Lunes 6 de marzo de 2023
Un estudio bíblico por Jack Kelley
Introducción
Hageo fue profeta del Señor para Israel durante solamente cuatro meses, empezando el 29 de agosto del año 520 a.C. hasta el 18 de diciembre de ese mismo año. Hageo les habló a los israelitas que habían regresado de Babilonia en el año 538 a.C., para que reconstruyeran el templo en Jerusalén y reestablecieran la presencia judía allí.
La primera cosa que el Señor le dice a Hageo que haga es decirles el motivo porqué su trabajo de 18 años, desde su retorno, no ha sido productivo. El motivo es que sus Prioridades han estado fuera de orden. Dios les promete que tan pronto corrijan ese error, los empezará a bendecir a un grado inimaginable para ellos. Y el mismo día que los israelitas actuaron siguiendo esas instrucciones, las cosas comenzaron a cambiar para mejor.
Hageo, Capítulo 1
Un llamado para construir la Casa del Señor
“En el año segundo del rey Darío, en el mes sexto, en el primer día del mes, vino palabra de Jehová [del SEÑOR] por medio del profeta Hageo a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote: Así ha hablado el SEÑOR Omnipotente: Este pueblo dice: No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa del SEÑOR sea reedificada.
Entonces vino palabra del SEÑOR por medio del profeta Hageo: ¿Es para ustedes tiempo, para ustedes, de habitar en sus casas artesonadas, y esta casa está desierta? Pues así ha dicho el SEÑOR Omnipotente: Mediten bien sobre sus caminos. Siembran mucho, y recogen poco; comen, y no quedan satisfechos; beben, y no llegan a saciarse; se visten, y no se calientan; y el que trabaja a jornal recibe su salario en saco roto. Así ha dicho el SEÑOR Omnipotente: Mediten sobre sus caminos. Suban al monte, y traigan madera, y reedifiquen la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho el SEÑOR. Buscan mucho, y hallan poco; y lo que almacenan en su casa, yo lo disiparé en un soplo. ¿Por qué? dice el SEÑOR Omnipotente. Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de ustedes corre a su propia casa. Por eso se detuvo de los cielos sobre ustedes la lluvia, y la tierra detuvo sus frutos. Y llamé la sequía sobre esta tierra, y sobre los montes, sobre el trigo, sobre el vino, sobre el aceite, sobre todo lo que la tierra produce, sobre los seres humanos y sobre los animales, y sobre todo trabajo de manos.
Y oyó Zorobabel hijo de Salatiel, y Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y todo el resto del pueblo, la voz del SEÑOR su Dios, y las palabras del profeta Hageo, cómo lo había enviado el SEÑOR su Dios; y temió el pueblo delante del SEÑOR. Entonces Hageo, enviado del SEÑOR, habló por mandato del SEÑOR al pueblo y le dijo: Yo estoy con ustedes, el SEÑOR. Y despertó el SEÑOR el espíritu de Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu de Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y el espíritu de todo el resto del pueblo; y vinieron y trabajaron en la casa del SEÑOR Omnipotente, su Dios, en el día veinticuatro del mes sexto, en el segundo año del rey Darío. (15 de septiembre de 520 a.C.)
Cuando Ciro de Persia derrotó Babilonia y liberó a los judíos para que retornaran a Jerusalén, solamente unos 50.000 de ellos se aprovecharon de la ocasión. Inmediatamente que llegaron empezaron a trabajar para levantar el templo, y dos años más tarde, terminaron los cimientos en medio de una gran celebración. Era el año 536 a.C.
Pero luego su entusiasmo se desvaneció, en parte debido a los ataques regulares de las naciones vecinas quienes temían que ¡a nación judía se estableciera floreciente de nuevo en su medio, y hacían todo lo que podían para expulsarlos de allí. Esta interferencia causó que los judíos comenzaran a pensar si es que se habían adelantado a los planes del Señor. Quizás el Señor les estaba diciendo que no era Su tiempo aun.
Así que detuvieron la obra del templo y comenzaron a construir sus propias casas, a sembrar y a restablecer la vida normal. Pero a pesar de que habían trabajado durante 16 años, no estaban llegando a ninguna parte. Entonces Hageo les explicó el problema que tenían. Primero terminen la obra del Señor, les dijo, y entonces todo lo demás se pondrá en orden.
La advertencia de Hageo a los israelitas es tremendamente similar a la promesa del Señor a nosotros. “Por lo tanto, no se preocupen ni se pregunten ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque la gente anda tras todo eso, pero su Padre celestial sabe que ustedes tienen necesidad de todas estas cosas. Por lo tanto, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mateo 6:31-33).
Mientras Más Cambian las Cosas. Más Permanecen Iguales
El paralelo entre los dos mensajes revela más evidencia de cómo las cosas que son externas y físicas en el Antiguo Testamento se convierten en internas y espirituales en el Nuevo Testamento.
