Lunes 3 de mayo de 2021
Parte 4 de 5
El Señor le dijo a Job: “¿Acaso vas a invalidar mi justicia? ¿O vas a condenarme para justificarte?” (Job 40:8).
Y así estuvimos mis tres amigos y yo, dando vueltas y vueltas, hasta que las discusiones se volvieron menos diplomáticas y las acusaciones menos disimuladas en cada vuelta. Ellos estaban determinados a convencerme que yo era un gran pecador que merecía lo que me había sucedido, y yo estaba igualmente determinado a convencerlos sobre mi justicia. Finalmente fue obvio que todos habíamos llegado a un punto muerto.
Entonces fue cuando un joven que había estado cerca escuchando, habló. Dijo que su nombre era Eliú, un nombre en hebreo que significa “Él es mi Dios”. Era hijo de Baraquel buzita cuyo nombre significa “Dios bendice”. Eliú obviamente estaba enojado conmigo por estar afirmando mi propia justicia y también con mis amigos por haber fracasado en persuadirme de lo contrario, y haber condenado tanto a Dios como a mí en el proceso. Siendo más joven que el resto de nosotros se había contenido por respeto, pero ahora viendo que habíamos agotado todos nuestros argumentos, tomó un fuerte aliento y se unió a nuestra conversación.
Él le dio honor a nuestra mayor madurez diciendo que mientras había estado escuchando por algún tiempo, se había mantenido en silencio por respeto a nuestra supuesta sabiduría. Pero luego nos recordó que la verdadera sabiduría no es producto de los muchos años sino del Espíritu de Dios que mora en nosotros.
Entonces, educadamente pero con toda claridad, reprendió a mis amigos por haber fracasado en mostrar que yo estaba equivocado, y les informó que él lo haría ahora. Él no estaría utilizando sus cansados argumentos, dijo, sino que utilizaría los míos propios dándoles vuelta en mi contra.
“De cierto tú dijiste a oídos míos”, empezó, “Yo soy limpio y sin defecto; soy inocente, y no hay maldad en mí, y sin embargo. Dios ha encontrado falta en ti. Pero te diré que en esto tú estás equivocado”.
Luego me dijo que Dios nos habla de muchas maneras, advirtiéndonos de los peligros de nuestras actitudes y acciones en sueños y visiones, lo mismo que por medio de otras personas. El problema es que generalmente nosotros no lo percibimos. Cuando la presión nos empuja, Él aun usará esa calamidad que es consecuencia de nuestro comportamiento, para disciplinarnos. Pero aun si un ángel del cielo intercede por nosotros, habiendo visto una chispa de arrepentimiento, Él nos restaurará. Él hace esto para que en nuestro alivio exaltemos la grandeza de Dios y Su misericordia proclamando a nuestros hermanos, “¡Yo obtuve lo que merecía!” cuando antes nos habríamos quejado “no merezco lo que obtuve”. Y todo lo que yo había logrado con mis sonoras quejas y protestas de inocencia era estar condenando a Dios.
“Lejos esté de Dios hacer el mal”, Eliú dijo, “Es impensable que Él haga daño, que el Todopoderoso pervierta el derecho. Él es quien te está protegiendo del juicio que tú te mereces. Si Él quisiera quitar Su protección toda persona sobre la Tierra perecería. A tu pecado de auto justificación le has añadido el de rebeldía en contra de la justicia de Dios. Tú deberías ser probado hasta el extremo por haberle contestado a Dios como un hombre malvado. Él no necesita convocar una corte y escuchar a los testigos para determinar si eres culpable o no. Él mira cada movimiento que haces y aun escucha todo pensamiento de tu corazón. No hay nada que tú hagas que se le escape y en ningún lugar te podrás esconder en el que no pueda verte”.
“Tú te estás quejando de que los malos prosperan mientras que tú eres castigado, y en efecto lo que estás diciendo es, ‘¿Qué ventaja sacaré de ser justo?’ pero déjame preguntarte lo siguiente. ¿Qué ventaja hay que sea de Dios? ¿Cómo es que lo lastimas pecando? ¿Y cómo es que tus buenas obras lo ayudan? ¿No es Él Dios ya sea que tú seas bueno o seas malvado? Tu pecado solamente te lastima a ti y tus buenas obras solamente benefician a los que las reciben y que están alrededor tuyo (Job 35:8). Tu creencia de que puedes afectar al Creador del Universo en Su Trono en el Cielo, de una manera u otra, es simplemente otra muestra de tu arrogancia y orgullo”.
“Pero por Sus acciones Él te está sacando de las fauces de la angustia a un lugar espacioso libre de restricciones. ¿Eres tú lo suficientemente ingenuo para creer que no importa cuántas riquezas puedas adquirir, que eso sería suficiente para ganar la entrada a ese lugar si Su ayuda? Él te ama lo suficiente como para ir al extremo de traerte desde donde te encuentras, no porque tú tengas algo que Él necesite, y no porque tu ausencia de alguna forma lo prive de algo, sino porque Él sabe muy bien cuánto te bendeciría estar allí”.
¿De dónde salió este? A pesar de que es joven en años, ciertamente tiene conocimiento de las cosas en cuanto a nuestra posición con Dios se refiere. Su afirmación de que uno perfecto en conocimiento estaba entre nosotros y que su conocimiento lo había adquirido desde lejos, ha guiado a muchas personas que han leído este relato a través de los años, a creer si Eliú no fue enviado directamente desde del Trono del mismo Dios. Quizás él fue el ángel mediador del que él había hablado, o aun nuestro Gran Intercesor, el Hijo de Dios.
Sin importar quién era en realidad, todo lo que mis amigos habían hecho era enfurecerme, pero las palabras de este muchacho penetraron mi misma alma y pude decir por la manera cómo desarrollaba el diálogo, de que la cosa estaba muy lejos de terminar. Poco sabía yo también que mi merecido castigo estaba apenas comenzando. Cuando Eliú terminó, el mismo Señor tendría Su turno. Y bien, no puedo decir que no lo pedí. Siempre es divertido ver cuando a alguien le toca el turno. Más la próxima vez.