La Carta de Pablo a los Gálatas

Domingo, 30 de noviembre de 2014

Esta es la Parte 3 de la serie “Un Estudio de Gálatas”

Un estudio bíblico por Jack Kelley

Parte 3. El caso de Pablo en contra de combinar la Ley y la Gracia

Pablo les ha estado mostrando a los gálatas que todas las personas creyentes en Jesús son hijos de Dios. También somos descendientes de Abraham, y herederos de acuerdo a la promesa que Dios le hizo a Abraham de que todas las naciones serían benditas a través de él. Esta bendición llegaría en la persona de Jesús, también descendiente de Abraham y quien haría posible que los gentiles fueran justificados por la fe. A pesar de que la promesa se hizo antes de que la Ley fuera dada, su cumplimiento fue después. En el ínterin, la Ley le fue dada al pueblo de Dios como un guardián. Y ahora reanudamos nuestro estudio con el capítulo 4.

Gálatas 4

Pero digo también: Mientras el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo, sólo que está bajo tutores y guardianes hasta el tiempo señalado por el padre. Así también nosotros, cuando éramos niños, vivíamos en esclavitud y sujetos a los principios básicos del mundo (Gálatas 4:1-3).

Pablo comparó el tiempo entre el otorgamiento de la promesa y su cumplimiento a la vida de un niño heredero, el cual está sujeto a tutores y guardianes. A pesar de que al heredero le pertenece todo, no tiene la autorización de ejercer ningún control sobre nada antes de alcanzar cierta edad. Hasta entonces los guardianes y tutores actúan en su nombre para controlar todo, y el heredero no tiene más poder que el que un esclavo pueda tener.

Y así fue durante el tiempo entre el otorgamiento de la promesa a Abraham y su cumplimiento en la vida, muerte y resurrección de Jesús. La Ley fue dada como un guardián para el pueblo. Controlaba todo aspecto de sus vidas y ellos no tenían más control que el que podían tener los esclavos. En efecto ellos pasaron de ser prisioneros del pecado a ser prisioneros de la Ley.

Pero cuando se cumplió el tiempo señalado, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer y sujeto a la ley, para que redimiera a los que estaban sujetos a la ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos. Y por cuanto ustedes son hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: «¡Abba, Padre!» Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, también eres heredero de Dios por medio de Cristo (Gálatas 4:4-7).

Tanto en la cultura griega como en la romana, cuando un heredero llegaba a la edad adecuada, se efectuaba una ceremonia formal de adopción en la que la persona se convertía en hijo, con derecho a todos los derechos y privilegios de hijo incluyendo el derecho de herencia. Después de eso ya no había más guardianes ni tutores que le dijeran al heredero lo que podía o no hacer. Él ya quedaba autorizado a actuar por su propia cuenta.

Cuando Jesús vino a redimir a las personas que estaban prisioneras bajo la Ley, Dios autorizó que toda aquella que creyera en Su Hijo recibiera todos los derechos de adopción. Juan estaba hablando de esto cuando dijo, “Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su nombre, les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:12-13). A eso le llamamos nacer de nuevo.

Pablo todavía lo puso más claro cuando dijo que debido a nuestra fe es que hemos sido legalmente adoptados en la familia de Dios, lo cual se señaliza por el sello del Espíritu Santo que garantiza nuestra herencia. La Ley ya no sirve como un guardián que nos dice lo que podemos o no hacer. Ya tenemos todos los derechos de hijos incluyendo el derecho de la herencia, la cual es la vida eterna. Por consiguiente ya no hay ninguna razón para que nadie esté bajo la Ley. Dios no lo requiere, y nosotros no podemos beneficiarnos de ello. Al contrario, eso puede ser contraproducente a nosotros, un paso atrás en nuestro crecimiento espiritual.

Ciertamente, en otro tiempo, cuando ustedes no conocían a Dios, servían a los que por naturaleza no son dioses; pero ahora que conocen a Dios, o más bien, que Dios los conoce a ustedes, ¿cómo es que han vuelto de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales quieren volver a esclavizarse? Ustedes guardan los días, los meses, los tiempos y los años. ¡Me temo que, con ustedes, yo he trabajado en vano! (Gálatas 4:8-11).

