Elías en el Monte Carmelo

Domingo, 28 de agosto de 2016

La misión de 3000 años de Elías fue verdaderamente una “Misión Imposible”
…y aún no está concluida.

“Entonces (el rey) Acab convocó a todos los hijos de Israel, y reunió a los profetas en el monte Carmelo. Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo van a estar titubeando entre dos pensamientos? Si el Señor es Dios, síganlo a él; pero si piensan que Baal es Dios, entonces vayan tras él” (1 Reyes 18:21).

Antecedentes, Por Favor

Cuando el Rey David estaba por morir, el Señor escogió a su hijo Salomón para sucederlo. Ese fue el momento en que Israel estuvo más cerca del Reino Mesiánico prometido por Dios. Había paz en la tierra y la influencia que ejercía Israel en el mundo no tenía paralelo. Reyes de todas las tierras venían a presentarle honores a Salomón, cuya sabiduría era legendaria. Salomón reinó en paz y prosperidad durante 40 años, pero al final de su reinado empezó a pagar el precio por su único acto de desobediencia. El Señor había prohibido a los israelitas de casarse con mujeres extranjeras, sabiendo que si lo hacían ellas traerían sus dioses paganos a Israel e inducirían a sus esposos a la falsa religión (1 Reyes 11:2). Violando la Ley de Dios, Salomón había tomado 700 esposas y 300 concubinas, muchas de las cuales eran extranjeras, y les había permitido adorar a sus propios dioses, aun levantando ídolos en algunas de las colinas al este de Jerusalén. Esto enfureció al Señor y produjo la guerra civil en Israel que dio como resultado que el Reino fuera dividido. Después de la muerte de Salomón, el Reino del Norte, llamado Israel, formó la tierra dada a diez de las doce tribus, y descendió rápidamente a la adoración de los ídolos, mientras que el reino más pequeño, el Reino del Sur, llamado Judá, formó la tierra dada a las dos tribus restantes, el cual permaneció fiel a Dios.

Durante este tiempo todas aquellas personas que permanecieron fieles a Dios migraron al sur junto con los levitas (2 Crónicas 11:16), de tal manera que las 12 tribus completas estaban representadas en el Reino del Sur. La noción de que las diez tribus del Reino del Norte se perdieron después de su derrota ante Asiria, no tiene respaldo en las Escrituras, y cualquier doctrina basada en las así llamadas diez tribus perdidas, debe de levantar sospechas.

¿Por cuánto tiempo titubearán entre dos opiniones?

Durante los siguientes 80 años, el pueblo del Reino del Norte estuvo vacilante entre la fidelidad a Dios y la fidelidad a las distintas deidades cananeas, algunas veces adorándolas a todas al mismo tiempo. Durante el tiempo de Elías hubo una sequía en Israel durante tres años, señal de la displicencia de Dios por el flirteo con el paganismo. Acab era rey de Israel y se había casado con la hija del rey de la vecina Fenicia (Líbano), una mujer poderosa e influyente llamada Jezabel. Ella mantenía personalmente a 450 profetas de Baal y a 400 profetas de Asera. Estos fueron los profetas que Acab reunió en el Monte Carmelo respondiendo a la “invitación” que les hizo Elías. Ante la presencia de todo el pueblo Elías (cuyo nombre significa el Señor es mi Dios) los desafió a una contienda diseñada para revelar al verdadero Dios.

Elías les dijo, “De todos los profetas del Señor, sólo yo he quedado; en cambio, Baal cuenta con cuatrocientos cincuenta profetas. Pero traigan dos toros: uno para los profetas de Baal, y otro para mí. Que corten ellos en pedazos el suyo y lo pongan sobre la leña, pero sin prenderle fuego; por mi parte, yo también cortaré en pedazos mi toro, y lo pondré sobre la leña, pero tampoco le prenderé fuego. Ustedes van a invocar el nombre de sus dioses, y yo también invocaré el nombre del SEÑOR; y el Dios que responda y envíe fuego sobre el altar, que sea reconocido como el verdadero Dios. Y todo el pueblo aceptó la propuesta” (1 Reyes 18:22-24).