Para poder experimentar la vida abundante que ellos querían, los israelitas fueron advertidos de construir primero el templo del Señor y hacer eso de nuevo su prioridad número uno a pesar de la interferencia de sus enemigos.
Nosotros también queremos una vida abundante, y en esta era, somos Su Templo. Los enemigos que nos distraen son las presiones de nuestras vidas tan complejas. ¿Hemos nosotros también levantado nuestro cimiento en medio de grandes celebraciones para luego dejarlo abandonado al sucumbir a las atracciones de las metas mundanas?
Si luego de nuestra experiencia de salvación y ese período de gran espiritualidad que le siguió, hemos descendido lentamente de vuelta a lo normal de antes, poniéndole más atención a lo que queremos en vez de lo que el Señor quiere para nosotros, entonces, eso es exactamente lo que hemos hecho, hemos abandonado la obra de Su Templo. Y si nuestro trabajo en la vida no nos ha dado la abundancia que hemos estado buscando, quizás se debe a que aun no hemos construido una casa digna de El para que more en ella. Quizás ha llegado el momento para que también nosotros reordenemos nuestras prioridades.
La experiencia de salvación es solamente el comienzo de nuestro caminar con el Señor, no la culminación. Es el cimiento de todo lo que viene después. Pablo escribió, “Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima: pero cada uno mira cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Corintios 3:10-1 1).
Se debe de renunciar a algo para obtenerlo
Para experimentar la vida abundante que deseamos debemos erigir un Templo sobre el cimiento, o fundamento, que hemos construido. Esto lo hacemos al escoger que Jesús sea el Señor de nuestras vidas, de la misma manera que lo hemos escogido para que sea Salvador de nuestras almas. Pablo también escribió, “y sabemos que a los que aman a Díos, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28). Esta es otra versión del mensaje de Hageo. La clave es la palabra griega traducida como amor aquí. Esa palabra es ágape y significa entregarse totalmente al objeto de nuestro afecto. Dicho de otra manera, eso quiere decir que si nosotros queremos que el Señor haga que todas las cosas nos ayuden a bien, necesitamos entregarnos totalmente a El. En otras palabras, debemos ceder el control de nuestras vidas a El. ¿Ya lo hemos hecho?
Preguntémonos cómo es que lo hemos hecho. Contemos el número de veces que a diario le consultamos, buscamos Su consejo, Su opinión, Su permiso. Cuando nos enfrentamos a una decisión, ¿esperamos que El nos guíe o actuamos por nosotros mismos? ¿Le agradecemos al Señor por cada beneficio que nos sucede, sin importar lo pequeño que sea? ¿Esperamos escuchar Su voz en nuestros momentos de quietud? ¿Continuamos en fe con la tarea que El nos ha indicado antes de enfrentar la resistencia del enemigo?
Si no estamos satisfechos con nuestras respuestas, aquí hay más consejos de parte de Pablo. “Así que, hermanos, yo les ruego, por las misericordias de Dios, que se presenten ustedes mismos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. ¡Así es como se debe adorar a Dios! Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto” (Romanos 12:1-2).
El ofrecer nuestro cuerpo como un sacrificio vivo significa poner nuestra vida sobre el altar para que Él lo use como quiera. Es la única manera de poder descubrir Su voluntad para nosotros. Debido a Su misericordia, sabemos que no hay ningún riesgo al hacerlo, pero las recompensas están más allá de la comprensión. Comencemos hoy mismo haciendo que el Señor sea Señor de nuestra vida. El ha prometido que la hará mejor de lo que uno pueda posiblemente soñar.
Seguidamente veremos cómo tan pronto los israelitas empezaron a adorar en el templo otra vez, fueron bendecidos en cada área de sus vidas, tal y como Hageo se los había prometido. Reyes poderosos apoyaron su causa y sus enemigos se mantuvieron alejados, porque “cuando los caminos del ser humano son agradables al SEÑOR, aun a sus enemigos hace estar en paz con él” (Proverbios 16:7). Su trabajo empezó a producir el resultado que ellos buscaban, su progreso fue evidente a todos, y la vida abundante que deseaban tener la obtuvieron.
En nuestro estudio sobre Habacuc aprendimos que la única seguridad para el creyente durante los tiempos difíciles que viven viene de Dios, no del ser humano. Se nos dijo que “el justo por la fe vivirá” (Habacuc 2:4). Al comenzar ahora a hacer que Jesús sea Señor de nuestras vidas, es la mejor manera posible de poder crecer en la fe que necesitaremos para enfrentar los retos que seguramente encontraremos. Y eso puede ser la única manera de mantenernos seguros cuando el deterioro de nuestro mundo es cada vez más v más pronunciado en estos últimos días.
Continuará…