Miércoles 29 de marzo de 2023
Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
Capítulo 1
El relato que voy a narrarles es una historia verídica. Todos los personajes son gente real quienes en verdad hicieron las cosas que voy a describir. Yo menciono esto al inicio, porque a través de las generaciones, mi historia ha predicho tan claramente la relación entre Israel, la Iglesia y el Mesías, que muchas personas que la estudian olvidan que en verdad sucedió. Ese hecho de que mi historia se incluyó entre los libros de los profetas de Israel y aun hoy en día se lee en las sinagogas alrededor del mundo en Pentecostés, le ha agregado más misticismo. Como muchos otros eventos bíblicos, esta es una historia verídica, la cual también puede verse alegóricamente, y sucedió así:
Elimelec, su esposa Noemí y sus dos hijos Mahlón y Quelión, cruzaron el río y se trasladaron a Moab (Jordania para ustedes hoy), desde Israel. Elimelec había sido alcalde de Belén, una pequeña ciudad en el sur de Israel, cuando una prolongada hambruna los obligó a salir. Era una jornada de dos días a pie de Israel a Moab, y nuestro país no estaba sufriendo la escasez de alimentos que sufría Israel. Yo había oído que su Dios los estaba disciplinando por su desobediencia.
Al principio pensaron que su estadía en Moab sería corta, pero cuando Elimelec murió y sus dos hijos se casaron con mujeres moabitas (yo era una de ellas y mi amiga Orfa era la otra), parecía que se quedarían aquí permanentemente.
Diez años después de que llegaron a vivir entre nosotros, los dos hijos de Noemí murieron, dejándonos a Noemí, a Orfa y a mí viudas. No se si ustedes saben, pero en mis días, las viudas no tenían ninguna posición en la comunidad y dependían totalmente de la buena voluntad de sus familiares y amigos para poder sobrevivir. En Israel era el deber de los sacerdotes velar por las viudas y los huérfanos (Deuteronomio 14:28-29), pero ese no era el caso en Moab. Entonces Noemí decidió regresar a Belén, en donde la hambruna había terminado, esperando lo mejor. Nos animó a Orfa y a mí a encontrar nuevos esposos entre los varones moabitas, para que nos cuidaran, puesto que aun estábamos jóvenes para volvernos a casar.
Después de mucha discusión y derramamiento de lágrimas, Orfa estuvo de acuerdo en retornar a su familia y buscar un nuevo esposo, pero habiendo llegado a conocer al Dios de Israel a través de Noemí, yo simplemente no podía soportar el haberla abandonado. “No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos”. Así que me fui con Noemí a Belén.
Cuando llegamos a Belén, como dos viudas harapientas y sin un centavo, comenzaba la cosecha de la cebada. Muchas personas reconocieron a Noemí diciendo, “¿Será ella?” Noemí se lamentó y dijo, “No me llamen Noemí, sino Mara, porque el Todopoderoso me ha puesto en gran amargura”. (En hebreo, Noemí quiere decir “placentera”, mientras que Mara, “amarga”.) Bajo esa nota de tristeza, Noemí regresó a su casa.
Capítulo 2
Recuerden que les dije que el esposo de Noemí había sido una persona prominente en Belén. Aparentemente tenía unos hermanos que permanecieron allí a pesar de la hambruna, y uno de ellos había sobrevivido a ese tiempo difícil y se había recuperado muy bien. Su nombre era Booz. Él y sus hermanos eran hijos de Rahab, la mujer nativa de Jericó a quien Josué rescató cuando los israelitas conquistaron esa ciudad unos años atrás. Booz era un ciudadano prominente entre los ancianos de Belén, con campos de cebada listos para ser cosechados.
Una de las maneras cómo una persona indigente se podía alimentar en Israel, era que los rincones del campo se dejaban sin segar (Levítico 19:9). Estos parches triangulares que quedaban, además de cualquier otra área que a los segadores se les escapaba durante la primera pasada (se les prohibía hacer una segunda pasada), se dejaban para las viudas y los huérfanos, como Noemí y yo, para que las cosecháramos nosotras mismas. Así que al día siguiente de haber llegado, me fui al campo para conseguir alimento.