Toda esa mañana los profetas de Baal estuvieron clamando a su dios. Bailaron alrededor del altar y se sajaban la piel con cuchillos como parte de sus prácticas religiosas. Al medio día Elías empezó a burlarse de ellos, “Griten en alta voz, porque dios es; quizá está meditando, o tiene algún trabajo, o va de camino; tal vez duerme, y hay que despertarle” (1 Reyes 18:27). Esto siguió durante todo el día sin tener respuesta de Baal. Entonces, a la hora del sacrificio de la tarde, Elías tomó 12 piedras, una por cada una de las tribus de Israel, y levantó un altar para el Señor. Cavó una zanja alrededor y puso la leña encima. Luego partió el otro buey en pedazos y lo colocó sobre la leña. Después hizo que el pueblo trajera cuatro cántaros de agua para derramarlos sobre el holocausto y la ofrenda, la cual corrió alrededor del altar y llenó la zanja. Entonces Elías oró al Señor y dijo, “SEÑOR, Dios de Abrahán, de Isaac y de Israel, demuestra hoy que tú eres el Dios de Israel y que yo soy tu siervo, y que solamente hago lo que tú me has ordenado hacer. ¡Respóndeme, SEÑOR, respóndeme! ¡Que tu pueblo reconozca que tú, SEÑOR, eres Dios, y que tú harás que su corazón se vuelva a ti!” (1 Reyes 18:36-37). Hablar de un show en primera fila. ¿Puede usted imaginarse la tensión que se acumulaba cada vez que el altar era empapado—eso se hizo tres veces?

Entonces el fuego del Señor descendió del cielo y consumió el sacrificio, la leña, las piedras y aun tocó el agua de la zanja. Cuando el pueblo vio esto se postraron sobre sus rostros y clamaron, “¡El SEÑOR es el Dios, El SEÑOR es el Dios!” (1 Reyes 18:39). Después Elías atrapó a todos los profetas paganos y los ejecutó de acuerdo con la Ley de Moisés (Deuteronomio 13:1-5) y poco tiempo después, la lluvia descendió sobre la tierra de Israel por primera vez en tres años, señal de la complacencia de Dios. Jezabel juró matar a Elías y declaró una maldición sobre él, pero Dios se lo llevó vivo al cielo. Más tarde, el pueblo volvió a abandonar a Dios, por lo que llegó el juicio en forma del ejército asirio, y el Reino del Norte dejó de existir.

Su misión… usted debe escoger aceptarla

Al cierre del Antiguo Testamento, el Señor prometió que Elías regresaría a la tierra para anunciar la venida del Mesías. Él haría que se volvieran los corazones de los padres hacia los hijos y de los hijos hacia los padres, pues si no Dios castigaría la tierra con maldición (Malaquías 4:5-6). Jesús dijo que Juan el Bautista era el prometido Elías (Mateo 17:11-13), y a pesar de que el corazón de muchas personas se volvió a Dios, el rey Herodes lo mató. 38 años después la tierra fue castigada con una maldición, el juicio llegó en la forma del ejército romano y la nación de Israel dejó de existir.

Al final de la era, Elías vendrá una vez más y traerá la sequía sobre la tierra por órdenes del Señor, y por tercera vez le pedirá a la gente que se arrepienta de sus pecados, y de nuevo, el corazón de muchas personas se volverá a Dios. El anticristo creerá que lo ha matado, pero, de nuevo, Dios se lo llevará vivo al cielo (Apocalipsis 11:11-12). El juicio llegará en la forma de los ejércitos del Señor y el mundo como lo conocemos, dejará de existir.

Esta es su última oportunidad

Elías utilizó cuatro cántaros de agua para empapar el altar tres veces. El cuatro es el número de la tierra (al terminar el cuarto día su creación estaba completa) y el agua representa el derramamiento del Espíritu Santo (vea Juan 7:37-39). Si eso es así, entonces las tres empapadas del altar insinúan las tres misiones de Elías en la tierra ofreciendo el Espíritu Santo de Dios y pidiéndole al pueblo que volviera su corazón a Él. Después de un éxito limitado, cada misión termina en un fracaso por lo que sigue el juicio. Cada vez el Señor en Su misericordia le da a Su pueblo otra oportunidad.

El Milenio es la última oportunidad que tienen las personas; a Elías no le queda una cuarta misión. Pero al final del Milenio, a pesar de las condiciones utópicas con Satanás atado y por mil años disfrutando de un gobierno personal del mismo Señor Jesús, aún queda suficiente mal residual en el corazón de las personas no regeneradas, como para que Satanás pueda organizar una rebelión tan pronto es soltado (Apocalipsis 20:7-10). Esto ilustra la total inhabilidad del hombre para permanecer fiel a Dios. A pesar de una historia de siete mil años llena de las innegables revelaciones de la existencia de Dios y de Su interminable paciencia al tratar con nosotros, solamente la sangre derramada de Jesús es capaz de hacernos dignos de habitar en Su presencia.

Y ahora ya conocen la versión adulta.