Miércoles 20 de abril de 2022
Un estudio bíblico por Jack Kelley
“Yo, Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol y apartado para el evangelio de Dios” (Romanos 1:1).
La mayoría de las traducciones de Romanos 1:1 usan la palabra esclavo, o siervo, para definir la relación de Pablo con el Señor, pero la palabra siervo en realidad es la más exacta. En efecto, un siervo entra en una relación voluntaria con el entendido de que es un compromiso de por vida, sin ninguna provisión para su liberación.
Este tipo de relación se origina en Éxodo 21:1-6. Según la Ley, si un hombre no podía pagar una deuda se convertía en siervo de su acreedor con el objeto de trabajar para pagar la deuda, o hasta el siguiente año sabático, lo que fuera más corto. Si, durante el tiempo de su servicio temporal, él concluía que su amo era un buen hombre con quien trabajar, él podía de forma voluntaria convertir su término de servicio en un compromiso vitalicio. Al hacerlo él estaba de acuerdo en subordinar permanentemente sus intereses en favor de los de su amo, y para hacer cualquier cosa que se le pidiera. Esto merece repetirse. Era la elección del siervo de entrar en una relación de servicio subordinado con su amo, pero una vez que el acuerdo se hacía ya él no podía deshacerlo después. Era un compromiso de por vida.
Si su amo estaba de acuerdo, podían ir ante los jueces para que el arreglo fuera oficial y entonces el amo le perforaba la oreja con una lezna junto a una puerta. Eso era para significar que el siervo había quedado permanentemente “unido” a la casa de su amo. Según algunas tradiciones, se insertaba un aro de oro a través del agujero en la oreja del siervo para tener memoria del evento.
Debido a la naturaleza y permanencia de la relación, un siervo de este tipo con frecuencia se convertía en un miembro de confianza en la casa de su amo, eventualmente representándolo en asuntos pertinentes a sus negocios o de sus intereses personales.
Un ejemplo divino
David hizo referencia a esta clase de relación al describir cómo el Mesías se vería a Sí mismo en el servicio a Su Padre.
“Las ofrendas y los sacrificios no te agradan; tú no pides holocaustos ni ofrendas de expiación, pero me has abierto los oídos. Por eso dije: «Aquí vengo ya.» En el pergamino se habla de mí. Hacer tu voluntad, Dios mío, me agrada; tu ley la llevo dentro de mí” (Salmo 40:6-8).
El escritor de Hebreos puso estas palabras en boca del Señor al explicar Su sacrificio único y permanente por el pecado (Hebreos 10:5-7), La frase “me has abierto los oídos” también se puede traducir “mis orejar también has perforado”, recordando cómo el amo perforó la oreja del siervo.
Por eso es que Jesús dijo que Él no podía hacer nada por Su propia voluntad sino solamente lo que Él vio a Su Padre hacer (Juan 5:19) y que Él no hablaba Sus propias palabras, sino lo que el Padre le ordenó decir y cómo decirlo (Juan 12:49). Un siervo de este tipo subordina su voluntad a la voluntad de su amo.
En una descripción similar, Pablo dijo que Jesús, “Siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres” (Filipenses 2:6-7). La palabra griega para siervo en este pasaje es doúlos. Significa siervo o esclavo y es la misma palabra que Pablo usó para sí mismo en Romanos 1:1. Estas referencias enfatizan la naturaleza voluntaria de la misión del Señor para morir por los pecados de la humanidad.
¿Y nosotros, qué?
Entonces, un siervo elije entrar en una vida de servicio con su amo, subordinando su voluntad a la de su amo, a sabiendas de que él no podrá cambiar de manera de pensar y deshacer el arreglos después. Está dentro de por vida.
La palabra griega “doúlos” aparece 112 veces en el Nuevo Testamento, la mayoría de las veces en referencia a nuestra relación con el Señor. Generalmente se traduce “siervo” pero como vemos, literalmente significa “siervo-esclavo”. Yo creo que eso podría servirnos de modelo cuando lo consideramos para nosotros mismos.
Nosotros también teníamos una deuda que no podíamos pagar y elegimos entrar en una relación de por vida con el Señor a cambio de que se nos perdonara la deuda. Fue nuestra elección hacerlo pero una vez que lo hicimos, renunciamos al derecho de deshacer el arreglo después. En efecto, nosotros pusimos a un lado nuestros intereses y estuvimos de acuerdo en dedicar nuestra vida en busca de Sus intereses.
Eso es a lo que Jesús se refirió cuando dijo, “Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame” (Mateo 16:24). Este versículo ha sido muy mal interpretado al decir que llama a la persona creyente a vivir una vida de privación y sufrimiento. Pero de hecho está describiendo la relación de siervo. Como personas seguidoras de Jesús debemos deponer nuestras esperanzas y sueños en favor de los planes del Señor para nosotros, haciendo que nuestros intereses estén subordinados a los Suyos.
Pablo enfatizó esa misma idea en Romanos12:1-2 al decirnos que debemos ofrecer nuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios—esta es nuestra verdadera y apropiada adoración (literalmente, nuestro servicio razonable). Él dijo que no debemos conformarnos a este mundo, sino ser transformados por medio de la renovación de nuestra mente. Entonces podremos probar y aprobar lo que es la voluntad de Dios—Su voluntad buena, agradable y perfecta.