Y como sucedió (los rabinos dicen que la casualidad no es una palabra Kosher) terminé en el campo de Booz, y siendo una mujer joven y atractiva, pronto fui notada. Cuando Booz supo que yo acababa de llegar con Noemí, me llamó para que observara a sus siervas y que aprendiera de ellas. Me dijo que segara solamente en sus campos porque les había ordenado a sus segadores que no me estorbaran. Luego me ofreció un vaso de agua del suministro que había traído para sus trabajadores.
Sin saber aun quién era él, le pregunté cómo es que él me había favorecido de esa manera. Me dijo que había escuchado de mi gentileza para con Noemí y me estaba pagando con alguna gentileza de su parte. Luego me bendijo, como era la costumbre en esos días, y a la hora de la comida, me ofreció el almuerzo. Más tarde me enteré que él les había dicho a sus segadores que dejaran a propósito algunos sectores sin segar para que yo pudiera recoger más para Noemí y para mí. Esa tarde traje tanto grano que Noemí empezó a pensar en cuál campo es que yo estaba recogiendo el grano. Cuando le dije que era el de Booz, empezó a alabar al Señor y a él, diciéndome que no solamente era un pariente, sino que era uno que también podía redimirnos.
Esta era otra de las provisiones judías que me era nueva. En Israel si un hombre tiene una deuda que no puede pagar, su pariente más cercano es el responsable para redimir esa deuda por él, de allí el término pariente redentor (Levítico 25:25). De esta manera, la propiedad que se le dio a cada familia cuando llegaron por primera vez a la Tierra Prometida, permanecía en la familia. Puesto que Booz era uno de los hermanos de Elimelec, él era el pariente redentor de Noemí y el responsable de ayudarla en sus momentos de necesidad.
Pero había otra ley aun más extraña referente al pariente redentor que nos beneficiaría a nosotras, y cuando Noemí me la contó casi me desmayo. Esta ley también está diseñada para ayudar a preservar la línea de la herencia y se le llama la Ley del Levirato del Matrimonio, y funciona así. Cuando un hombre casado muere sin dejar hijos, el hermano está supuesto a casarse con la viuda y embarazarla, con el objeto de darle al difunto un heredero (Deuteronomio 25:5-6). Si no tiene hermanos, entonces la responsabilidad recae sobre el padre del descendiente o SU hermano. No era obligatorio hacer eso, pero era una desgracia familiar el no hacerlo. En ambos casos, el pariente redentor tenía que calificar, (solamente se aceptaba el pariente más cercano), ser capaz (tenía que tener los medios), y estar deseoso por hacerlo (era su elección), para llevar a cabo su obligación.
Puesto que mi esposo, su hermano y su padre habían muerto, no habiendo dejado ningún otro hijo para que fuera el heredero de la tierra de la familia, parecía que era Booz, como el pariente más cercano a mi esposo, quien también tenía responsabilidades bajo la Ley del Levirato del Matrimonio. A pesar de que no soy judía, sus leyes también se aplicaban a los gentiles que vivían entre ellos, especialmente aquellas personas que se habían casado con varones judíos. La idea de casarse con un hombre prominente como Booz me agradó, y él también me había encontrado atractiva.
¡Qué bien! Un día soy una doliente viuda indigente, una extraña en un país extraño, y el otro día estoy considerando la posibilidad de convertirme en esposa de un terrateniente rico. Las cosas definitivamente se estaban poniendo interesantes.
Capítulo 3
Ya que mi tiempo de duelo por mi difunto esposo había terminado, Noemí me ayudó a bañarme, perfumarme y vestirme con mis mejores ropas. Me convenció para que visitara a Booz en la era en donde él permanecía mientras duraba la cosecha y así protegía el grano en contra del robo, pero me advirtió de ocultarme mientras él terminaba de comer y de beber y se hubiera dormido. Luego yo debía descubrir sus pies y acostarme cerca de él. A la media noche, cuando sus pies descubiertos se enfriaron, se despertó y me vio. Noemí me dijo lo que debía de pedirle y me dijo que hiciera lo que él me dijera. De esta manera nadie más me vería allí.