En su pasado pagano, los gálatas habían adorado cosas que creían que eran dioses. Cuando se hicieron creyentes se dieron cuenta de que sus antiguos dioses no podían salvar a nadie. Pero Pablo dijo que al estar bajo la Ley ellos estaban repitiendo sus errores anteriores. Los rituales que ahora hacían eran diferentes pero producían el mismo resultado, esclavitud. En vez de obligarse a observar los festivales paganos de su pasado, ahora ellos se habían obligado a observar los festivales judíos.

Anteriormente he dicho que es de gran valor aprender acerca de las festividades de Israel especialmente cuando estas revelan el plan profético de Dios. Viendo cómo es que la primera venida de Jesús fue claramente predicha en las fiestas primaverales, el otorgamiento del Espíritu Santo en Pentecostés, y la segunda venida en las fiestas otoñales, eso nos da una visión de conjunto del plan de Dios para toda la humanidad. Pero a pesar de que nosotros solamente nos pusiéramos bajo la obligación de guardar la Ley por “obediencia” mientras que afirmamos ser salvos por gracia, estamos haciendo algo que Dios nunca nos ordenó hacer y tampoco desea que lo hagamos.

En su carta a los Colosenses, Pablo les advirtió a sus lectores no dejar que nadie los juzgara por lo que comían o bebían, o con respecto a los festivales religiosos, la celebración de la nueva luna y el día del Sabbath. Él dijo que esas cosas eran una sombra de lo está por venir; pero lo real y verdadero es Cristo (Colosenses 2:16-17).

Les ruego, hermanos, que se hagan como yo, porque yo también me he hecho como ustedes. Ningún agravio me han hecho. Bien saben ustedes que, debido a una enfermedad del cuerpo, les anuncié el evangelio al principio, y ustedes no me despreciaron ni desecharon por la prueba que tenía en el cuerpo, sino que me recibieron como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús. ¿Dónde, pues, está esa satisfacción que experimentaban? Yo doy testimonio de que, de haber podido, ustedes se habrían sacado sus propios ojos, para dármelos. ¿Acaso me he vuelto enemigo de ustedes, por decirles la verdad? (Gálatas 4:12-16)

La narración en Hechos 13-14 del tiempo que Pablo pasó con los gálatas no hace mención de esta enfermedad, así que no sabemos qué es. De fuentes extra bíblicas he leído que el viaje desde la costa del Mediterráneo tierra adentro a la región de Galacia era exhaustivo, por terreno difícil y repleto de peligros, y una de estas fuentes sugiere que Pablo sufrió un brote de malaria como resultado del viaje. Otras fuentes dicen que debido a la referencia que hace Pablo de los gálatas deseosos de darle sus ojos, pudo haber sido un problema con la vista.

Pero el punto de Pablo no era la enfermedad, sino el cambio de actitud hacia él. A él le pareció que los judaizantes habían tenido éxito en volver a los gálatas en contra de Pablo. Recuerden, ellos decían que él no era un auténtico apóstol y lo acusaron de darles a los gálatas una versión diluida del Evangelio para convertirlos.

Algunos muestran mucho interés por ustedes, pero no para bien, sino que quieren apartarlos de nosotros para que ustedes muestren interés por ellos. Qué bien que muestren interés en lo bueno siempre, y no sólo cuando estoy presente con ustedes. Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en ustedes, quisiera estar con ustedes ahora mismo y cambiar de tono, pues ustedes me tienen perplejo (Gálatas 4:17-20).

Imagínense la frustración que Pablo debe de haber sentido. Después de haber pasado casi dos años en la región (46-48 d.C.) la mayor parte en Galacia, Pablo y Bernabé habían regresado a Antioquía de Siria. Ahora ya habían pasado varios años y él estaba respondiendo a informes de que los judaizantes habían deshecho mucho de su trabajo, enseñándoles a los gálatas a abandonar la doctrina de la Gracia y someterse a la Ley.

