Lunes 3 de febrero de 2020
Una cosa que la llamada iglesia emergente fracasa en entender es que cuando el Señor evalúe nuestra relación con Él, lo que más le interesará va a ser nuestra actitud hacia Él, y no el resultado de nuestros esfuerzos en Su nombre.
Un comentario por Jack Kelley
Las iglesias de Apocalipsis 2-3 con frecuencia se han descrito como una cronología de la era de la Iglesias. La última iglesia es la iglesia en Laodicea. Su surgimiento es otra señal de que el fin está cerca. Leamos acerca de ella.
“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Cómo quisiera que fueras frío o caliente! Pero como eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, un miserable, y que estás pobre, ciego y desnudo.” (Apocalipsis 3:15-17).
Una cosa que la llamada iglesia emergente (ese es el nombre de esa organización) con su evangelio social fracasa en entender es que cuando el Señor evalúe nuestra relación con Él, lo que más le interesará va a ser nuestra actitud hacia Él, y no el resultado de nuestros esfuerzos en Su nombre. Él lo dejó muy claro en su crítica a la iglesia en Éfeso. Muy al principio.
“Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no te has rendido. Pero tengo contra ti, que has abandonado tu primer amor.” (Apocalipsis 2:2-4)
Mientras que afirman que lo que están haciendo es producir seguidores de Cristo, y no solamente creyentes en Él, la verdadera motivación detrás de esta iglesia emergente es el crecimiento y la prosperidad. Por eso es que es tan popular. Los llamados seguidores no entran por sus puertas buscando convertirse en seguidores de Cristo. Ellos llegan para pertenecer a algo más grande que ellos, en donde puedan ser entretenidos y sentirse mejor con ellos mismos al hacer algunas buenas obras sin tener que sentirse culpables ni tener ningún compromiso. Si acaso ellos quieren ser como Jesús, entonces tendrían que llegar a un lugar en el que se enfocarían en la Biblia y en el que experimentarían el tipo de adoración íntima, aquel que le quiebra a uno el corazón, lo hace llorar y doblar las rodillas.
Cuando usted les pregunta a sus líderes cómo se está desarrollando su movimiento, le citarán estadísticas como, “la asistencia durante un fin de semana promedio” como si mientras más gente entra por sus puertas eso agrada más a Dios. Luego le dicen el número de ministerios que tienen en operación. Algunos aun imprimen sus ingresos corrientes en sus boletines, como para mostrar, creo yo, cuán buenas están las ventas, igual que en el mundo empresarial. Hay muy poca, o ninguna, discusión sobre el bautizo o sobre nuevos creyentes, porque ese no es el punto. El predicar el mensaje del Evangelio con un llamado al altar en realidad sería contraproducente a esa estrategia. Más dinero en las ofrendas requiere que haya más gente en las bancas. Y eso requiere menos evangelio en el mensaje.
El hecho de que la mayoría de todo ese dinero se invierta en buenas obras, es loable, pero el Señor nos juzga por los motivos de nuestros corazones y no por las obras de nuestras manos. El Señor en realidad condenó a la iglesia de Éfeso a pesar de que ellos estaban trabajando arduamente, habían hecho buenas obras y habían sido pacientes. Él los condenó porque en sus esfuerzos por servir al Rey no dejaron tiempo suficiente para tener una relación con el Rey.
Una comparación del mensaje a la iglesia en Laodicea con el mensajes del tiempo del fin a la iglesia en Filadelfia. También nos dice mucho.
A Laodicea Él le dijo.
“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Cómo quisiera que fueras frío o caliente! Pero como eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, un miserable, y que estás pobre, ciego y desnudo.”
El mensaje a Filadelfia fue,
“Aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. Por cuanto has obedecido mi mandamiento de ser perseverante, yo también te protegeré de la hora de la prueba, la cual vendrá sobre el mundo entero para poner a prueba a cuantos habitan en la tierra.
No se engañe usted creyendo que el Señor nos necesita para construir Su reino. Eso sería igual como si yo dijera que necesito que mi hijo de tres años me ayude a arreglar el grifo que está goteando. Cuando le preguntaron a Jesús cuál era el trabajo que Dios requería de ellos, Él no les dijo “Trabajen para el que Él ha enviado”, sino que Él dijo “que ustedes crean en el que Él ha enviado” (Juan 6:28-29). Lo que ustedes hagan después de esto es un asunto entre usted y el Señor, pero a menos de que usted haga de primero lo que es primero, nada más es importante. Sino lo mejor que usted llegará a ser es una persona tibia.