Y sucedió tal y como ella lo había planeado, y cuando Booz se despertó y se sorprendió al encontrar una mujer observándolo, me preguntó, “¿Quién eres tú?”. “Yo soy tu sierva, Rut”, le respondí. “Y puesto que tú eres un pariente redentor, extiende el borde de tu capa sobre mí”. Yo no dije nada incorrecto con eso. El que extendiera su capa sobre mí era para simbolizar que él me tomaba bajo su protección según las provisiones de la Ley del Levirato del Matrimonio.
Ya para entonces, Booz se sentía más impresionado que halagado. Me dijo que mi amabilidad era abrumadora, implicando que alguien tan joven y bella como yo, pudo haber escogido a cualquier otro pretendiente, y que al haberlo escogido a él le había hecho un gran honor. Pero existía un pequeño problema. La ley requería que fuera el pariente más cercano quien redimía. Otro hermano era en realidad el pariente más cercano y, por lo tanto, el responsable de redimirnos. Este hermano tenía que rehusarse a hacerlo y, subsecuentemente ser descalificado antes que Booz pudiera ser nuestro pariente redentor.
A primera hora de la mañana, luego de asegurarme que él haría todo lo que estuviera a su alcance, Booz me envió a casa con más grano. Cuando Noemí vio el grano, se dio cuenta de que Booz aun nos estaba protegiendo y que no descansaría hasta no finalizar este asunto.
Capítulo 4
Mientras tanto, Booz fue al centro de la ciudad y esperó hasta que pasara el pariente más cercano. Reuniendo a diez de los ancianos en una corte improvisada, Booz le explicó a su hermano la naturaleza del problema y le pidió que redimiera la tierra de Noemí pagando sus deudas. Cuando él estuvo de acuerdo con ello, Booz también le dijo que al hacerlo debía casarse conmigo para poder mantener el patrimonio de mi difunto esposo. (Las mujeres no podían heredar tierras en Israel, por eso es que mi esposo era el heredero legal de Elimelec, y no Noemí. Y puesto que él murió sin dejar hijos, no había ningún heredero en la familia aun después de que la tierra hubiera sido redimida. Las provisiones del Levirato del Matrimonio también eran requeridas, por eso era que el pariente redentor debía casarse conmigo.) Cuando Booz le dijo eso, el hermano declinó hacerlo, alegando que con eso se ponía en peligro su propio patrimonio.
De inmediato Booz le informó a los ancianos que él mismo redimiría la tierra de Noemí y se casaría conmigo. Y así fue. Ese mismo día me convertí en la esposa de Booz y no mucho tiempo después concebí y le di un hijo, el cual se convertiría en el heredero de mi difunto esposo y así se preservaba la propiedad de Elimelec y de Noemí de acuerdo con la ley. A nuestro hijo le pusimos por nombre Obed, y cuando creció fue el padre de Isaí quien fue el padre del rey David. Cuando el hijo del rey David edificó el Templo en Jerusalén, nombró a una de las dos columnas de bronce en la entrada, con el nombre de su tatarabuelo Booz.
Veintiocho generaciones después, debido a que Josué salvó a Rahab, y que su hijo Booz se casó conmigo, eso hizo de Belén que fuera el lugar de nacimiento del rey David y que hiciera que José y María viajaran allí para ser incluidos en el censo romano, entonces nuestros campos fueron visitados por una multitud de ángeles celestiales que anunciaban el nacimiento del Mesías a los pastores reunidos allí. Y ahora, cuando ustedes repasen la genealogía del Mesías, encontrarán mi nombre, junto con el de otras cuatro mujeres, Rahab, la madre de mi esposo, Tamar, madre de Fares, Betsabé, madre del rey Salomón, y María, madre de nuestro Señor (Mateo 1:1-16), que son las únicas mujeres así honradas.