No había ningún amor perdido entre Pablo y los judaizantes. En 2 Corintios 11:13-15 él dijo,

Porque ellos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos que se disfrazan de apóstoles de Cristo. Y esto no debe sorprendernos, porque hasta Satanás mismo se disfraza de ángel de luz. Así que, tampoco es una sorpresa que sus ministros se disfracen de administradores de justicia, pero como sus obras será su fin.

De sus comentarios de todavía estar en dolores de parto por los gálatas, parece que él estaba pensando si es que ellos alguna vez habían experimentado un nuevo nacimiento en primer lugar. Él estaba obviamente muy preocupado acerca de la condición espiritual de la gente quienes, habiendo sido salvos por Gracia, de forma voluntaria pasarían a estar bajo la Ley.

Díganme, ustedes que quieren estar sujetos a la ley: ¿no han oído lo que dice la ley? Porque está escrito que Abrahán tuvo dos hijos; uno de la esclava, y el otro de la libre. El hijo de la esclava nació conforme a una decisión humana; pero el hijo de la libre nació conforme a la promesa (Gálatas 4:21-23).

Ahora Pablo utiliza tres pares de símbolos para mostrar la diferencia entre la Ley y la Gracia; dos hijos, dos mujeres, y dos ciudades. Un hijo (Ismael) nació de forma natural de una mujer esclava (Agar). El otro hijo (Isaac) nació de acuerdo a la promesa divina de la mujer libre (Sara). Antes que usted sugiera que Isaac también nació como resultado de un parto natural, recuerde que Abraham tenía 100 años cuando Isaac nació y Sara tenía 90 años (Génesis 17:15-17). Ismael, cuya madre Agar ya había alcanzado la edad de quedar embarazada, nació de manera natural. Pero no se necesita estirar mucho la imaginación para decir que Isaac, cuya madre era Sara la cual ya había pasado la edad de quedar embarazada, fue el resultado de un nacimiento sobrenatural, el cumplimiento de la promesa que Dios le hizo a Abraham. Esta es solamente una manera en la cual Isaac fue una prefiguración de Jesús.

Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar. Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, y ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. Pero la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre. Porque está escrito:

«Regocíjate, oh estéril, tú que no das a luz; prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto; porque más son los hijos de la desolada que los de la que tiene marido.» (Gálatas 4:24-27).

Y finalmente, las dos ciudades. Agar, la esclava, representa Jerusalén, la ciudad de quienes están esclavizados por la Ley. Sara, la mujer libre, representa la Nueva Jerusalén, la ciudad de la Iglesia redimida, salva por gracia y libre de la ley.

Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también sucede ahora. Pero ¿qué dice la Escritura? «Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque el hijo de la esclava no heredará con el hijo de la libre.» De modo, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre (Gálatas 4:28-31).

En este ejemplo, Agar e Ismael representan la Ley y sus hijos. Ismael persiguió a Isaac, y junto con su madre fue despedido (Génesis 21:8-14). Sara e Isaac representan la Gracia y sus hijos. La Ley persigue a la Gracia y ha sido despedida, porque la Ley nunca compartirá en la herencia de la vida eterna con la Gracia. Los hijos de la Gracia se han convertido en los únicos herederos de la vida eterna. Nosotros somos esos hijos.

Es importante recordar que a pesar de que la obediencia a la Ley era requerida en el Antiguo Testamento, no tenía ningún poder para salvar a las personas porque estas nunca podían llenar los estándares que la misma demandaba. El requisito para la obediencia tenía la intención de demostrar ese hecho. En Romanos 3:20 Pablo dijo, “Nadie será justificado delante de Dios por hacer las cosas que la ley exige, pues la ley sirve para reconocer el pecado.”

Sin la creencia en un Redentor venidero el cual pagaría el castigo por nuestros pecados, nadie podía ser salvo obedeciendo la Ley. Los hijos de la Ley nunca compartirán en la herencia con los hijos de la promesa.

Jesús dijo, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). No importa lo que fuimos anteriormente, ya sea judíos o gentiles, varón o mujer, esclavos o libres, si estamos en Cristo somos una nueva creación. Atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo! (2 Corintios 5:17) Si le pertenecemos a Cristo, somos descendientes de Abraham y herederos según la promesa (Gálatas 3:29). Nos vemos en la próxima. 30-11-14.