Domingo, 24 de abril de 2016
Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
Cada vez que publico un estudio sobre la obra completa del Señor que quitó todos los pecados del mundo, y que solamente lo que nos queda hacer a nosotros es creer, recibo una cantidad de preguntas de distintas personas. Estas preguntas son siempre sobre otras personas que parecen no haber cambiado en nada después de su experiencia de salvación. Los que me escriben preguntan, “¿En dónde está la evidencia de una vida cambiada?” o, “¿Qué sobre el sacrificio, y el arrepentimiento, y la muerte al pecado?” o, “¿Me está usted diciendo que solamente porque una persona tomó la decisión y pronunció una oración, para luego no hacer nada más, eso significa que ya es salva?”
Si buscamos con cuidado nos damos cuenta de que el Señor se anticipó a esta clase de preguntas y las respondió por adelantado. En este caso la respuesta la podemos encontrar en Mateo 13, así que buscaremos allí.
“Y les habló muchas cosas por parábolas. Les dijo: El sembrador salió a sembrar. Al sembrar, una parte de las semillas cayó junto al camino, y vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque la tierra no era profunda; pero en cuanto salió el sol, se quemó y se secó, porque no tenía raíz. Otra parte cayó entre espinos, pero los espinos crecieron, y la ahogaron. Pero una parte cayó en buena tierra, y rindió una cosecha de cien, sesenta, y hasta treinta semillas por una. El que tenga oídos para oír, que oiga.” (Mateo 13:3-9).
Y como Jesús lo explicó después en este mismo capítulo, el sembrador representa al Señor, la semilla es Su palabra, la tierra es el mundo, y las aves representan al maligno. Mientras que a las parábolas que Él nos dio en Mateo 13 generalmente se les llaman las Parábolas del Reino, es importante que comprendamos que esta primera parábola describe el mundo entero, no solamente Su reino. En el mundo Su palabra es recibida con cuatro clases de respuestas.
Sin comprensión
La primera clase es la semilla que cayó junto al camino. Esta representa a la gente que oye la palabra pero fracasa en entenderla. En Mateo 13:19 Él dijo que esto se debe a que el maligno viene y la arrebata. Pablo lo dijo de esta manera:
“Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:3-4).
Debido a su estilo de vida algunas personas han desarrollado un corazón tan duro que el Evangelio no puede penetrar su caparazón. Las palabras se quedan en la superficie y el enemigo las arrebata para que ninguna de ellas pueda encontrar alguna hendidura por la que puede penetrar y echar raíz. Cuando uno trata de compartir el Evangelio con esta clase de personas, lo miran a uno como si uno viniera de otro planeta. Para ellos eso es una locura, como Pablo dijo que sería (1 Corintios 2:14).
Sin conversión
El Señor le llama a la segunda reacción la semilla que cae en los pedregales. Esto se refiere a la gente que oye el mensaje del Evangelio y en la pasión del momento corren al altar al llamado de arrepentimiento, pero en realidad nunca han permitido que el Señor entre en sus corazones, por eso se quedan sin convertir. Todo se oía tan bueno en esa cruzada evangelística o en esa reunión de avivamiento que fueron atrapados por la emoción del evento. Pero en realidad, ninguna de estas personas abrió su corazón al Señor por lo que la primera vez que alguien se rio de ellas o las ridiculizó por sus creencias, negaron el Evangelio y luego actúan como si ese llamado nunca hubiera sucedido.
Esto tristemente describe a la gran mayoría de personas que dan el paso al frente durante los eventos públicos. Pero después no visitan ninguna iglesia, y ni siquiera abren la Biblia, por lo que realmente nunca fueron salvas del todo. Si le hubieran sinceramente pedido al Señor que las perdonara, podrían haber sido parte de la pequeña minoría de las personas que realmente son salvas de esa forma, pero ni siquiera le dieron pensamiento al asunto. Solamente dieron un salto y corrieron al frente porque eso las hacía sentirse bien en ese momento. Pablo nos advirtió para que esto no nos sucediera a nosotros.
“Por tanto, de la manera que ustedes han recibido al Señor Jesucristo, anden en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como han sido enseñados, abundando en acciones de gracias” (Colosenses 2:6-7).
