÑOR sabía que sería necesario otro ataque para obligarme a ver la realidad, y así fue como entonces estuvo de acuerdo en permitir que Satanás me afligiera en lo personal, solamente requiriendo que no me matara. Y ahora, aun mi esposa, al verme en mi agonía, dijo, “¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete”.

Por favor entiendan esto. Para el SEÑOR no es ningún placer el vernos en aflicción, pero mi pecado le dio a Satanás una apertura que el SEÑOR, debido a Su propia ley permitió. Él es absolutamente justo en estos asuntos, y como yo lo iba a aprender en términos no inciertos, cualquier intento para justificarnos a nosotros mismos solamente sirve para condenarlo a Él. Esto es otro pecado.

Como el Apóstol Pablo diría un día, “No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10). Eso no es una idea del Nuevo Testamento; Pablo estaba citando Isaías 64:6. Y Juan está de acuerdo con ello cuando dice, “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1:8). La única diferencia entre ustedes, que viven después de la cruz, y nosotros que vivimos antes, es que el castigo por los pecados de ustedes ya ha sido pagado. Esto le permite a la gracia de Dios fluir aún más abundantemente puesto que la cruz nos ha reconciliado con Él (Colosenses 1:19-20). Usted solamente tiene que pedir perdón para recibirlo y ser restaurado de inmediato a la justicia (1 Juan 1:9).

Y ahora no me lo tomen a mal. Aun así todos somos responsables por nuestro comportamiento por lo que debemos esperar llevar las consecuencias físicas y espirituales de nuestros actos. Es solamente que el ser confinados en el infierno ya no es más una de las consecuencias para cualquier persona que acepta el perdón que Él nos ha facilitado, y la purificación de todas nuestra injusticia es tan fácil con tan solamente pedirla. Porque todo aquel que pide recibe, el que busca encuentra y el que toca se le abre la puerta. Gloria al SEÑOR.

En cuanto a mí, el SEÑOR aún tenía mucho que enseñarme, y a través mío, a usted también. Recuerden al famoso humorista de su tiempo, Mark Twain, que dijo, “La única vez que la experiencia es el mejor maestro es cuando es la experiencia de alguien más”. Por favor aprendan de mí. Más la próxima vez.