Explique la alegoría, por favor
Primero, resumamos el relato. Como consecuencia de nuestra desobediencia nacional, Noemí fue obligada a abandonar su hogar y morar entre los moabitas. Debido a esa desobediencia, yo eventualmente llegué a conocer al Dios de Israel. A pesar de que Noemí había salido de su casa con abundancia, regresó empobrecida y con las manos vacías, con su única acompañante, yo, una mujer gentil que había sido injertada en su familia por medio del matrimonio. Luego de que un siervo desconocido me lo presentó, Booz me dio regalos, me bendijo, alivió mi sed y me alimentó, a pesar de que yo no había hecho nada para prosperarlo a él. Noemí también se benefició de esas bendiciones que recibí de Booz, su pariente redentor. También, en el proceso de pagar las deudas de Noemí y de redimir su tierra, Booz me tomó a mí, una mujer gentil, como su esposa y nuestros descendientes se convirtieron en reyes.
Ahora, coloquemos a Israel en el lugar de Noemí, a la iglesia en mi lugar, y a nuestro Mesías en el lugar de Booz, y volvamos a leer el resumen anterior. Como consecuencia de nuestra desobediencia nacional, Israel fue obligado a abandonar su hogar y morar entre los gentiles. Debido a esa desobediencia, los gentiles llegaron a conocer al Dios de Israel. A pesar de que Israel había salido de su tierra con abundancia, regresó empobrecido, solo y con las manos vacías, con su único acompañante espiritual, la iglesia gentil, la cual había sido injertada en su familia por medio del matrimonio. Luego de que el Espíritu Santo, quien permanece desconocido, le presentó la iglesia al Mesías, Él le dio regalos, la bendijo, la alivió de su sed y la alimentó, a pesar de que esta no había hecho nada para prosperarlo a Él. También Israel se beneficia de las bendiciones que la iglesia recibe del Mesías, su pariente redentor, y en el proceso de pagar las deudas de Israel y de redimir su tierra, el Mesías toma a la iglesia, una gentil, como su esposa y sus descendientes se convierten en reyes.
¿Qué hay sobre el Pariente Cercano Redentor?
Algunas personas dicen que este representa a Adán, quien no es capaz de redimir la tierra que perdió ante satanás (el Planeta Tierra) y de restaurar la herencia de su progenie. Adán fue creado a imagen de Dios, pero después de la caída, todos sus descendientes fueron hecho a imagen de Adán, heredando su naturaleza pecaminosa, haciendo así de Adán nuestro pariente redentor. Otras personas dicen que representa a la religión organizada, similarmente impotente. En cualquiera de los dos casos, ustedes pueden darse cuenta del problema. Adán puede que quiera salvarnos, pero por haber sido infectado con el pecado, no puede cumplir con los requisitos. Después de todo, la ley de Dios requiere que sea la sangre inocente derramada la que redima lo que el hombre pecador ha perdido y así se restaure nuestra herencia. Y la religión organizada, aun con todos sus sistemas de “obras justas”, simplemente no puede redimir a nadie, no siendo ni redentora ni inocente. Y allí es donde está el dilema. Simplemente no había ni una persona inocente que se pudiera encontrar, porquen todos han pecado y están apartados de la gloria de Dios. Para poder resolver este dilema, sin quebrantar Sus propias leyes, el mismo Dios tenía que convertirse en hombre, nacer de una mujer y así ser pariente de la humanidad. Luego tenía que ofrecer Su propia sangre, puesto que solamente Él es sin pecado.
Pero aquí hay algo que debe hacer que se detengan para que ustedes puedan pensar un poquito. Ustedes pueden ver a Dios que tiene la capacidad de convertirse en un hombre para redimir la humanidad, y, por supuesto, siendo Dios, Él no tiene pecado alguno y además tiene los medios para redimirnos. Pero recuerden, era el pariente redentor quien debía tomar la decisión. Él podía rehusarse a hacerlo. Nuestro Dios tenía el DESEO de salvarnos. Él tenía las GANAS de intercambiar Su vida por la nuestra. Porque tanto AMÓ Dios al mundo, que nos dio a Su único Hijo, para que todo aquel que creyera en Él no muriera sino que tuviera vida eterna. A través de la fe en el Hijo, nos convertimos en hijos del Padre y así heredamos la vida eterna.
Es por eso que mi relato ha sido llamado el Romance de la Redención.