Sin Frutos
La semilla entre los espinos describe a los creyentes que son salvos pero al ser distraídos por las cosas de este mundo no producen frutos. Jesús dijo, “Yo soy la vid, ustedes las ramas; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí ustedes nada pueden hacer” (Juan 15:5). Él no estaba hablando aquí sobre nuestra salvación porque la salvación no es un evento que produce fruto. El fruto tiene un efecto sobre otras personas mientras que la salvación es meramente personal. En otras palabras, el fruto no es algo que le sucede a las ramas, sino que es algo que sucede por medio de las ramas. Y la rama no hace que el fruto crezca por su propio esfuerzo. Es la vid la que hace la obra.
¿Por qué hay tantos creyentes que no dan fruto? Es debido a las preocupaciones de esta vida y la decepción de las riquezas. Según Mateo 13:22 ellos ahogan la Palabra y la hacen infructuosa. La preocupación por las cosas de este mundo les imposibilita escuchar el llamado a la conciencia que les hace el Espíritu Santo. Este es probablemente el grupo más numeroso en todo el cristianismo, son salvos pero no fructíferos. Este es el grupo al que otros creyentes miran y piensan, “¿Es esta gente realmente salva?” Lo más probable es que la respuesta sea un sí, pero eso nunca se sabrá con tan solo mirarlos.
Pero antes de proseguir, hay algo que debemos recordar. Vivir una “vida de sacrificio” no es lo mismo que ser fructíferos. Sacrificarse es renunciar a algo a cambio de nada, como los corderos hacían sobre el altar. No obtenían ningún beneficio por hacerlo. La noción que tienen los cristianos de vivir una vida de sacrificio es idea del ser humano, no de Dios. Jesús dijo que Él había venido a darnos una vida en abundancia, no una vida de sacrificio (Juan 10:10).
A los cristianos no se les pide dar algo a cambio de nada. Nadie que en verdad está caminando con el Señor piensa que eso es un sacrificio, sino que piensa que eso es una gran bendición y que va más allá de cualquier otra cosa que haya recibido. Las personas que se enorgullecen por vivir una vida de sacrificio no están comprendiendo el punto, y al negarse a ellas mismas las cosas que secretamente desean (no sería un sacrificio si no lo hicieran), no solamente no están produciendo ningún fruto, sino que pueden estar haciendo las obras del cuerpo. Uno lo puede decir porque el resultado no es el gozo, sino que son los celos, la envidia y el resentimiento hacia los demás. Y estos no son el fruto del Espíritu.
Sin Problemas
La semilla que cae en tierra fértil produce una cosecha que multiplica su tamaño. Este es el grupo sobre el que Pablo escribió en Gálatas 5:22-26, en donde él también describió el fruto que producimos.
“Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado el cuerpo con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros”.
Este fruto crece cuando el Evangelio encuentra tierra fértil. Impacta a otras personas y las atrae hacia el Señor. La paz y el contentamiento que sentimos, el amor y la mansedumbre que expresamos, hace que los demás deseen lo que nosotros tenemos. Cuando lo obtienen, esas personas a su vez atraerán a otras más, y sin siquiera intentarlo ni aun sabiéndolo, habremos producido una cosecha que se multiplicará una y otra vez.
Entonces debemos sentir lástima por aquellas personas que no tienen entendimiento y orar para que el Señor suavice sus corazones. Y lo mismo para aquellas otras que no tienen conversión, porque el Evangelio solamente fue una fantasía pasajera, un brote emocional que nunca se convirtió en un compromiso. Que lo escuchen de nuevo, Señor, y que esta vez muchos te inviten en sus vidas. Y especialmente para aquellas personas que creen que son salvas y se encuentran atrapadas en las preocupaciones de esta vida y en las decepciones de las riquezas, y que son totalmente infructuosas. Ayúdalas a tener la perspectiva eterna.
El mejor testimonio que podemos ofrecerle al mundo es haciendo no lo que creemos que el Señor quiere que hagamos, sino siendo lo que Él quiere que seamos. Y mientras estamos en ello, oremos para ya que vivimos en el Espíritu que Él nos guarde en el Espíritu, para no ser orgullosos y así no empezar a provocar la envidia entre nosotros. Amen. Selah. 28/06/2008.