Como personas creyentes, estamos llamados a abandonar los sueños típicos para el futuro que la sociedad nos fomenta y en su lugar buscar la voluntad de Dios para nuestra vida.
Cuando nos hicimos personas creyentes, Dios nos ungió, puso Su sello de propiedad en nosotros, y puso Su Espíritu en nuestro corazón como un depósito que garantiza lo que viene (2 Corintios 1:21-22). Eso significa que ahora le pertenecemos a Él. Ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino que hemos sido adquiridos a un precio (1 Corintios 6:19-20) y ese precio es la sangre preciosa de Jesús (1 Pedro 1:18-19). Con ella Él limpió toda nuestra deuda, y debido a Su misericordia se nos anima a ofrecer nuestros cuerpos como un sacrificio vivo a Él (Romanos 12:1).
Hay personas que dicen que puesto que elegimos ser salvos también podemos elegir renunciar a ello. Esas personas le están aplicando el pensamiento humano a la ecuación, pensando que tiene sentido que eso funciona así. Pero no existe ningún respaldo bíblico a esa opinión. De hecho, como ya hemos visto, ese no es el caso del todo. Como siervos vitalicios del Señor renunciamos a nuestro derecho de auto determinación cuando le entregamos nuestra vida a Él. Eso es a lo que Pablo se refirió al decir, “Ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino que hemos sido adquiridos a un precio.” Cuando Dios puso Su marca de propiedad en usted, Él estaba reclamándole como Su propiedad, de la misma manera como un ganadero marca con su señal el ganado que le pertenece. E igual al siervo-esclavo en tiempos del Antiguo Testamento, nosotros le pertenecemos a nuestro Amo y no tenemos la libertad de renunciar a ello.
Contenido en el Antiguo Testamento, explicado en el Nuevo
Todos los modelos del Antiguo Testamento están necesariamente incompletos. Después de todo, son solamente sombras de las cosas que habrían de venir (Colosenses 2:17, Hebreos 10:1). En el modelo del siervo-esclavo el arreglo era entre dos hombres: el amo y el siervo. ¿Qué amo terrenal habría estado de acuerdo en mantener a un siervo de por vida sin una cantidad comparable de trabajo a cambio? Ese era un arreglo entre ambas partes con una responsabilidad clara para cada una de ellas. A cambio de ser mantenido de por vida, el siervo estuvo de acuerdo en hacer lo que el amo le pedía.
Pero cuando Dios estuvo de acuerdo en perdonarnos por la enorme deuda del pecado que usted y yo debíamos y nos declaró como miembros de Su casa, a cambio Él solamente puso una condición sobre usted. Él dijo que usted debe de creer que cuando Jesús murió en la cruz, Él murió por sus pecados. Eso es lo único que Él requiere de usted (Juan 6:28-29).
Nuestro arreglo con Dios no es uno que requiere de un compromiso previo de ciertos niveles de comportamiento. Somos salvos por gracia y no por obras (Efesios 2:8-9). Mientras que el Nuevo Testamento contiene varias advertencias para vivir nuestras vidas de una forma agradable a Dios, ninguna de ellas nos ha sido impuesta como parte del trato. Se presentan como cosas que podemos hacer para expresar nuestro agradecimiento por lo que el Señor ha hecho incondicionalmente por nosotros. Nuestro deseo de hacer estas cosas es lo que Pablo llamó, “vivir de acuerdo a lo que ya hemos alcanzado” (Filipenses 3:16). En otras palabras, nosotros no las hacemos esperando calificar para la vida eterna, sino en agradecimiento porque ya la hemos obtenido.
Ciertamente Pablo y otros escritores del Nuevo Testamento pusieron estas advertencias en términos severos. Ellos sabían mejor que nadie el regalo increíble que se nos había dado y el enorme precio que Dios pagó para dárnoslo. Pero ninguno de ellos dijo que nuestra salvación depende de obedecer sus instrucciones, ni que nuestro fracaso en hacerlo daría como resultado que nuestro arreglo con el Señor fuera cancelado.
Al contrario, haciendo esas cosas darán como resultado que se acumulen bendiciones adicionales, tanto en esta vida como en la próxima, por encima y más allá del perdón por nuestros pecados y el regalo de la vida eterna que ya hemos recibido. Entonces el límite base de nuestra relación con el Señor, debajo del cual no podemos pasar, es el perdón por nuestros pecados y la vida eterna con Él. Cualquier cosa que hagamos en agradecimiento por ello nos produce bendiciones extra.
¿Cuánto más deberíamos desear poner a un lado las esperanzas auto centristas de nuestra vida en favor de descubrir cuál es la voluntad de Dios para nosotros? Sabiendo que Él vino para que pudiéramos tener vida en abundancia (Juan 10:10), que Él no nos va a imponer una carga pesada sobre nosotros (Mateo 11:30), y que Él siempre estará con nosotros para dirigirnos y fortalecernos para que produzcamos mucho fruto (Juan 15:5), ¿cómo podríamos perder?
“Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar. Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su alma; porque mi yugo es fácil, y mi carga es liviana” (Mateo 11:28-30). 19/04/15